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Nota del editor: 

El documental acerca de la vida de Michael Jordan, “The Last Dance”, recién terminó, rompiendo récords de audiencia. Vale la pena visitar esta reflexión sobre los 50 años de la estrella del baloncesto y el estado de su alma.

Si sintonizaste ESPN en algún momento de la semana pasada, sabes que Michael Jordan acaba de cumplir 50 años. Con 6 títulos de la NBA, 5 MVPs (jugador más valioso), 14 apariciones en los juegos de estrellas, y muchas otras hazañas inmortalizadas en los carteles de mi antigua habitación, el legado que ha dejado Jordan en la cancha de básquet es inigualable.

Pero su vida fuera de la cancha, especialmente después de su retiro final en el 2003, no ha sido tan prístina. Anticipando el cumpleaños número 50 de Jordan, el escritor senior de ESPN, Wright Thompson, pasó un buen tiempo con el Número 23. Lo que surgió de ese encuentro fue un artículo de Outside the Lines titulado “Michael Jordan no ha salido del edificio”, una fascinante vista detrás de cámaras a la mente del hombre que revolucionó el mundo de los deportes.

Un fuego insaciable

El artículo de Thompson nos hace sentir que Jordan no es feliz. “Yo daría todo por volver a jugar básquetbol”, confiesa el jugador. Cuando es cuestionado sobre cómo lo ha reemplazado, Jordan simplemente dice: “No lo haces. Uno aprende a vivir así”. Durante casi tres décadas en el escenario supremo del básquetbol, Jordan vivió en busca del próximo desafío, del próximo rival. Los detractores se convirtieron en amigos, puesto a que proveyeron el combustible que reavivó su empuje por el desempeño, por la conquista, por el poder vindicar su nombre. Ese empuje insaciable de probarse a sí mismo impulsó a Jordan al tope del mundo de los deportes… y lo mantuvo allí. Aun hoy, escribe Thompson, a Jordan le importa lo que digan sus críticos. “Él necesita saber, es como agua para el sediento”.

Jordan dejó el baloncesto, pero su furor sigue ahí. El fuego permanece, por eso busca alivio en el campo de golf o en la mesa de blackjack, por eso invierte tanto tiempo en los Bobcats de Charlotte, y por eso es que sueña con volver a jugar.

El hombre ha dejado la cancha, pero las adicciones no han dejado al hombre.

Hasta “Yahweh” envejece

El entorno de Jordan solo ha fortalecido significativamente la percepción de que él viene de otro mundo. Thompson explica:

Jordan está en el centro de varios universos solapados, en el tope de la billonaria marca Jordan en Nike, de los Bobcats, de su propia compañía con docenas de empleados y contratistas en nómina. En el extraño caso de que alguien de su círculo íntimo olvide quién está a cargo, solo tiene que recordar los sobrenombres que les han sido dados por el equipo de seguridad. Estee es Veneno. George es Mayordomo. Yvette es Armonía. Jordan es llamado Yahweh… la palabra hebrea para Dios.

Yahweh. Yo soy el que soy. Yo seré el que seré. Este no es un sobrenombre que incita a la humildad.

“Mi ego es tan grande que tengo ciertas expectativas”, admite Jordan. Pero, como observa Thompson, esta es la consecuencia natural de vivir la vida en la cima. “Jordan está acostumbrado a ser la persona más importante en todo lugar al que entre y, todavía más allá, en la vida de toda persona que conoce… Las personas atienden a cada uno de sus caprichos”. Imagina vivir de esa manera. Ponte en sus zapatos (Air Jordans, por supuesto). No poder recordar la última vez que no eras la persona más importante del lugar. No importa a dónde vayas, eres el rey. Así ha sido por más de 40 años. ¿Qué causaría tal fama en una persona? ¿Qué causaría en ti?

Un parpadeo que desvanece

Una existencia tan anormal trae consigo esperanzas, promesas, y expectativas anormales. Como escribe Thompson:

“La mayoría de las personas viven vidas anónimas, y cuando envejecen y mueren, todo registro de sus vidas desaparece. Son olvidados; algunos más lentamente que otros, pero eventualmente le pasa a prácticamente todo el mundo. Sin embargo, para los pocos de cada generación que alcanzan la cúspide de logros y famas, un espejismo destella: la inmortalidad. Ellos llegan a creerlo. Aun después de que Jordan se haya ido, él sabe que las personas le recordarán. Aquí yace el mejor basquetbolista de todos los tiempos. Ese es su epitafio.

Hay una fábula sobre los generales romanos que atravesaban las calles de la capital entre desfiles de victorias: un esclavo les seguía, suspirando a sus oídos “toda gloria es efímera”. Nadie juega ese papel para los atletas profesionales. No había forma de que Jordan supiera que lo más cerca que él estaría de la inmortalidad fue durante esa última salida de la cancha… todo lo que pase en los días y años venideros contribuirá a que ese lujoso monumento que construyó sea erosionado y desgastado. Su autoestima siempre ha estado, como él mismo dice, “atado directamente al juego”. Sin él, se siente a la deriva. ¿Quién soy? ¿Qué estoy haciendo? Por los últimos 10 años, luego de retirarse por tercera vez, Jordan ha estado corriendo, moviéndose tan rápido como le sea posible, creando distracciones y distancias”.

En su arrogante discurso para el Salón de la Fama del 2009, Jordan llamó al juego de baloncesto su “refugio”, el “lugar a donde he acudido cuando he necesitado consuelo y paz”. Tres años más tarde, la inquietud permanece. Sucede que ese impulso voraz que transformó a ese chico tímido de Carolina del Norte en un nombre familiar para todos vino con un precio. Y mientras desaparece el destello de la inmortalidad, Jordan se mira a sí mismo en el espejo, preguntándose a dónde acudir. “¿Cómo puedo disfrutar los próximos 20 años sin que esto me consuma?”, se pregunta. “¿Cómo puedo encontrar paz lejos del baloncesto?”.

De Chicago al Calvario

Como cristianos, es fácil leer el artículo escrito por Thompson y sentirnos desanimados y hasta asqueados por el egocentrismo de Jordan. Pero mientras los psicólogos procuran diagnosticar su condición, no sentimos sorpresa. Después de todo, la distancia entre él y nosotros no es muy ancha. Nosotros queremos ser la persona más importante en cada lugar; él lo es.

Como diría el apóstol, para estas cosas ¿quién está capacitado? En el mundo, el estatus está atado al desempeño. Lo mismo pasa en el evangelio. La diferencia, sin embargo, es que nuestro estatus como creyentes no está atado a nuestro desempeño, sino al de Cristo. Solo el evangelio nos puede ofrecer recursos para combatir nuestro orgullo, exponer nuestro vacío, e inundar nuestros corazones de paz.

“¿Cómo puedo encontrar paz alejado del juego del basquetbol?”, pregunta la envejeciente leyenda. Michael, tú nunca tuviste paz. Triunfo y fama sí, pero no paz. James Naismith inventó un juego que te dio un sentido de propósito, de valor, de calma. Pero era solo eso… un sentido, una imitación de lo real. Nunca encontrarás vida afuera del baloncesto por la misma razón que no la encontraste adentro. No está ahí. La paz que estás buscando no está disponible en una cancha de básquet, o en un campo de golf, sino que está en un pequeño monte a las afueras de Jerusalén. Allí, Yahweh encarnado se colgó en un madero en el lugar de los pecadores, los que suplantan a Yahweh, como tú y como yo. Has ganado el mundo entero y no te ha bastado, Mike. No pierdas tu alma.


Publicado originalmente el 21 de Febrero 2013 en The Gospel Coalition

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