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Nota del editor: 

El pastor John Piper recibe preguntas de algunos de sus oyentes de su programa Ask Pastor John. A continuación está su respuesta a una de esas preguntas.

Bienvenidos de nuevo al podcast. Como saben, si llevas tiempo escuchando el programa, recibimos regularmente correos electrónicos desgarradores. Incluido el de una mujer anónima: «Pastor John, enviudé recientemente, soy madre de dos niños pequeños en mis treinta y tantos años. Mi esposo falleció repentina e inesperadamente de lo que en ese momento no sabíamos que era una neumonía bacteriana, que rápidamente se convirtió en un shock séptico. También tenía una enfermedad cardíaca de base. Murió una semana antes de cumplir 34 años. Un día estaba normal y tres días después estaba con el Señor en casa».

«Mi pregunta está relacionada con el tema de la culpa y el tiempo de Dios en su muerte. Habíamos pensado que sus malestares eran una gripe o COVID y no nos dimos cuenta de la gravedad de lo que realmente estaba pasando. Habíamos respondido siguiendo la orientación telefónica de un proveedor homeopático cristiano que también había pensado que era COVID, alguien en quien confiamos, pero quizás no debimos hacerlo. Mientras experimento el duelo, no puedo dejar de culparme a mí misma. Deseo desesperadamente que me aseguren que no he hecho daño a mi esposo, ni le he defraudado, ni he acortado su vida con nuestras acciones. Intenté cuidarlo y protegerlo lo mejor que pude, basándome en los conocimientos que tenía en ese momento. No sabíamos que estábamos equivocados. Una vez que estuvimos en urgencias y descubrimos que se enfrentaba a un shock séptico, oré fervientemente para que el Señor lo rescatara y lo sanara».

«Creo que me queda la duda de si debo seguir sintiéndome responsable. Necesito ayuda para confiar en Dios, si Él fue el responsable y, si es así, que sigue siendo bueno a pesar de haberse llevado a mi alma gemela y a mi mejor amigo a una edad tan temprana y en un momento tan difícil de entender. Agradecería mucho cualquier ayuda que puedan ofrecerme».


La referencia a COVID me hace ver lo reciente y cruda que es esta pérdida. Esto no ocurrió hace cinco años. Así que quiero ser muy cuidadoso. Creo que el hecho de que ella se acerque a nosotros de esta manera bastante pública es una buena señal de que no ha perdido la esperanza de descubrir cosas nuevas en la Palabra de Dios que puedan aliviar el dolor. Creo que tiene razón en eso, en que hay cosas nuevas que estoy seguro de que aún no ha visto y que Dios quiere que vea para ayudarla, consolarla y darle esperanza. Creo que habrá cosas nuevas y frescas, de hecho, para que ella las vea durante los próximos cincuenta años.

Una fe perseverante en la realidad, el poder, la sabiduría y la bondad de Dios. Esa es una obra milagrosa de Dios

Ella verá cosas en la Palabra de Dios dentro de cincuenta años que arrojarán luz sobre esta pérdida desgarradora de tal manera, incluso a esa distancia, que hará que el amor de Cristo y el recuerdo de su esposo sean aún más preciosos. A mis 76 años estoy viendo cosas que arrojan luz sobre penas que viví hace sesenta años. Sigo recibiendo una luz nueva sobre el significado de esos años. Espero lo mismo para ella.

Otra pregunta

Creo que la forma en que me gustaría llegar a esto es planteando esta pregunta, y puede sonar sorpresiva: ¿Qué harías, cómo pensarías, si supieras que la muerte de tu esposo fue tu culpa? Ahora bien, no estoy sugiriendo que lo fuera en absoluto. Está claro que no fue tu culpa. Pero te pido que hagas un experimento en tu mente.

¿Qué pasaría si no hubieras puesto el freno de emergencia en el auto y este hubiera rodado sobre él y lo hubiera matado mientras lo estaba arreglando? ¿Qué pasaría si le estuvieras ayudando a limpiar una de sus armas de caza y esta se disparara accidentalmente y le matara? ¿Qué pasaría si te quedaras dormida al volante y chocaras y solo él muriera en el accidente? ¿Qué tal si confundes uno de sus medicamentos?

Quizás, en vez de eso, pregúntate cómo aconsejarías a alguien en esa situación. Porque hay miles de personas en esa situación. No solo se preguntan si podrían haber hecho más para salvar a su ser querido. Saben que han causado una muerte accidental.

Ahora, supongo que podría unirme al coro de todos los que te rodean y decir lo que es obvio: concretamente, hiciste todo lo que pudiste. Nadie duda de tu amor y tu cuidado por tu esposo. Todo el mundo sabe que no eres responsable de su muerte y me uno a ese coro. Pero no creo que nos hayas escrito solo para que diga lo obvio que todo el mundo está diciendo: «No es tu culpa».

Misericordia para el culpable

Lo que quiero decir es que, si la Biblia tiene una respuesta para que tú sigas adelante en la vida con libertad, esperanza y provecho, e incluso eventualmente con alegría, aunque hayas causado su muerte, entonces ¿cuánto más puedes estar segura de que Dios te ayudará a seguir adelante en la vida con libertad, esperanza y provecho, y eventualmente con alegría, cuando tú no hayas causado la muerte y no hayas podido evitarla?

