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Vivo en Filadelfia, la ciudad del amor fraternal. Tristemente, Philadelphia no tiene una gran reputación por amar a los demás. Nuestros aficionados al deporte no siempre nos dan un gran nombre, y si no es suficiente, nuestra tasa de homicidios será suficiente.

Hasta septiembre del 2014, el Departamento de Policía de Filadelfia reportó 179 homicidios. Eso equivale a 179 asesinatos en 265 días. De hecho, estamos celebrando ese número porque es un descenso significativo respecto a años anteriores. En 2012, tuvimos 254 asesinatos para esa cantidad de tiempo tiempo, y en 2007, habíamos visto 299. ¡Señor ven pronto!

Cada vez que leo la noticia de otro asesinato, trato de pensar en las personas afectadas por esta tragedia. Independientemente de si la víctima estaba involucrada en actividades ilegales o era un espectador inocente, la vida de un hijo, hija, hermano, hermana, esposo, esposa, amigo, o vecino, ha llegado a un final abrupto.

Lo que es aún más trágico es que Filadelfia es una sola ciudad, y el asesinato es solo un pequeño porcentaje de la actividad fatal total. ¿Cuántas otras familias se ven afectadas diariamente por una causa distinta de muerte, y cuántas otras ciudades existen en el mundo? La muerte es constante, y la muerte está en todas partes.

La muerte y el evangelio

Creer en Jesús no te exime de la muerte. Un día todo cristiano experimentará el gozo de la vida eterna, pero antes de, cada cristiano debe experimentar el dolor de la muerte física. Tú personalmente morirás, y lo más probable es que experimentarás la muerte de varios amigos cercanos y familiares queridos. Además de eso, algunas de esas experiencias serán trágicamente dolorosas: la muerte en un mundo caído es raramente pacífica.

Entonces, ¿cómo deben los cristianos lidiar con la muerte? Aquí hay cuatro principios, derivados de la Biblia, que me han ayudado a pensar sobre esta dolorosa experiencia.

1. No puedes prepararte para la muerte.

En muchos casos la muerte llega completamente por sorpresa. Así, muchas vidas se acaban trágicamente sin aviso o preparación. Solo mira las noticias y cuenta cuántos jóvenes han sido atacados por una bala perdida o un conductor ebrio.

En algunos casos sabes que la muerte está a la vuelta de la esquina. Mi madre estaba muriendo en su cama de hospital, y al rodearla como familia en esos pocos días finales, nosotros sabíamos lo que finalmente iba a suceder. Pero cuando ella llegó a su último respiro, yo no estaba preparado emocionalmente. La mujer que me había criado se había ido, y aunque mi cerebro podía comprender la ciencia, mi alma no estaba preparada para el dolor.

No te sientas avergonzado o culpable por el dolor, no importa cuál sea la causa de muerte o cuánto tiempo sabías de antemano que ocurriría. La Biblia dice que: “Ya que sus días están determinados, El número de sus meses Te es conocido, y has fijado sus límites para que no pueda pasarlos” (Job 14:5). Pero eso significa que es el papel de Dios el escoger la vida y la muerte, no el tuyo. Solo Dios está verdaderamente preparado para la muerte. Está bien llorar y estar de luto.

2. La muerte no era el plan original.

La muerte no era parte de la idea original de Dios para la existencia humana. ¡La razón por la que la muerte parece tan mala y antinatural es porque es mala y antinatural! La vida solo estaba destinada a dar paso a la vida completa hacia la eternidad.

No está bien que la gente muera. No está bien que el cáncer y la vejez cobren miles de vidas cada día. No está bien que las madres tengan abortos involuntarios y que los bebés nazcan muertos. Nos hemos acostumbrado a la muerte, pero nunca fue la intención creada por Dios.

Es bueno que sufras a causa de la muerte, y cuando sufras, deja que fluya más allá de la muerte específica de ese ser querido. Tu alma debe clamar por la restauración completa de lo que la vida fue diseñada para ser en el principio y lo será en la eternidad. El enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado” (Apocalipsis 21:4).

3. Tú no estás solo en la muerte.

Creo que no hay otra experiencia humana que te hace sentir más solo que la muerte. Es cierto que nadie realmente ha pasado a través de exactamente lo mismo que tú estás pasando. Hay tantos elementos únicos de tu relación con esa persona fallecida que no pueden ser replicados.

Dicho esto, la muerte es una experiencia universal. Cada vez que estoy en un funeral, me asombra pensar que casi todas las personas han estado en al menos un funeral antes. Por tanto, en los momentos de aflicción, busca al cuerpo de Cristo para consuelo y consejo. Incluso si no han experimentado el mismo tipo de pérdida trágica, conocen su Biblia y pueden hablar la verdad del evangelio a tu alma.

Pero de mayor importancia, Jesús ha tomado el nombre Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”. En la oscuridad y la soledad de tu dolor, tienes un poderoso hermano y amigo, que no solo está junto a ti y habita dentro de ti, sino que también sabe exactamente lo que estamos enfrentando.

4. La maldad siempre encuentra al bien.

La muerte es una cosa horrible y antinatural e impredecible, pero la Biblia nos dice que la más brillante de las cosas buenas se encontró en medio de los momentos más oscuros y malos. La cruz es el mejor ejemplo de exactamente eso: lo mejor que jamás podría pasar era un resultado de lo peor que jamás ha pasado.

Pedro dijo que “Jesús … [fue] crucificado y muerto por las manos de hombres sin ley” (Hechos 2:23). Debemos estar indignados por la ejecución ilegal de la única buena persona que ha vivido, pero Pedro continúa diciendo que este momento fue ordenado por Dios para Su gloria y para nuestro bien.

De la misma manera, la muerte y la pérdida trágica de nuestros amados pueden ser para la gloria de Dios y para nuestro bien. Puede parecer imposible verlo en el momento, pero Dios puede hacer cosas maravillosas de este momento oscuro. Como también enseña Génesis 50:20, ”Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios lo cambió en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente”.


Publicado originalmente para Paul Tripp. Traducido por Carmen Herrera.
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