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Una pregunta que recibo de manera frecuente de parte de los padres es si está mal que ellos hagan que sus hijos pidan perdón cuando han sido irrespetuosos o desobedientes. Su temor es que puedan estar entrenando a sus hijos a mentir. ¿No sería mejor esperar a que el niño pida perdón por su propia cuenta cuando él sienta un genuino remordimiento, en vez de que solo repita una disculpa que se le ha enseñado? Definitivamente, es recomendable querer que tu hijo hable o actúe solo con las motivaciones correctas. Y sí, la buena obediencia va más allá de solo decir las palabras correctas: buena obediencia es acciones correctas más motivaciones correctas; hacer lo correcto por las razones correctas.

Pero, ¿cómo es inculcada la buena obediencia? ¿Cómo se forma? Puede que la respuesta le sorprenda. A diferencia de los adultos, quienes típicamente aprenden razonando, los niños aprenden haciendo. Los adultos usualmente deben estar convencidos de que una línea de acción es la correcta antes de perseguirla. Por otro lado, los niños aprenden la acción correcta antes de estar capacitados para evaluar las razones correctas. Hacer lo correcto precede al entendimiento de por qué debe ser hecho. Los padres intuitivamente entienden y emplean este “entrenar verdad” con sus hijos en muchas áreas:

  • Los entrenamos en el lenguaje de cortesía antes de que ellos deseen ser corteses (“Por favor”, “Perdón”).
  • Los entrenamos en el lenguaje de la gratitud antes de que ellos deseen ser agradecidos (“Gracias”).
  • Los entrenamos en el lenguaje del respeto antes de que ellos deseen ser respetuosos (“Señor”, “Señora”).
  • Los entrenamos en el leguaje de orar antes de que ellos deseen orar (“Dios es bueno”, “Dios es grandioso”, “El Padre Nuestro”).

En resumen, nosotros le enseñamos a los hijos el lenguaje que ellos necesitan para interactuar con otros antes de que ellos tengan cualquier concepto real de cuál lenguaje es necesario y bueno. Por esto, responderé a la pregunta “¿debo hacer que mi hijo pida perdón?” con un enfático “sí”. Si equipamos fielmente a nuestros hijos con lenguajes de cortesía, gratitud, respeto y oración, ¿por qué no podríamos equiparlos también con un lenguaje de perdón? ¿No es algo de igual importancia que ellos deban conocer? ¿Cómo entrenarlos para pedir perdón los estimula a mentir más que entrenarlos a decir “gracias” antes de que ellos estén verdaderamente agradecidos? ¿No es una falta de amor dejarlos con las manos vacías verbalmente cuando enfrentan una situación donde el perdón necesita ser tratado?

Niño litúrgico

Los niños son maravillosas criaturas litúrgicas: ellos aman la repetición. Esto explica su capacidad de disfrutar el mismo libro o video una y otra vez, su apego a una rutina para dormir o a un par de medias en particular, su tendencia a gritar “¡otra vez, otra vez!” cuando montan un carrusel. Los niños están diseñados para la repetición porque la repetición les ayuda a aprender. Un pastor no asume que su congregación posee una fe genuina porque repitan el Credo Apostólico cada semana. Como padres no asumimos que nuestro niño siente un genuino arrepentimiento solo porque ha sido entrenado a decir “lo siento”.

Aun así, les damos las palabras correctas, confiando en que las motivaciones correctas vendrán en la medida en que maduren. Al igual que la congregación necesita ser testigo de que su pastor vive las verdades de la liturgia que le ministra a ellos, también nuestros niños necesitan ser testigos de que vivimos la verdad del lenguaje que les enseñamos. Los niños que ven a sus padres pedir perdón genuinamente y sin remordimientos, cuando han sido tratados injustamente, aprenderán rápidamente a hacer lo mismo.

Cada vez que le pedimos perdón a nuestros hijos le damos una imagen de lo que es madurar, disculpas que honran a Dios suenan como: “Siento tanto el haberte herido con mis palabras. Si yo fuera tú me hubiese sentido asustada y triste por los gritos de mamá. No es correcto que te hable de ese manera. Tú eres preciado para mi. Te amo demasiado, y no quiero volver a hacer eso otra vez. No honré a Dios y no te honré a ti. Oro para que Dios me ayude a detenerme. ¿Me perdonas?”

Hijos mayores y las disculpas

¿Debemos requerirle el pedir perdón a los hijos mayores? Mientras los hijos maduran ellos aprenden a conectar los motivos correctos con las acciones correctas. Ellos se vuelven capaces de buscar el perdón sin palabras memorizadas. Un hijo mayor que ha demostrado un genuino remordimiento en el pasado (y ha visto el modelo) está probablemente listo para un enfoque diferente cuando el pedir perdón sea necesario.

  • “Esa fue una gran explosión. ¿Qué crees que debería pasar ahora?” (“Necesito disculparme”) “Sí. ¿Quieres hacerlo ahora, o necesitas algunos minutos para pensar en qué quieres decir?”
  • “Creo que conoces la acción correcta. Oro para que el Espíritu Santo te muestre tu necesidad de perdón. Estamos listos para hablar contigo cuando tú lo estés”.
  • “Debes pedirle perdón a tu mamá. ¿Por qué no te tomas un momento para pensar en qué quieres decir, y cuando estés listo, ve y dile cómo te sientes con lo que pasó?

Entonces, sí, espera por un genuino arrepentimiento. Si se dilata en aparecer, probablemente necesiten conversaciones adicionales sobre cómo la falta de perdón daña las relaciones, y probablemente necesitas consecuencias para llevarlos al punto. Pero un niño que conoce la seguridad de tener padres que rápidamente se arrepientan y pidan perdón generalmente correrá a hacer lo mismo. Entonces, sí, pide una disculpa de tu joven hijo. No dejes que el miedo de crear un mentiroso impida la formación de su hijo en la liturgia del arrepentimiento. Modela para ellos un arrepentimiento que honre a Dios, trátelos con fidelidad en el lenguaje del perdón, y pídale a Dios que use sus palabras y su ejemplo para traer un genuino arrepentimiento en sus jóvenes corazones.


Publicado originalmente el 22 Julio para The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún 
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