Cuando tu esposo murió, Dios puso en marcha diez mil efectos que tú no puedes ver

La mayoría de las veces, recurrimos a Génesis 50:20 para recordar que todas las cosas malas que le sucedieron a José resultaron para bien por designio de Dios. Recuerda que dijo: «Ustedes» —hermanos, hermanos rufianes que causaron todo este problema— «pensaron hacerme mal, pero Dios lo cambió en bien». Así que solemos centrarnos en José y en todas las cosas malas que le ocurrieron. Pero muy pocas veces reflexionamos sobre lo que ese versículo significa para los hermanos de José, quienes realmente fueron culpables de múltiples pecados que causaron la miseria de José.

Esto es lo que dice José en el siguiente versículo a esos hermanos: «“Ahora pues, no teman. Yo proveeré para ustedes y para sus hijos”. Y los consoló y les habló cariñosamente» (Gn 50:21). Vaya. Esto no significa que no sean culpables. Son culpables. Pero sí significa que Dios tiene un futuro y un propósito para ellos, a pesar de que eran culpables. Ellos fueron los culpables y causaron toda esa miseria durante diecisiete años de la vida de José. A través de uno de ellos, Judá, sorprendentemente Dios incluso traería un Salvador al mundo.

Ahora, Pablo manejó su propia culpa como asesino de la misma manera. Vio que Dios tenía un propósito misericordioso para otros culpables. Dijo en 1 Timoteo 1:16: «Sin embargo, por esto hallé misericordia, para que en mí, como el primero [de los pecadores], Jesucristo demostrara toda Su paciencia como un ejemplo para los que habrían de creer en Él para vida eterna». En otras palabras, de alguna manera Pablo fue capaz de transportar la culpa horrible de la persecución y el asesinato en sus propias manos a la música hermosa de la misericordia a través de él hacia otros pecadores culpables a los que Dios mostraría una paciencia asombrosa.

Misericordia para el inocente

Entonces cambia el enfoque solo ligeramente de situaciones en las que alguien realmente era culpable, pero Dios hizo un futuro para ellos. Ahora miremos el caso del hombre nacido ciego en Juan 9. Los apóstoles asumen que alguien debe haber pecado. Deben haber pecado para que esta calamidad venga sobre este hombre ciego, como tú quizás de vez en cuando estás tentada a pensar: «¿Hicimos algo malo? ¿Puede haber una pérdida catastrófica como ésta sin que alguien haya hecho algo pecaminoso?»

Entonces le preguntaron a Jesús: «“Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego?”. Jesús respondió: “Ni este pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él”» (Jn 9:2-3). Es una respuesta sorprendente. Sin duda, se aplica a tu situación. «¿Quién pecó? ¿Quién fue negligente? ¿Quién puso su confianza en el lugar equivocado? ¿Quién reaccionó con demasiada lentitud? ¿Quién no vio los síntomas? ¿Quién es el culpable? ¿Dónde está el pecado? Aquí tiene que haber pecado».

A lo que Jesús responde: «No fue que tú, tu consejero homeopático, tus médicos, o tu esposo pecaron, o fueron negligentes, ni pusieron su confianza en el lugar equivocado, tampoco reaccionaron con demasiada lentitud o no vieron los síntomas. Más bien, fue para que las obras de Dios se manifiesten en él». A lo que preguntas: «¿Qué obras?». Bueno, para empezar, tu fe perseverante en la realidad, el poder, la sabiduría y la bondad de Dios. Esa es una obra milagrosa de Dios.

Hay un futuro y una esperanza. Ningún sufrimiento de los amados de Dios es en vano

Diez mil ondas

Pero podría ser de ayuda para ti pensar en esto: Cuando tu esposo murió, Dios puso en marcha diez mil efectos que tú no puedes ver. Algunos de ellos se manifestarán en un año o dos, y otros en cincuenta años. La muerte de tu esposo no tomó a Dios por sorpresa, tampoco fue sin sentido, ni absurda o sin un propósito profundo: un propósito santo, un propósito sagrado y precioso. «Estimada a los ojos del Señor es la muerte de Sus santos» (Sal 116:15). «Tus ojos vieron mi embrión [el de tu esposo mientras se tejía en el vientre de su madre], y en Tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados [a él], cuando no existía ni uno solo de ellos» (Sal 139:16).

Sus días fueron escritos con sabiduría divina y los diez mil efectos de onda que fluyen de su vida y su muerte no serán en vano. Algunos de ellos los conocerás en esta vida. La mayoría de ellos no los conocerás. Estás siendo probada, pero Dios ha prometido no ponerte a prueba más allá de tus fuerzas. «Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla» (1 Co 10:13).

La paz de Cristo

Jesús prometió a Sus discípulos que tendrían tribulaciones en el mundo y también prometió paz en medio de ellas. «Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo» (Jn 16:33).

Así que eso es lo que quiero dejarte: la promesa de paz, la paz de Cristo mismo. «La paz les dejo, Mi paz les doy; no se la doy a ustedes como el mundo la da. No se turbe su corazón ni tenga miedo» (Jn 14:27). Hay un futuro y una esperanza. Ningún sufrimiento de los amados de Dios es en vano.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Equipo Coalición.
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