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Yo soy lo que se podría llamar “un amante de la política”. Leo muchos comentarios políticos por internet. Tengo suscripciones a revistas y periódicos con temas políticos. Estudié ciencias políticas en la universidad y trabajé con uno de mis profesores en un texto de estudio para el tema de gobierno en Estados Unidos. Yo sigo de cerca el acontecer político en mi estado y en mi país más que otros pastores. Todo esto lo digo como un prefacio a lo que diré.

Los pastores deben tener cuidado y no dejarse arrastrar por la tormenta diaria del ámbito político en Estados Unidos (o Inglaterra, o Canadá, o Latinoamérica, o en donde sea).

Presta atención al uso de las palabras “pastores” y “cuidadosos” en la oración anterior. Este no es un mandato absoluto ni una acusación. Esta es una advertencia específica para pastores. Yo mismo he comentado de asuntos políticos. No estoy hablando a favor de cerrar las puertas de la iglesia, cerrarnos al mundo, y encogernos los hombros ante la injusticia y decadencia social. Hablo de un compromiso firme ante las prioridades ministeriales de predicar, orar, y pastorear el rebaño que se nos ha confiado.

De nuevo, quiero ser claro: no estoy en contra de cristianos incursionando en la arena política. Necesitamos más de esos, no menos. No estoy en contra de pastores que capacitan a su gente para hacer una diferencia en el mundo. Ni siquiera estoy en contra de pastores que hablan directamente de asuntos, casos, políticas, o temas de legislación. Entonces ¿cuál es mi preocupación?

Me preocupa cuando veo que un pastor pasa mucho tiempo en internet comentando en lo que sea que domina la situación política ese día. ¿Cómo tiene un pastor el tiempo para estar al tanto de los más íntimos detalles de lo que pasa en la administración de Trump, tanto como para comentarlo continuamente?

Me preocupo cuando veo a pastores dogmáticamente equiparando valores bíblicos con ciertas políticas. Hay muchas razones para oponerse a las órdenes ejecutivas de Trump, pero el mandamiento bíblico de amar a los extranjeros en sí no establece cuántos refugiados o inmigrantes un país debe aceptar, o de dónde.

Me preocupo cuando veo a pastores apoyando causas que buenos cristianos podrían estar en desacuerdo. Hay muchas razones por las que alguien podría entusiasmarse por la persona nominada por Trump a la suprema corte, pero no hay nada en la Biblia que diga que los cristianos deben ver la Constitución como estable y sin posibles variaciones.

Me preocupo cuando veo a pastores alejando a miembros de sus congregaciones por asuntos políticos que requieren consideración prudente. Hablaré del aborto, el matrimonio, y el racismo, porque la Biblia habla directamente del valor de la vida desde el vientre, la definición de matrimonio, y el pecado del racismo. Puede que analice controversias actuales con el objetivo de ayudar a las personas a observar el mundo con cuidado y de manera constructiva. Pero no quiero llamar pecado a lo que la Biblia no llama pecado. Nuestros ancianos en la iglesia (espero yo) deben disciplinar a un miembro de la iglesia por promover el aborto, por violar el entendimiento bíblico del matrimonio, o por tener intensiones racistas, pero no podemos (espero yo) disciplinar a alguien por tener una conclusión política basada en consideraciones metódicas que no pueden ser probadas (o refutadas) por la Escritura.

Me preocupo cuando veo a pastores haciendo alegaciones extravagantes y sin matizar en asuntos que requieren un alto nivel de conocimiento y pericia. Debemos ser expertos en la Biblia y en el cuidado de almas. Después de eso, algunos pastores pueden ser particularmente meditabundos y dados a la lectura, pero seamos tardos para hablar en aquellas áreas en donde sabemos muy poco.

Me preocupo cuando veo a pastores comentando con frecuencia en un sinfín de controversias políticas. Podemos decir: “Yo hago eso solo en Twitter y Facebook. Me toma treinta minutos al día, y el resto del día estoy en reuniones, visito a personas en el hospital, y trabajo en mis sermones”. Puede que sea verdad, pero cada persona que ve tu imagen pública, ve que el principio que mueve tu vida no es el evangelio de Jesucristo, o la exposición de las Escrituras, o el amor a los santos, sino un desmán diario, con críticas a la política y comentarios sociales.

Mi querido hermano pastor, no puedo decirte cuánto tiempo es demasiado para gastarlo en asuntos políticos. No hay una fórmula exacta. Pero yo sé que debo guardar mi propio corazón para no malgastar mi tiempo y energía emocional. Debemos tener cuidado de no crear un precedente que comunica: “Puedes contar con que estaré comentando de todo, constantemente”. Somos mensajeros de quien es, quien fue, y quien será; y no los corresponsales de lo que sea que está pasando ahora. No ayudamos a nuestras personas, ni a nuestras almas, cuando intentamos navegar por las oleadas de los medios, creando sin cesar remolinos de últimas noticias.

No sé si estoy predicándoles “a los que llegan temprano”, pero seguro me predico a mí mismo. Deja el teléfono celular. Cierra el navegador de internet. Deja de intentar cambiar el mundo un tweet a la vez. Asegurémonos de escudriñar nuestras Biblias y conocer a nuestras personas mil veces mejor que los altos y bajos de la administración de Trump. Que no nos asuste guardar silencio en las redes sociales —no siempre, pero a menudo— en un mundo que está hambriento por ruido político. Solo porque el internet nos da un micrófono, no significa que debemos usarlo para hablar.

 

Publicado originalmente por Kevin DeYoung. Traducido por Fanny Stewart-Castro
Imagen: Lightstock.
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