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La celebración más reciente de los premios Oscar, entregados por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMPAS en inglés), podría ser una de las más escandalosas de la historia. Compite con la de 1973 cuando Marlon Brando —ganador por su actuación en el Padrino— envió a la actriz nativa americana Sacheen Littlefeather para que rechazara el premio por él y dijera unas palabras; o con la de 1978, en la que Woody Allen no asistió a recibir el codiciado reconocimiento por estar tocando clarinete en un bar de New York.

Lujos y escándalos

El glamour y la suntuosidad son palpables en este evento. Van desde la exhibición de ropas de diseñadores, hasta toda la tecnología empleada en la presentación en el interior del Dolby Theatre. Todos anhelan la estatuilla porque es un reconocimiento a sus esfuerzos y por los beneficios económicos que les genera al ser premiados por su excelencia artística. Entre los premios más deseados, y que más esperan los fans, está el de mejor actor principal. Este año lo ganó Will Smith por la película Rey Richard: Una familia ganadora (2021), basada en el rol de Richard Williams, padre de las famosas y extraordinarias tenistas Venus y Serena.

No pasemos por alto la influencia de los medios de comunicación y los artistas sobre las personas

Smith ya había tenido actuaciones magistrales, como en Alí (2001) o En busca de la felicidad (2006), entre otras películas. Aunque también es músico y actor cómico, sus roles más significativos han tenido que ver con el drama. Sin embargo, en la noche en que fue reconocido como el mejor actor, no pudo controlarse y evitar hacer su peor rol. En esta ocasión, no de guión de ficción o caracterizando a otro, sino a él mismo en un thriller corto titulado: «Will Smith, por Will Smith».

Las seis emociones

En lo personal, he disfrutado algunas de sus películas donde me he reído y entristecido, lo cual indica la incidencia que tienen en la mente humana la industria que te entretiene y te lleva a vivir y tener empatía con lo que estás observando, aun cuando en ocasiones sabemos que no es verdad. Vivaldi compuso Las cuatro estaciones y Will Smith lo que llamo Las seis emociones. Este domingo, Will Smith tuvo su mejor y peor actuación al mismo tiempo. Lució emocionalmente inestable en un drama corto de seis actos:

  1. Aparece riéndose con el chiste de mal gusto que hacían de su esposa.
  2. Agresivo cuando da la bofetada a Chris Rock.
  3. Sonriente cuando va camino a sentarse.
  4. Enojado cuando dice malas palabras desde su asiento. 
  5. Rebelde cuando le pidieron que saliera de la premiación fuera de cámaras.
  6. Lloroso cuando recibió el premio.

Todas estas emociones se cruzaron libremente en cuestión de minutos, sin ningún tipo de control en un drama de la vida real en vivo y en directo ante las miradas absortas de millones de espectadores alrededor del planeta.

Nuestra principal audiencia está en el cielo donde el Creador nos ve, nos ama y espera de nosotros vidas que amen la verdad en lo íntimo

Este artículo no está motivado para juzgarlo ni mucho menos condenarlo. Más bien, quisiera ofrecer una reflexión pastoral. En primer lugar, creo que todos debemos reflexionar sobre cada episodio que venga de Hollywood porque juega un rol muy importante en la cultura desde hace décadas. No solo por ser ejemplo palpable de una economía del entretenimiento, sino también por ser un recurso de promoción y transformación ideológica que viene de cómo productores, directores y actores ven el mundo.

Aunque la Academia y la mayoría de los medios han condenado la violencia del actor en cuestión, esto me parece irónico porque la mayor parte de las películas que se producen promueven la violencia, el sarcasmo, la utilización y degradación de la mujer como objeto, la falta de pudor y la promoción de lo que genera remuneraciones económicas, en nombre de que es un reflejo de la sociedad.

No pasemos por alto la influencia de los medios de comunicación y los artistas sobre las personas. Estos últimos son como una especie de filósofos posmodernos porque sus seguidores siguen sus vidas, y no solo esto, sino que también los imitan y piensan como ellos. Los artistas son vistos como divinidades mitológicas donde sus roles y la vida real se perciben confusos. Desde lo que nos dice la Biblia, de prestar resistencia a las corrientes de este siglo (Ro 12:1-2), hasta teorías y pensadores lejos de la fe que sostienen que los humanos respondemos a estímulos y condicionamientos (Watson, Pavlov), Hollywood —con todo lo que ofrece— debe ser filtrado, en ocasiones resistido y otras rechazado.

El drama de la vida real

En segundo lugar, debemos pensar en otro tipo de drama como es el de la vida real. Aquí los guiones que se llevan a las prácticas traen consecuencias. No hay balas de salva, no hay «corten y hagamos otra toma». Tampoco ediciones que enmienden o arreglen malas actuaciones. Todo es en tiempo real sin cortes, y más cruel y menos controlado que El Show de Truman (1998). Esta cultura es una verdadera civilización del espectáculo —como explicó Vargas Llosa— donde el mundo real irrumpe con furia con finales tristes y dolorosos en todos los episodios. Guerras, hambre, injusticias, enfermedades, drogas, corrupción son males que parecen decirnos que el género oscuro y de terror lo vivimos a diario.

Agradecidos y cautelosos

En lo personal, independientemente de la actuación de Will Smith esa noche, no dejo de pensar en los grandes retos que él y todos nosotros tenemos a diario, como el de responder a una situación incómoda o injusta de la manera correcta. Martin Luther King decía que «no podemos luchar por fines morales por medios inmorales porque los fines coexisten con los medios». No existe ninguna circunstancia posible que nos haga pensar o siquiera nos obligue a hacer escarnio de los demás  y menos públicamente (Sal 1:1) porque ninguna palabra corrompida debe salir de nuestros labios (Efesios 4:29); más bien debemos pensar en todo lo justo y lo que edifica (Fil 4:8) porque solo así todo lo que hagamos será para la gloria de Dios (1 Co 10:31; Col 3:17; 1 P 4:11).

La última entrega de los premios de la Academia ya es historia, pero el drama de la vida real lo vivimos todos los días

En Hollywood y en el mundo del espectáculo se piensa solo en el público que ven a través del proscenio y de las candilejas. La Biblia nos enseña que nuestra principal audiencia está en el cielo donde el Creador nos ve, nos ama y espera de nosotros vidas que amen la verdad en lo íntimo y sin poses en lo público (Sal 15:2; 51:6; Lc 18:9-14). Lo que debería darnos satisfacción no es conquistar a millones de corazones, sino que Dios haya conquistado el nuestro.

Will esa noche fue leyenda (Soy leyenda), estuvo vestido de negro (Hombres de negro) y fue presa fácil del humor negro. Lo que sí es seguro es que todavía anda En busca de la felicidad al igual que todos aquellos que no han rendido sus vidas ante quien es el gran motivo de gozo y alegría. «Me darás a conocer la senda de la vida; En Tu presencia hay plenitud de gozo; En Tu diestra hay deleites para siempre» (Sal 16:11).

La entrega número noventa y cuatro de los premios de la Academia ya es historia, pero el drama de la vida real lo vivimos todos los días. Cómo respondemos a las distintas situaciones que a diario se nos presentan es el gran reto que tenemos, sobre todo cuando no tenemos ni la más mínima idea del guión que se ha escrito para esos momentos. Rogamos al Señor que nos ayude a proceder considerando lo que Él como director Supremo nos diga.

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