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No temas enseñar doctrina en el estudio bíblico para mujeres

Durante un estudio bíblico sobre Hebreos dirigido a mujeres, me di cuenta de que mis palabras sobre Jesús eran imprecisas. Al comenzar el estudio, pensé que entendía quién es Jesús. Sin embargo, no podía explicar con claridad y confianza todas las formas en que se describe en el lenguaje majestuoso de Hebreos 1. Sabía que necesitaba comprender mejor la doctrina de Cristo.

Mi primer instinto fue ampliar mi comprensión a través del estudio personal, pero las mujeres de mi iglesia estaban en un barco similar que navegaba por aguas turbias. Teníamos que dejar de pasar por alto los pasajes difíciles de entender sobre Cristo y mirarlos de frente juntas.

Así que nos propusimos estudiar la doctrina de Cristo en nuestro estudio bíblico para mujeres. Dirigir a estas mujeres a través de un estudio teológico fue un reto, pero valió la pena el esfuerzo. Nos enfrentamos a dos obstáculos principales y vimos dos beneficios particulares para nosotras.

El obstáculo de los conceptos erróneos

Uno de los grandes conceptos erróneos entre las mujeres es que el estudio de la Biblia es para los cristianos normales, mientras que la doctrina es para los supercristianos y los que están en el ministerio vocacional. Muchas mujeres ven el estudio de la Biblia como una disciplina dinámica, llena del Espíritu y que llega al corazón, mientras que la doctrina es una búsqueda árida y académica.

Cuando nos propusimos estudiar la doctrina de Cristo, las mujeres de mi iglesia dudaron. Les preocupaba que estudiar doctrina en lugar de un libro bíblico completo significara un aburrido recorrido por planteamientos teológicos divorciados de las Escrituras. Seguramente estaríamos cambiando nuestras biblias por gruesos libros de texto que normalmente solo tienen los seminaristas.

¿Cómo abordamos esta idea equivocada? Dejamos que la Biblia nos guiara. Investigamos cómo las Escrituras dan lugar naturalmente a la doctrina.

Lo que hicimos, por cierto, fue estudiar la Biblia. Pasamos el semestre estudiando pasajes sobre Jesús que eran difíciles de entender en una primera lectura: los que sonaban bellos y majestuosos. Estudiamos Juan 1:1-18, Colosenses 1:15-20 y Hebreos 1:1-4, fijándonos en la divinidad de Jesús. También estudiamos Filipenses 2:5-11 y Hebreos 2, 4 y 5 para comprender mejor la humanidad de Jesús, Su naturaleza humana, Sus sufrimientos y Su dependencia del Espíritu.

Pero surge una pregunta natural: ¿cómo derivamos la doctrina de las Escrituras? Una vez que observamos detenidamente cómo la Biblia habla de Cristo como Dios y como hombre, ¿cómo podemos articular esa interpretación de forma clara y concisa?

El obstáculo del vocabulario

Todos conocemos la incómoda sensación de no poder seguir una conversación con alguien que utiliza una jerga específica de su trabajo o campo de experticia. Cualquier debate sobre doctrina conlleva mucha terminología teológica, por lo que nuestras mujeres necesitaban aprender su significado y desarrollar un nivel de comodidad con ella, en lugar de perderse entre la maleza.

Para superar este obstáculo, utilizamos los credos de la iglesia para explicar la terminología. Los credos pretenden destilar lo que encontramos en las Escrituras de una forma clara, digerible y fácil de transmitir. Esto los convierte en el vehículo ideal para condensar las verdades bíblicas en declaraciones memorables.

Por ejemplo, la definición de Calcedonia (451 d. C.) nos dio palabras para resumir que el Hijo de Dios es «una persona» con «dos naturalezas» y que Jesús es «de una sustancia con el Padre en cuanto a Su Deidad» y «de una sustancia con nosotros en cuanto a Su humanidad».

Una vez que adquirimos práctica en la articulación de la doctrina a partir de las Escrituras, utilizando el vocabulario de los credos y concilios, pudimos reflexionar sobre las implicaciones de la persona y la obra de Cristo en nuestra vida cotidiana. Al hacerlo, vimos dos beneficios alentadores en nosotras.

