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Cuando las pruebas se convierten en gozo

Me siento como si me hubieran estirado hasta casi reventar. Entre atravesar los desafíos de crecer con mis adolescentes y las demandas abrumadoras involucradas en la crianza de niños con necesidades especiales, a veces es simplemente difícil. ¡Me estiro más allá de lo que jamás pensé y no soy la mujer elástica! (¡Aunque estoy casada con el Sr. Increíble!)

Helen Keller dijo una vez:

“El carácter no se puede desarrollar en tranquilidad y quietud. Solo a través de experimentar la prueba y el sufrimiento se puede fortalecer el alma, inspirar la ambición, y lograr el éxito”.

Cuando leo eso le quiero decir al Señor: “Bueno, Señor, ¡para cuando mis cinco hijos alcancen la edad adulta, seré una supersanta!”.

A veces siento que hay poca facilidad o tranquilidad en mi vida. Sin embargo, sé que todo esto es relativo. Comparar mi vida con otras personas que enfrentan grandes dificultades me ayuda a vivir con gratitud, pero no me quita mis propias pruebas y sufrimiento.

Las palabras de Helen Keller llevan mis pensamientos directamente a uno de los libros más prácticos de la Biblia. Me encanta el libro de Santiago, pues está lleno de gemas de sabiduría y de vida cristiana práctica. En situaciones así, he leído las palabras de Santiago muchas veces.

“Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte”, Santiago 1:2-4.

Para muchos, estas palabras probablemente suenan a una locura. ¿Debo tener por sumo gozo cuando me encuentro en una prueba? Cuando considero estas palabras, “cuando se hallen en diversas pruebas”, veo varias cosas. En primer lugar, es un hecho que esto sucederá. No es si se hallan, sino cuándo se hallen. Y en segundo lugar, ¿quién quiere “hallarse” con cosas difíciles en la vida? Más bien, la mayoría de las veces se siente como si alguien nos las lanzara en la cara. Y el gozo no es algo que viene a la mente. Los caminos del Señor no son los del mundo… ni los míos, en realidad.

Cuando mi esposo y yo comenzamos la crianza de nuestros hijos no teníamos idea de que algún día nos desafiarían las dificultades de la tecnología, además de nuestros adolescentes. En realidad, ¡ni siquiera éramos dueños de nuestro primer teléfono móvil hasta que nació nuestro hijo mayor! No sabíamos qué era el Trastorno Espectro Alcohólico Fetal, o que los dos más pequeños en nuestra familia tendrían problemas con ese trastorno todos los días. Me encuentro con pruebas de diferentes tipos. Cada día.

Así que parece que tengo una opción. ¿Considero estas pruebas y sufrimientos como una oportunidad de gozo? ¿Permito que produzcan paciencia en mí para que, en el tiempo de Dios, yo sea perfecta y completa, sin que me falte cosa alguna? ¿O me revuelco en mis pruebas y dejo que me arrastren a las profundidades de la depresión, el miedo, y la incertidumbre? ¡Parece una elección obvia! Pero de alguna manera no es siempre la más fácil. A mi carne le encanta revolcarse. Le encanta la ira, la tristeza, y autocompasión. Y lo tonto es que esto me lleva a la desesperación.

¡Estamos muy engañados cuando pensamos que sabemos más que el Señor! Cuando pensamos que podemos “arreglarnos” con terapia barata, chocolate, o el éxito vano. Qué agradecida estoy por el evangelio de Su gracia, que a pesar de mi desesperación y autocompasión, cuando vienen las pruebas Él me atrae hacia sí mismo y me recuerda que hay mucho más.

“Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven. Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”, 2 Corintios 4:17-18.

Hoy recuerdo las palabras de una querida amiga que fue mi mentora durante mis años de juventud inexperta como esposa de pastor: “Sigue mirando hacia arriba y extendiéndote hacia adelante”. En esencia: mantén tus ojos fijos en Jesús, quien traerá alegría a tus pruebas. Él le dará sentido a tu sufrimiento. No te des por vencida, acércate a tus adolescentes y a aquellos que tienes para amarlos y cuidarlos como a tus propios hijos. Porque al final, que solo será el comienzo, no te faltará nada.


PUBLICADO ORIGINALMENTE EN FOR THE CHURCH. TRADUCIDO POR EQUIPO COALICIÓN.
Imagen: Lightstock.
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