¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Existe un sinnúmero de aparatos eléctricos que la ingeniería moderna desarrolló para el hogar. Muchas casas cuentan con lavadora, tostadora, licuadora y secadora, por nombrar algunos de estos electrodomésticos. Estos aparatos tienen algo en común: necesitan una fuente de energía. Si no la tuviesen, serían una simple masa de metal y circuitos que no sirven para nada.

En la vida cristiana sucede algo parecido: se necesita una fuente de energía para poder operar de la forma en que Dios lo desea. La palabra «poder» en la Biblia obtiene su significado del término griego «δύναμις» [dúnamis], que en los tiempos de Cristo significaba «habilidad para hacer» y no tan solo una fuerza descomunal o algo parecido a una detonación. 

En las iglesias, la gran mayoría de los miembros quieren hacer para ser y así sentirse útiles en la obra. Aunque hacer es algo bueno, es importante considerar que necesitamos una fuente de poder que nos capacite para hacer la obra del Señor.

La fuente de poder del cristiano

En el Evangelio de Juan, Jesús nos habla de la importancia de permanecer en Él para llevar fruto: «Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer» (Jn 15:5).

Piensa por un momento: ¿qué fruto puede dar una persona que no permanece en Jesús? ¿Una persona que no busca conectarse con Él cada día? ¡Ninguno, según Jesús!

Cuando el poder viene de Jesús, la fuente genuina de poder, podemos esperar resultados útiles para Su causa y la gloria de Dios

La carne puede darnos la impresión de que estamos produciendo frutos de utilidad para la iglesia de Cristo, pero la carne es traicionera y busca su propia gloria. En cambio, cuando el poder viene de Jesús, la fuente genuina de poder, podemos esperar resultados útiles para Su causa y la gloria de Dios.

Esta idea de obtener poder de una fuente es mencionada en otros pasajes de la Biblia. Pedro nos dice que esa fuente es Dios:

El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén (1 P 4:11).

Presta atención a la frase «que lo haga por la fortaleza que Dios da». Otra versión dice: «ministre conforme al poder que Dios da» (RV60). Ese poder que necesitamos viene de Dios Padre, la fuente de poder sin la cual seríamos como esos aparatos eléctricos sin energía, que no pueden cumplir el propósito para el cual fueron creados y no tienen ninguna utilidad.

Pablo también lo deja en claro: «Porque Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención» (Fil 2:13). La habilidad para hacer (dúnamis) viene de Dios.

Vayamos ahora al libro de Hechos. Allí encontramos grandes enseñanzas sobre la Iglesia primitiva. Aquellos cristianos llegaron a ser conocidos como «los que trastornan el mundo» (Hch 17:6). Había algo extraordinario en ellos, algo que causaba el asombro de quienes les escuchaban.

Los apóstoles y primeros creyentes eran hombres ordinarios con un poder extraordinario. ¿De dónde venía ese poder? Lucas registra la promesa de Jesús: «Recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y serán Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1:8). El Espíritu Santo es la fuente de poder.

Separados del Dios Trino no tendremos el poder necesario para el servicio y, por lo tanto, tampoco los frutos que vienen de Él y para Él

Entonces, vemos en el Nuevo Testamento que la Trinidad es la fuente de poder del servicio cristiano. Juan nos recuerda que Jesús nos enseñó que separados de Él nada podemos hacer; Pedro nos dice que debemos servir con la fortaleza que viene de Dios y Pablo nos aclara que Dios es quien obra en nosotros el querer y el hacer; Lucas, por su parte, nos relata en el libro de Hechos que los cristianos recibimos poder del Espíritu Santo.

Recuerda tu fuente de poder

Debemos recordar, de forma activa e intencional, que el Dios Trino empodera nuestro servicio. De lo contrario, comenzaremos a buscar nuestra fuente de poder en cosas que la carne y el mundo puedan ofrecer. Separados del Dios Trino no tendremos el poder necesario para el servicio y, por lo tanto, tampoco los frutos que vienen de Él y para Él.

La humanidad se engaña pensando que separada de Dios puede producir frutos. ¡Peor aún! Los cristianos nos engañamos, enredados por nuestro ego, si pensamos que seremos capaces de producir frutos sin nuestra fuente de poder: el Dios Trino.

En la visión del candelabro y los olivos, Zacarías pide al ángel que le explique el significado de lo que vio. Entonces el ángel le responde: «Esta es la palabra del Señor a Zorobabel: “No por el poder ni por la fuerza, sino por Mi Espíritu”, dice el Señor de los ejércitos» (Zac 4:6).

Esta es una frase que necesito recordarme a menudo: «“No por el poder ni por la fuerza, sino por Mi Espíritu”, dice el Señor de los ejércitos». Espero que la tengas presente tú también.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando