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Tuve la oportunidad de entrevistar a Wendy Bello, autora del libro Decisiones que transforman. Se trata de un estudio bíblico de seis semanas basado en la vida de ocho mujeres de la Biblia, y cómo las decisiones que tomaron tuvieron un efecto en sus vidas para bien o para mal.

Wendy Bello es una licenciada en lengua y literatura inglesa, escritora, y conferencista cubana, radicada en la ciudad de Miami. Está casada con Abel, y tienen dos hijos. Puedes visitar su blog personal.


¿Pueden nuestras decisiones genuinamente transformarnos?

Quizá debamos comenzar por decir que el principio de la transformación ocurre cuando empezamos a caminar con Cristo. Sin Él, no hay transformación posible, de nada.

Ahora bien, parte de ese nuevo andar es la obra transformadora del Espíritu Santo en nuestras vidas para llevarnos cada vez más a la imagen de Cristo. Eso ocurre en gran parte como resultado de nuestra obediencia a su Palabra. Y es ahí donde vienen las decisiones transformadoras, cuando por la gracia de Dios empezamos a caminar por otro rumbo, el rumbo que el Señor ha diseñado para nosotras en su Palabra, y cuando le obedecemos.

Una mala decisión del pasado no determina quién soy en el presente o en el futuro, porque lo que hice sin conocer a Cristo ha quedado atrás.

Por eso es que hablamos de decisiones que transforman, porque entendemos que “ya no vivo yo, ahora Cristo vive en mí” (Gá. 2:20), y por lo tanto puedo actuar de manera diferente. Somos llamadas a tomar decisiones que den gloria a Dios y le agraden; y eso, poco a poco, va transformando nuestra vida, llevándonos a reflejar al Cristo que ahora vive en nosotras.

¿Qué efecto tienen las mentiras que muchas veces creemos sobre nuestras decisiones?

Creo que uno de los efectos es paralizarnos, hacernos creer que no hay esperanza. Miramos una determinada decisión que tomamos y quisiéramos dar vuelta atrás al reloj, ¡pero no es posible!

Eso a veces nos paraliza, nos hace sentir derrotadas. Y sí, las decisiones tienen consecuencias, algunas difíciles, otras dolorosas, pero eso no quiere decir que una mala decisión sea el final de mi vida. ¡No lo es si conozco a Cristo! Pensar de la manera errada es, primeramente, una estrategia del enemigo de nuestra alma para que tiremos la toalla. Además, es darle un poder a mi decisión, a mi “yo”, que no existe. Y también es una manera de ignorar la gracia de Dios que es suficiente incluso cuando enfrentamos una mala decisión.

Por otro lado, una mala decisión del pasado no determina quién soy en el presente o en el futuro, porque lo que hice sin conocer a Cristo ha quedado atrás. Ahora soy una nueva criatura que Él ha salvado y en quien está obrando.

Otra mentira que abrazamos fácilmente es creer que una cierta decisión es imperdonable. ¡No hay decisión tan terrible que Dios no pueda perdonar! De hecho, esa mala decisión también está cubierta por el sacrificio de la cruz. Tal y como dices en tu pregunta, son mentiras, y debemos tratarlas como tales.

En tu libro mencionas que nuestra unión con Cristo y encontrar plenitud en Él nos lleva a tomar decisiones que nos transforman. ¿Por qué crees que nos cuesta tanto entender y vivir conforme a esta verdad?

Considero que, en gran parte, se debe justamente a no entender la nueva identidad en Cristo, que ya estamos completas porque Él lo hizo todo. Cristo lo es todo y ahora habita en nosotros por medio de su Espíritu. Al no entender esto, vamos buscando de un pozo en otro algo que nos llene, como menciono en el libro. Y claro, ya que nada podrá llenarnos ni darnos plenitud fuera de Cristo, las decisiones que tomamos en esa búsqueda nunca serán transformadoras sino más bien destructoras.

Tomar decisiones que agraden a Dios y nos lleven a ser más como Cristo requerirá una total dependencia de Él.

Nos cuesta entenderlo porque el mundo que nos rodea constantemente nos vende la idea de que somos fuertes, independientes, suficientes para decidir nuestra propia vida ¡y lo hemos creído! Es el mismo engaño original, creer que es posible la plenitud fuera de Dios. Los resultados de esas decisiones son devastadores.

¿De qué manera podemos ser mujeres que tomen decisiones que nos lleven a agradar y ser más como Cristo?

Debemos comenzar por reconocer que no tenemos la capacidad natural de tomar buenas decisiones. Nuestro corazón, mientras estemos de este lado de la eternidad, siempre tendrá tendencia al mal porque este es un mundo bajo los efectos del pecado. Y no podemos esperar obtener resultados diferentes si hacemos las cosas de la misma manera. ¡Algo tiene que cambiar!

Así que es crucial que entendamos que tomar decisiones que agraden a Dios y nos lleven a ser más como Cristo requerirá una total dependencia de Él. Eso implica que seamos mujeres de oración, que no decidamos a la ligera, sino que busquemos la dirección del Señor y su consejo. ¿Y dónde está el consejo de Dios? ¡En su Palabra!

No me canso de repetir que estamos llamadas a ser —necesitamos ser— mujeres de la Palabra. ¿Cómo sabremos qué le agrada a Dios si no conocemos bien su Palabra? Y claro, no puedo quedarme solo en conocerla, y conocerla bien, ¡tengo que obedecerla! Las decisiones son acciones que comienzan por un pensamiento. Nuestra mente necesita ser renovada, como nos enseña Pablo en Romanos 12:2, para que luego nuestras decisiones sean diferentes. ¿Y cómo la renovamos? Con la Palabra de Dios.

Lo que llene mi mente, llenará mi corazón y dictará mi caminar. Es hora de dejar de llenar la mente de toda la basura que el mundo nos ofrece, y comenzar a llenarla de la verdad de Dios. ¡Eso es una decisión transformadora!


IMAGEN: LIGHTSTOCK.
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