Beneficio #1: Las mujeres se enfrentaron a preguntas más profundas sobre Jesús

En la universidad, tuve la oportunidad de ser la chófer de mi abuela. Pasaba horas cada semana llevándola a la biblioteca, al supermercado y a sus citas en la peluquería. Cuanto más tiempo pasaba con ella, más crecían mis conocimientos sobre ella. En lugar de conocer bien sus galletas de azúcar navideñas, empecé a conocerla a ella. Aprendí qué historias la emocionaban, cómo lucía su rostro cuando hablaba con su estilista y qué situaciones le causaban estrés. Mi relación con ella pasó de la observación distante al conocimiento personal más profundo.

Del mismo modo, a medida que avanzábamos en las semanas de estudio de mi grupo, nos vimos obligadas a ir más allá de nuestros conocimientos básicos sobre Cristo y Su obra en la tierra. Al reflexionar sobre las implicaciones de Su divinidad y Su humanidad, surgieron preguntas más profundas:

  • ¿Sufrió Dios cuando Jesús murió en la cruz?
  • ¿Cómo puede una persona tener dos naturalezas?
  • ¿Cómo pueden las personas ver a Jesús y seguir viviendo? ¿No significa eso que no es completamente Dios?
  • Si Jesús sabe cómo van a salir las cosas, ¿cómo puede Su sufrimiento ser real?

¡Uf! Una mujer admitió en voz alta lo que la mayoría de nosotras estábamos pensando: «Hay muchas preguntas que tengo sobre Jesús que no sabía que tenía». Afortunadamente, no nos detuvimos ahí. Empezar a hacernos estas preguntas nos abrió el apetito para seguir estudiando en busca de respuestas.

Beneficio #2: Las mujeres profundizaron en su amor por Cristo.

A medida que las mujeres se sentían más cómodas expresando sus preguntas sobre Jesús, disfrutaban dejando que la Biblia respondiera a sus preguntas. Durante el tiempo de discusión en el grupo pequeño, una mujer compartió que nunca antes se había planteado el desafío que nos plantea el dolor de Jesús. Le preocupaba que la divinidad de Jesús hiciera que Su dolor humano no pudiera ser la misma prueba para Él que para nosotros. Seguramente, nuestras penas deben ser peores: no sabemos lo que pasará con nuestras historias como lo sabe Él. ¿Puede Jesús conocer realmente el dolor de sufrir una pérdida por un aborto espontáneo, la inseguridad de un diagnóstico aterrador o el dolor de perder a un ser querido?

En el estudio de la doctrina de Cristo, nuestra comprensión del Hijo se hizo más profunda y amplia y, al contemplarlo, llegamos a amarle más

Sin embargo, el testimonio constante de la Biblia sobre la humanidad de Cristo refutaba sus preocupaciones. Él es el Creador, el Redentor y el Rey que también ha experimentado en carne propia el agotamiento, la traición y el abandono. Sus dudas sobre la capacidad de Jesús para salir a su encuentro en el sufrimiento se vieron confrontadas por Su dolor hasta la muerte en Getsemaní. Cristo agotó toda la fuerza de las tentaciones de Satanás, ya que en última instancia nunca dobló la rodilla ante el hambre, las promesas de poder y el deseo humano de alivio.

Ella comprendió que el sufrimiento de Jesús fue aún más profundo por lo mucho que condescendió a experimentarlo. Los mismos textos que dejaban al descubierto los malentendidos calmaban sus temores ofreciéndole una visión más amplia de Jesús.

No se ataron todos los cabos sueltos. El Cristo glorioso no está contenido en el cosmos, así que mucho menos en un estudio. No respondimos claramente a todas las preguntas, pero progresamos. Nuestra comprensión del Hijo se hizo más profunda y amplia y, al contemplarlo, llegamos a amarle más.

Nuestro estudio sobre la doctrina de Cristo comenzó porque yo necesitaba refinar mis palabras sobre Jesús, pero ayudó a todas las mujeres de nuestro grupo a crecer en claridad sobre quién es nuestro Salvador. Recomiendo encarecidamente que estudies la cristología dentro de tu ministerio de mujeres, pero hay muchas más doctrinas que podrías abordar, dependiendo de las necesidades de tu grupo. La doctrina no está reservada a las aulas de los seminarios y los estudios de los pastores, sino que también puede abordarse en los estudios bíblicos de mujeres.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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