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¿Cómo se verá tu vida al final de tus días, cuando tu ministerio se haya “cumplido”? Quizá estés comenzando tu ministerio, pero quiero que pienses sobre cómo esperas que él se vea al final de tu vida. 

Cuando todo concluya y “cumplas” tu ministerio, ¿qué habrás logrado? ¿Qué palabras habrás dicho? ¿Qué legado habrás dejado? ¿A quién dejarás a cargo? ¿Quién estará a tu lado? ¿Qué es lo que más te preocupará? ¿Dónde descansará tu confianza?

2 Timoteo es la última carta del apóstol Pablo. Él escribe esta carta sabiendo que ha llegado al final de su vida. Pablo ha cumplido su ministerio (4:6-8) y quiere que Timoteo cumpla el suyo (4:5): predicar la palabra, no avergonzarse, y soportar el sufrimiento. Al ver el final de la vida y el ministerio de Pablo, vemos que para cumplir nuestro ministerio debemos entender cuáles son nuestras necesidades, qué debe preocuparnos, y dónde descansa nuestra confianza. Al comenzar tu ministerio, ¿cuál es tu mayor necesidad? ¿Cuál es tu preocupación primaria? ¿Dónde descansa tu confianza? 

Nuestra gran necesidad 

Si hemos de cumplir nuestro ministerio, entonces necesitamos amistades que estén ancladas en el evangelio. Es verdad que Pablo tenía necesidades al final de su vida. Sentado en una fría prisión con el invierno acercándose, necesitaba su capa (4:13). 

En el ministerio pastoral es fácil olvidar que tenemos necesidades físicas. Después de todo, somos personas enteras: cuerpo y espíritu. Cuando descuidamos nuestras necesidades físicas, negamos el hecho de que somos llamados a glorificar a Dios con todo nuestro cuerpo (1 Co. 6:20). A lo largo de la historia los cristianos han enterrado a los muertos en vez de quemarlos porque creemos en la resurrección del cuerpo. Aun así, hoy en día muchos pastores niegan funcionalmente la resurrección del cuerpo al descuidar sus cuerpos. Si hemos de cumplir nuestro ministerio, entonces debemos cuidar nuestros cuerpos, descansando suficientemente y teniendo una dieta saludable. Hermanos, no descuiden sus necesidades físicas y corporales. 

Pero la mayor necesidad de Pablo al final de su vida y ministerio no es física; es relacional. Pablo anhelaba las relaciones enraizadas en el evangelio que había construido a lo largo de su ministerio. Nota cómo le pide tres veces a Timoteo que venga a verlo (4:9, 13, 21). De hecho, Pablo comienza su última carta dejándole saber a Timoteo que desea verlo, “para llenarme de gozo” (1:4). A lo largo de su vida, Pablo había hecho muchos amigos en el evangelio. Al final de su vida y ministerio, Pablo desea tener a Timoteo, su hijo en la fe, a su lado. Otros se habían ido a ministrar en diferentes lugares (4:10). Solo Lucas permanecía con Pablo en este tiempo (4:10). 

Por supuesto, Pablo también sabía lo que era sentirse abandonado por aquellos que se hacían llamar sus amigos. Pablo ya le había dicho a Timoteo que todos “sus amigos” que estaban en Asia lo habían abandonado, incluyendo a Figelo y Hermógenes (1:15). Y ahora Demas, amando a este mundo, también lo había desertado (4:10). Asimismo, en su primera defensa, muchos lo habían abandonado (4:16). Esta es una pena que todos experimentaremos en el ministerio: la realidad de la deserción y el abandono de nuestros supuestos compañeros en el evangelio. 

Al buscar cumplir tu ministerio, algunas de las personas que más te herirán son aquellas más cercanas a ti. 

Si hemos de cumplir con nuestro ministerio, necesitamos pieles duras y corazones suaves.

Pero nota cómo Pablo responde. En vez de responder en enojo pecaminoso o amargura, él dice: “No les sea tomado en cuenta” (4:16). ¡Increíble! Esa es una lección importante. Si hemos de cumplir con nuestro ministerio, necesitamos pieles duras y corazones suaves. Cuando vengan ataques o acusaciones, cuando experimentemos deserciones o abandonos, necesitamos tener una piel dura, difícil de penetrar, sin devolver mal por mal. Más bien debemos responder con un corazón suave. Después de todo, nunca sabes si el Señor restaurará a aquellos amigos con quienes tuviste conflicto. 

Vemos esta gracia hermosa en la misma vida de Pablo, ¿no es así? Pablo pregunta por Juan Marcos (4:11). ¿Recuerdas a Juan Marcos? Él es quien causó fuertes desacuerdos entre Pablo y Bernabé debido a dudas sobre su utilidad en el ministerio (Hch. 15:36-40). Aun así, al final de su vida, esta es la misma persona que Pablo le pide a Timoteo que traiga porque le es útil en el ministerio. 

Mi punto es sencillo. Aunque Pablo tenía muchos amigos en el evangelio (4:19-21), su mayor necesidad era tener compañerismo con aquellos cercanos a él en el evangelio. Al empezar tu ministerio y mientras piensas cómo quieres terminar la carrera, ¿quién estará a tu lado en ese momento? ¿A quién desearás tener a tu lado? Si hemos de cumplir nuestro ministerio, necesitamos amistades ancladas profundamente en el evangelio.

Por la gracia de Dios tengo amigos a quienes puedo llamar cuando enfrento dificultades en la vida y el ministerio. ¿Tienes tú a hermanos así? Si no, cultiva esas relaciones ahora. Encuentra hermanos con los que puedas verte para orar en tu ciudad. Reúnanse frecuentemente. Anímense unos a otros. Pero, en especial, busca cultivar amistades ancladas en el evangelio entre los pastores (ancianos) de tu propia iglesia. Algunas de las relaciones más significativas que el Señor me ha dado son aquellas formadas entre los mismos ancianos de mi iglesia. 

