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Nota del editor: 

Este artículo es un fragmento adaptado de Nuestra adoración importa: Guiando a otros a encontrarse con Dios. Bob Kauflin. B&H Publicaciones.

Así como no podemos adorar al Padre separados de Jesucristo, la adoración es imposible separados del Espíritu Santo. La Escritura describe al Espíritu como el miembro de la Trinidad que nos revela la realidad, la presencia y el poder de Cristo, para la gloria de Dios. Pablo proclama que “por medio de Cristo” todos los creyentes “tenemos nuestra entrada al Padre en un mismo Espíritu” (Ef. 2:18).

Es el Espíritu quien inicialmente abre nuestros ojos para ver nuestro pecado y causa que nuestros corazones confíen en el Salvador para el perdón. Él provoca que nuestros espíritus muertos cobren vida (Gál. 5:25). El Espíritu nos confirma que somos hijos de Dios y nos muestra lo que Dios nos ha dado gratuitamente (1 Cor. 2:12). Él nos consuela en las pruebas, nos ilumina en nuestra confusión y nos da poder para que sirvamos a otros, para el deleite de Dios y la gloria del Hijo. Todo es parte de la extensa obra del Espíritu Santo.

Pablo les recuerda a los filipenses que “nosotros somos la verdadera circuncisión, que adoramos en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no poniendo la confianza en la carne” (Fil. 3:3). Parte de su intención es comunicar nuestra necesidad de depender del poder de Dios en vez del propio cuando nos acercamos a Él.

Dios ha enviado a Su Espíritu para ayudarnos. Mostramos nuestra dependencia al pedirle que nos dé poder por Su Espíritu. Esa es la razón por la cual se nos enseña a orar en el Espíritu y por el Espíritu y orar por la obra del Espíritu (Ef. 6:18; Jud. 20; Rom. 8:26). Él nos ayuda en nuestra debilidad. La oración es una de las maneras principales en que mostramos nuestra gran necesidad de dependencia de Dios.

El Espíritu Santo está presente y activo cada vez que la iglesia se reúne. Solo necesitamos entender bíblicamente lo que esto significa. Cuando las personas captan algo de la gloria de Dios, el Espíritu está activo. Cuando las personas reciben esperanza y fortaleza en medio de la prueba, el Espíritu está activo. El Espíritu puede también elegir demostrar Su presencia por medio de la profecía, la sanidad o un sentir intenso de Su cercanía.

El Espíritu Santo está presente y activo cada vez que la iglesia se reúne. Solo necesitamos entender bíblicamente lo que esto significa.

Así que espera con entusiasmo que Él cumpla Su promesa de manifestarse con poder en nuestras actividades cuando nos reunimos en Su nombre. Confía en Su Palabra en cuanto a que Él desea darnos a cada uno manifestaciones de Su Espíritu para el bien de Su iglesia (1 Cor. 12:11). Y escucha y observa con atención la dirección e indicaciones del Espíritu, dejando espacio para que Él opere espontáneamente.

Si admitimos nuestra dependencia del Espíritu de Dios y esperamos que esté operando con poder, entonces deberíamos recibir humildemente lo que Él está haciendo. Eso, primeramente, significa cumplir nuestras responsabilidades con gozo, expectativa y fidelidad. Ningún domingo es un domingo “normal”. Ninguna reunión es una reunión de “rutina”. Cada vez que nos reunimos, podemos esperar que Dios actúe milagrosamente, transformándonos a su imagen mientras contemplamos su gloria (2 Cor. 3:18).

No cometamos el error de exaltar ciertas manifestaciones del Espíritu sobre otras, viéndolas como marcas de “verdadera” espiritualidad. Pero, no erremos por otro lado en ignorar nuestra dependencia del Espíritu en nuestra adoración y desear Su activa presencia cuando nos reunimos. Busquemos y gocémonos en todo lo que Dios tiene para nosotros.


Imagen: Lightstock.
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