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Dios no quiere que seamos fuertes. Dios quiere ser nuestra fuerza.

Quizá una mejor manera de decirlo es esta: Dios quiere que seamos muy fuertes, pero de manera muy diferente a como generalmente lo deseamos nosotros. A menudo queremos ser fuertes en una forma que nos haga quedar bien. Dios quiere que seamos fuertes en una forma en que Él quede bien. En un mundo caído, estos dos conceptos muchas veces están en desacuerdo.

Ahora, si no tuviéramos pecado, nuestros deseos y los de Dios estarían en perfecta armonía. Solo querríamos ser fuertes en la fuerza que Dios provee (1 Pe. 4:11). Pero dado a que tenemos pecado, hay disonancia entre la fuerza que deseamos tener y la fuerza que Dios desea darnos.

Como resultado, podemos encontrarnos profundamente desanimados por las mismas limitaciones y adversidades que Dios ha diseñado para cultivar en nosotros una fe fuerte, valiente, y liberadora.

Atrapado en debilidad

En Éxodo 12, el pueblo de Israel había sido liberado milagrosamente de la esclavitud, y llevado fuera de Egipto por Moisés. Y en Éxodo 14, Israel había acampado al lado del mar Rojo, en una posición vulnerable y probablemente desconcertante. Dios había instruido a propósito a Moisés para que llevara a Israel a ese lugar donde había determinado humillar a Faraón y a los egipcios de forma dramática una última vez. Otro punto de exclamación a poner en la declaración a Egipto y al mundo que resonaría para siempre en la historia humana: “Yo soy el Señor” (Éx. 14:4).

Pero los israelitas no entendieron los propósitos de Dios. Probablemente había mucha murmuración sobre qué se supone que estaban haciendo acampando en lo que parecía un camino sin salida. Esto escaló a pánico cuando el ejército del faraón apareció y los acorraló contra el mar. Parecía ser el peor escenario: morir por la espada o morir ahogados.

Y como muchos nos sentiríamos, el pueblo estaba asustado y enojado. Le gritaron a Moisés: “¿Acaso no había sepulcros en Egipto para que nos sacaras a morir en el desierto? ¿Por qué nos has tratado de esta manera, sacándonos de Egipto?” (Éx. 14:11).

Estaban atrapados en un lugar débil, un lugar diseñado para ellos por Dios.

Debilitados para aprender dónde está realmente la fuerza

La respuesta de Moisés al pueblo lleno de pánico fue: “No teman; estén firmes y vean la salvación que el Señor hará hoy por ustedes. Porque los egipcios a quienes han visto hoy, no los volverán a ver jamás. El Señor peleará por ustedes mientras ustedes se quedan callados” (Éx. 14:13-14).

Y claro que peleó por ellos. Mientras detenía al ejército egipcio con la columna de fuego, abrió para los israelitas un camino seco a través del mar Rojo. Luego soltó a los egipcios, quienes persiguieron a Israel con todas sus fuerzas mar adentro, el cual los tragó.

Y del otro lado, Moisés y el pueblo estallaron en una canción que aún cantamos hoy:

“Mi fortaleza y mi canción es el Señor, y ha sido para mí salvación; éste es mi Dios, y Lo Glorificaré, El Dios de mi padre, y Lo ensalzaré” (Éx. 15:2).

Cuando el ejército egipcio apareció, Dios pudo haber hecho a Israel una nación de Sansones. El Espíritu Santo pudo haber sobrevenido sobre todos y podían haber acabado con Egipto con unas cuantas quijadas de asno. ¿Por qué Dios no hizo eso?

Bueno, ¿recuerdan a Sansón? Cuando Dios le dio a Sansón el poder de vencer a mil filisteos él solo, ¿cuál fue la canción que Sansón cantó luego?

“Con la quijada de un asno, montones sobre montones, con la quijada de un asno he matado a 1,000 hombres” (Jueces 15:16).

“He matado”. No hay himno a Dios por parte de Sansón después de ninguna de sus hazañas, y no sobrevivió aquella por la cual probablemente es mencionado como modelo de fe en Hebreos 11:32. Dios era la fuerza de Sansón, pero Sansón nunca lo reconoció en realidad.

Dios quería que Israel entendiera que Él era su fuerza y su salvación para que Él se convirtiera en su canción. Es por eso que los puso en un lugar de debilidad e impotencia.

El Señor es nuestra fuerza

El éxodo fue en el Antiguo Testamento la más grande prefigura del evangelio de Jesucristo. Dios nos libera a todos como niños indefensos, atrapados entre las fuerzas del mal y la ira de Dios. Jesús es nuestro libertador, y su cruz y resurrección nuestra liberación.

Pero el éxodo, junto con las otras historias bíblicas de redención, también nos recuerda que Dios diseña con propósito nuestros lugares de debilidad y nos los asigna. Cuando nos sentimos atrapados en ellos, podemos estar profundamente desanimados, en pánico, e incluso enojados. Los propósitos de Dios en tales experiencias generalmente al principio no están claras. Las cosas se ven como si Él hubiera cometido un gran error, o es caprichoso. Pero no lo es.

La verdad es que, como personas pecadoras, realmente no entendemos lo que significa para Dios ser nuestra fuerza y nuestra salvación hasta que somos puestos en un lugar lo suficientemente débil donde Él es nuestra única opción. Al principio, esto no se siente como gran misericordia, pero después, a veces mucho después, descubrimos que fue un regalo de misericordia sin medida. Y entonces, Dios en verdad se vuelve nuestra canción.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Harold Bayona.
Imagen: Lightstock
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