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Nuestra hambre de Dios no se limitará a quedarse en casa. A medida que lo conozcamos y nos deleitemos en todo lo que Él es por nosotros en Jesús, nuestra alegría en Él irá más allá de la experiencia personal, a buscar que se reproduzca en los demás. Una de las formas más sencillas en que nos damos cuenta de esto es tomando en serio cómo oramos: deseando y pidiendo por los demás las mismas cosas que deseamos y pedimos para nosotros mismos.

Es algo hermoso, un milagro, cuando nos involucramos en la santificación de los demás tanto como en la nuestra. Y por supuesto, el mejor lugar para comenzar es con nuestras esposas.

Así que, hombres, aquí hay diez cosas qué desear de Dios y pedirle para tu esposa:

1. Dios, sé su Dios. Sé su tesoro que satisface todas las cosas, y su todo. Hazla celosa de tu exclusiva supremacía por encima de todos sus afectos (Sal. 73:24-25).

2. Aumenta su fe. Dale una confianza sólida de que tu incomparable poder siempre se ejerce para su completo bien en Cristo (Ro. 8:28-30).

3. Intensifica su alegría. Que tenga una alegría en ti a tal grado que abandone todo a las riquezas de tu gracia en Jesús, y que diga firmemente, claramente, gustosamente: “Iré a cualquier lugar y haré cualquier cosa si tú estás allí” (Ex. 33:14-15).

4. Suaviza su corazón. Rescátala del escepticismo, y hazla sensible a tu presencia en los detalles más complicados, desde pañales sucios hasta la multitud de otras necesidades que la has llamado a realizar (He. 1:3).

5. Haz que atesore tu iglesia. Construye relaciones en su vida que la desafíen y la animen a caminar en sintonía con la verdad del evangelio, y haz que ame las reuniones de la iglesia, la Cena del Señor, y la vida cotidiana del cuerpo de Cristo (Mr. 3:35).

6. Dale sabiduría. Hazle ver dimensiones de la realidad que yo pasaría por alto, y acompaña su visión con un espíritu tierno y sereno que se sienta seguro y celebrado (1 Pe. 3:4).

7. Sostén su salud. Continúa otorgando tu don de la salud, y guárdanos de darlo por sentado, ya que lo das por gracia comprada con sangre (Sal. 139:14).

8. Multiplica su influencia. Anima y profundiza el impacto que tiene en nuestros hijos. Dale dulces vislumbres de ello. Derrámala en amor por nuestros vecinos, y genera formas creativas para involucrarlos por el amor de Jesús (Jn. 12:24).

9. Haz que escuche tu voz. Que lea la Biblia y la acepte como lo que realmente es, tu palabra, tu misma palabra para ella en donde se encuentre. Tu palabra está llena de gracia y poder, y tiene todo lo que se necesita para la vida y la piedad (2 Pe. 1:3).

10. Véncela con Jesús. Que ella sepa de su unión a Él, que es una nueva criatura en Él, que es tu hija en Él; que no está más en Adán y muerta en pecado, sino que ahora está en Cristo y viva para ti, para siempre (Ro. 6:11).

Y por mil cosas más. Amén.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Wilmer Rodríguez.
Imagen: Lightstock.
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