Nuestra preocupación primaria 

Por supuesto, al final de la vida y ministerio de Pablo, él no solo pensaba en sí mismo, compadeciéndose de su situación. ¡No! La preocupación central de Pablo seguía siendo la continuación del ministerio del evangelio. Por eso quería a Juan Marcos (4:11). A Pablo le preocupaba que el ministerio del evangelio continuara a través de otros (4:12). Observa cómo al final de su vida él dirige a otros, orquestando un ministerio fiel en los lugares donde Pablo todavía tenía influencia (4:10, 12). Recuerda, Pablo está en prisión. Y aun así su mayor preocupación no es salir de prisión, sino que el evangelio continúe esparciéndose. 

A Pablo también le preocupaba su propio crecimiento en este evangelio (4:13). En otras palabras, él sigue haciendo lo que le urgía hacer a Timoteo: crecer en las palabras de Dios que nos hacen sabios para salvación (3:14-17). Pablo todavía busca ser un hombre de Dios que sea un obrero aprobado en el ministerio del evangelio (2:15-18). Es por eso que le pide a Timoteo que le traiga los libros y los pergaminos (4:13). Pablo entiende que la necesidad de crecer en la gracia y el conocimiento de Jesucristo nunca termina. Hermanos, si hemos de cumplir con nuestro ministerio, debemos darnos cuenta de que nunca llegaremos a no necesitar leer y estudiar las Escrituras. Necesitamos continuar aprendiendo, ser corregidos, ser entrenados en justicia. Entonces, establece ahora un plan de lectura bíblica regular y estudia la Escritura. Prioriza tus devocionales personales. 

Algunas de las relaciones más significativas son aquellas formadas entre los mismos pastores de mi iglesia.

A Pablo le preocupa tanto que el ministerio del evangelio continúe, que advierte a Timoteo sobre los oponentes del evangelio (4:14-15). En otras palabras, Pablo quiere asegurarse de que después de haberse ido, el evangelio continúe esparciéndose, y quiere equipar a Timoteo para estar preparado a la oposición. Al empezar tu ministerio, piensa en hermanos piadosos y fieles a quienes confíes el evangelio para que ellos también entrenen a otros (2:1-2) para que el ministerio del evangelio continúe. Esa debe ser tu preocupación primaria. Después de todo, no sabes cuánto tiempo el Señor te dará en el ministerio. Entonces, capacita a otros desde ahora. 

Nuestra mayor confianza 

Aun así, la confianza para cumplir nuestro ministerio no descansa en nosotros. Nuestra confianza mayor debe descansar en el Señor Jesucristo. Verás, cuando otros nos abandonan, es el Señor quien está de nuestro lado. Eso es lo que Pablo experimentó (4:16-17). Pablo tenía un llamado particular a dar a conocer el plan de Dios para salvación; es decir, su llamado era llevar el evangelio a los gentiles. Él fue fiel a ese llamado, pero su confianza no estaba en sí mismo, sino en Jesucristo. 

Mientras que otros, como Alejandro, se oponían a él y le hacían gran daño, fue el Señor quien rescató a Pablo. El Señor había rescatado a Pablo de la “boca” de las autoridades gubernamentales, de “la boca del león” (4:17), y de todo mal en su contra (v. 18; también 3:11). Si hemos de cumplir nuestro ministerio, necesitamos entender que, en la cultura de hoy, cada vez será más difícil ser pastor. Pero también necesitamos entender que las puertas del Hades no prevalecerán en contra de la Iglesia de Jesús. Jesús construirá su Iglesia, y el evangelio avanzará, ya sea a través de nosotros o a través de otros. Al final de cuentas, como Pablo, necesitamos confiar en que Jesús nos salvará de este mundo maligno (4:18) cuando nos lleve a su presencia. Es Jesús quien restaurará todas las cosas; es Jesús quien regresará y reinará en el reino eterno en la nueva tierra; es Jesús quien hará todas las cosas nuevas. Nuestros “fracasos” y “éxitos” no cambiarán el plan eterno de Dios en Jesucristo. Somos participantes privilegiados en ese plan eterno al proclamar a Jesús como el Rey resucitado y exaltado sobre todas las cosas. Él es nuestra esperanza, y nuestra confianza debe descansar en él. 

Necesitamos al Señor Jesucristo al principio, en medio, y al final de nuestro ministerio (4:22). ¿Dónde está tu confianza? No permitas que esté en tus propios dones, habilidades, creatividad, o inteligencia. No permitas que esté en tu propio éxito, fama, invitaciones a conferencias, u oportunidades de liderazgo. Deja que tu confianza descanse en el Señor Jesucristo. Solo Él debe recibir toda la gloria (4:18). 

Conclusión

Al prepararte para empezar tu ministerio, piensa en cómo quieres que termine. Empieza con el fin en mente. ¿Quién está ahí contigo al final? ¿Cuál es tu mayor preocupación? ¿Dónde está tu confianza? Construyamos amistades profundas, duraderas, y centradas en el evangelio con hermanos que podamos llamar en cualquier momento y que estarán con nosotros en las buenas y en las malas. Dejemos un legado evangélico que continúe más allá de nuestro ministerio al entrenar a otros quienes entrenarán a otros también. Y pongamos nuestra confianza en nuestro Señor Jesucristo, no en nosotros mismos, nuestro ministerio, o cualquier otra cosa. La gracia sea con todos nosotros (4:22).


Imagen: Lightstock.
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