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A veces los cristianos nos creemos una mentira. Asumimos que si no somos como esas personas odiosas y sentenciosas que se llaman cristianos, entonces el mundo verá que somos gente razonable que quiere seguir a Jesús. Creemos que si los cristianos solo se comportan bien, entonces Jesús por fin va a cautivar las mentes y corazones de nuestros vecinos.

El único problema con esta forma de pensar es que no tiene ninguna base ni en el ejemplo o la enseñanza de Jesús. Los cristianos buenos no siempre terminan primero. A pesar de que Jesús amó a sus discípulos perfectamente hasta el final, ellos lo abandonaron cuando las autoridades políticas y religiosas lo clavaron en la cruz. Eventualmente Pedro se arrepintió de su vergonzosa negación de Jesús y se comprometió —por su amor por Jesús— con amar a su pueblo. Pero, ¿cuál fue su recompensa? Jesús le dijo que él también iba a estirar sus brazos en una muerte no deseada y que aún asi glorificaría a Dios (Juan 21:15-19).

Por otro lado, el apóstol Juan no sufrió una muerte tan horrible. Pero escuchó y grabó el último discurso de Jesús en el cual le dijo a sus discípulos que el mundo los odiaría igual que odiaban a Jesús y a su Padre celestial por haberles condenado por su pecado (Juan 15:24).

Jesús le dijo a sus discípulos en la noche en que fue entregado, “Si ustedes fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no son del mundo, sino que Yo los escogí de entre el mundo, por eso el mundo los odia. Acuérdense de la palabra que Yo les dije: ‘Un siervo no es mayor que su señor.’ Si Me persiguieron a Mí, también los perseguirán a ustedes” (Juan 15:19-20).

No deberíamos de sorprendernos de cómo los cristianos de hoy olvidan o pasan por alto con tanta facilidad estas palabras fuertes de Jesús. Apenas unos días después de que Jesús se despidiera, mientras ellos se escondían detrás de puertas cerradas, los discípulos obviamente no captaron la importancia de la enseñanza de su Salvador: “En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Habían esperado una insurrección triunfante y sangrienta, pero en lugar se les dio un sepulcro vacío y frío. No fue hasta después de la resurrección cuando ellos vieron, oyeron y tocaron a Jesús en la carne que finalmente entendieron que el camino de la gloria pasa por Gólgota.

Actuando como Jesús

Cuando asumimos que el mundo nos amará si empezamos a actuar como Jesús, entonces no estamos en realidad actuando como Jesús. Nos encanta citar a Jesús lavando los pies de sus discípulos como una prueba de la clase de humildad y compasión que debemos emular. Y lo es. Pero once pares de estos pies lavados por Jesús huyeron lejos de Él, y un par abominable correteaba para encontrar a los principales sacerdotes y oficiales para arrestar a Jesús mientras oraba.

El amor por el mundo motivado por cualquier otra cosa ademas del amor por Jesús inevitablemente falla en ofrecer el tipo de amor que el mundo necesita. No pienses que Jesús sería más popular en nuestros días de lo que lo fue en su propia ciudad natal, o aún su propia familia. Jesús fue reconocido por hablar con autoridad porque Él habló la verdad sobre la prácticas religiosas corruptas. Él haría lo mismo entre nosotros, hablando a los religiosos y no religiosos sobre los ídolos que hemos albergado.

Cuando nuestro amor está motivado más por la aprobación del mundo que por la fidelidad a Jesús, nos volvemos en contra de otros cristianos que creemos que obstaculizan nuestras metas. ¿Has notado esta tendencia? Rara vez oirás a alguien abiertamente decir que debemos desobedecer las enseñanzas de Jesús. Después de todo, Jesús le dijo a sus discípulos que si iban a permanecer en su amor, entonces deberían guardar sus mandamientos (Juan 15:10). Más bien, la persona que busca que desobedezcamos a Jesús nos quiere convencer de que la iglesia no va a crecer y el mundo no va a seguir a Jesús a menos de que amemos al mundo lo suficiente como para reconsiderar nuestra interpretación de la Biblia. Si le hacemos caso a esta idea, seremos acusados de ser parte de la razón por la cual el mundo ha rechazado a Jesús.

Pero como ya hemos visto en el ejemplo de Jesús, podríamos cambiar el contenido o confundir la claridad de su enseñanza, pero la condición de nuestros corazones todavía nos evitaría seguirlo. No fue hasta que Jesús sopló su Espíritu sobre los discípulos (Juan 20:22) que pudieron recordar lo que Él les habíá enseñado acerca de la persecución venidera (Juan 16:2) y que finalmente encontraron la fuerza para obedecer y proclamar las buenas nuevas. Aparte del Espíritu nos es imposible resistirnos al mundo cómo es necesario. El mundo tienta y confunde a los cristianos. Incluso, los enemigos que tratan de matarnos piensan que ofrecen servicio a Dios (Juan 16:2). El apóstol Pablo se consideraba a sí mismo celoso en su amor a Dios hasta que Jesús lo cegó con el perdón de sus pecados y la gracia de caminar en verdadera justicia. Cuando Jesús se revela, Él le da a los creyentes ojos para ver el pecado como inútil y su enseñanza como buena y perfecta.

Ámense los unos a los otros

Junto con enviar a su Espíritu, Jesús nos dio una prueba clave de discipulado antes de decir adiós. “Un mandamiento nuevo les doy: ‘que se amen los unos a los otros;’ que como Yo los he amado, así también se amen los unos a los otros. En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros” (Juan 13:34-35).

Podemos ver el problema cuando otros cristianos pierden a Jesús por su falta de amor y de orar por sus enemigos (Mateos 5:44). Pero, ¿cuántos de nosotros del mismo modo nos hemos olvidado de Jesús porque en nuestra búsqueda del mundo no hemos amado a otros discípulos? Estamos tan ansiosos por ganar la aprobación del mundo que no cumplimos los mandamientos más básicos y nos atrevemos a invocar el nombre de Jesús en nuestra defensa. No confíes en cualquier persona que intenta justificar su enojo hacia otros cristianos. Y no pienses que podemos ganar el mundo desobediendo cualquiera de los mandamientos de Jesús. La vida de Jesús, su muerte y enseñanzas ofrecen nuestra única base segura de unidad entre el cuerpo de Cristo y para la misión efectiva en el mundo.

Hoy nosotros también nosotros necesitamos estas palabras de consuelo. “Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre. Es mejor refugiarse en el SEÑOR que confiar en príncipes” (Salmo 118:8-9). No debemos buscar ni esperar la aprobación del mundo. Y debemos reclamar la promesa de la Palabra de Dios que podemos encontrar refugio en Jesús. Mientras Él nos empodera para obedecer sus mandamientos y amar a sus discípulos, damos testimonio a un mundo que nos observa que Jesús ha venido del Padre (Juan 17:23), y que ofrece la vida eterna a todos los que se arrepienten y creen en él (Juan 17:03).


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Jonathan Ferre.
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