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Jeremías 26-28 y Efesios 5-6

“… porque en verdad el Señor me ha enviado a ustedes para hablar en sus oídos todas estas palabras”
(Jeremías 26:15b).

Credibilidad. Esta palabra es muy mal usada en estos días. Se dice que los políticos la han perdido al ser acusados de corrupción y algunos otros líderes, oponiéndose a los anteriores, la reclaman como la parte más importante de su reputación.

En cierto sentido, la credibilidad no tiene que ver exactamente con el hecho de que uno diga la verdad, sino más bien con que lo que uno dice sea creíble, o sea, digerible, aceptable, y razonable dentro de los estándares de razón de los oyentes de turno. Es una pena que la credibilidad que antes estaba ligada a la verdad soberana a la que nuestra supuesta credibilidad es tributaria, ahora esté ligada, más bien, a mis supuestas verdades personales, los apetitos crédulos de las multitudes, y a las razones estadísticas que establecen la verdad por voto mayoritario. Por eso es que cuando hablamos de la credibilidad del cristiano, no nos estamos refiriendo a su capacidad de ser creíble, sino de ser veraz y ajustado a los principios y la verdad de Dios expuesta en su Palabra.

La credibilidad, por lo tanto, no es solo una cualidad temporal que se enfatiza cuando uno es candidato a algún puesto público. Por el contrario, se trata de una cualidad vital para todos los hombres sin distinción, y más aún si ellos se denominan cristianos. En los capítulos del Antiguo Testamento que nos tocan leer hoy, Jeremías se ve obligado a demostrar a los miembros de su generación que él era digno de ser creído. ¿Cuáles son las razones que invoca para justificar su credibilidad? Analicemos por un momento el texto bíblico:

1. Jeremías se consideraba creíble porque nunca descuidó ninguna de las palabras que Dios le dijo que anunciase. “Entonces Jeremías habló a todos los jefes y a todo el pueblo, y les dijo: ‘El Señor me ha enviado a profetizar contra esta casa y contra esta ciudad todas las palabras que han oído’” (Jer. 26:12). La tarea que le tocó desarrollar como profeta era sumamente ingrata, el mensaje no tenía nada de popular, y la oposición era permanente y en ascenso. Jeremías no tuvo un ministerio del gusto de las mayorías y nunca recibió el más mínimo agradecimiento por sus palabras. Sin embargo, no dudó en entregar todo el mensaje de Dios sin sesgos y sin mutilaciones producto de sus propios intereses.

Si hubiera un Google Maps que trazara tu recorrido diario por las Escrituras, ¿encontraría tus pisadas por toda la Biblia?

Ese mismo sentir ha sido escaso en nuestra larga historia cristiana. Durante siglos, la Biblia ha sido enseñada de manera sesgada, atrofiada por intereses y prejuicios, desvinculada de su contexto y desperfilada en sus propósitos. Los opositores a la verdad han hecho de las suyas porque no se han encontrado frente a hombres y mujeres capaces de actuar con credibilidad, esto es, de acuerdo a todo el consejo de Dios.

Ser creíble al proclamar todo el consejo de Dios no es algo automático que surge solo con desearlo o proclamando de forma pública mi convicción de que así lo haré en mi vida. Yo te pregunto, ¿cuánto y con cuánta atención has escuchado el mensaje de Dios para poder ser un portavoz fiel y creíble? ¿Eres uno de los que solo disfrutan de los pasajes “favoritos” y le huye a los aparentemente “menos favorecidos” de la Biblia? Si hubiera un Google Maps (o un Waze) que trazara tu recorrido diario por las Escrituras, ¿encontraría tus pisadas por toda la Biblia? Para tener credibilidad bíblica primero hay que recorrer toda la Biblia una y otra vez.

2. Jeremías era creíble porque estuvo dispuesto a pagar el precio de anunciar todo el mensaje que había recibido del Señor. La manera más fácil de demostrar cuánto estás convencido de algo, es calculando cuánto estás dispuesto a pagar para mantener esa verdad inalterable. Nuestra credibilidad se acentúa cuando la verdad que sustenta nuestros valores y principios es considerada como más valiosa que nuestra propia comodidad o beneficios. Si huimos o nos alejamos, si ante la presión opositora claudicamos, si predicamos pero no practicamos, entonces perderemos credibilidad.

La defensa de la verdad siempre demanda un riesgo, y eso el profeta lo sabía muy bien: “Cuando Jeremías terminó de decir todo lo que el Señor le había mandado que hablara a todo el pueblo, lo apresaron los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo, diciendo: ‘De cierto, morirás’” (Jer. 26:8). El hecho de ser veraz no significa ser aceptado y menos ser popular. Por el contrario, en lugar de recibir aceptación, lo más probable es que se gane una fuerte oposición. Pero una persona que basa su credibilidad en la verdad es alguien que no se amilana ante la oposición, sino que se hace más sabio y entendido en lo que dice creer. Por lo tanto, se hace más fuerte en sus convicciones. Por eso Jeremías respondió así a sus perseguidores: “En cuanto a mí, estoy en sus manos; hagan de mí como mejor y más recto sea a sus ojos. Pero sepan bien que si me matan, sangre inocente echarán sobre ustedes y sobre esta ciudad y sobre sus habitantes; porque en verdad el Señor me ha enviado a ustedes para hablar en sus oídos todas estas palabras” (Jer. 26:14-15). En este punto es tan importante la pureza del líquido como la fortaleza del envase que lo contiene. ¿Qué tan comprometido estás con la verdad? ¿Cuánto estás dispuesto a pagar por la verdad?

Tener credibilidad es una tarea que nos puede tomar toda la vida.

3. Jeremías era creíble porque estaba dispuesto a insistir hasta llegar al cumplimiento de la verdad que anunció desde el principio. No hay mayor queja de falta de credibilidad que la del vendedor que nos ofrece el cielo y la tierra, pero que “a la hora de la verdad” el producto no cumpla ni con el 10% de lo ofrecido. Es por eso que la prueba de nuestra credibilidad estará en la persistencia hasta el cumplimiento final de cada una de nuestras afirmaciones. Jeremías mismo reconoció delante de sus enemigos: “Pero a un profeta que anuncia paz se le reconoce como profeta verdaderamente enviado por el Señor, sólo si se cumplen sus palabras” (Jer. 28:9 NVI).

Nadie puede reclamar credibilidad apareciendo de la noche a la mañana y desapareciendo cuando “las papas queman” y los cuestionamientos empiezan a aparecer. Con tristeza, puedo decir que el dicho popular “tus hechos hablan tan fuerte que tus palabras no se pueden oír”, es una realidad. Basta que una persona descubra un ápice de falta de credibilidad en el carácter o los hechos del anunciante para que todos los argumentos caigan a tierra. ¿De qué sirve que la lluvia que cae del cielo sea pura, si el recipiente que la recibe está sucio? Allí está el valor de la credibilidad personal. ¿Qué respaldo tenemos de que estamos guardando la verdad hasta el fin? ¿Hasta qué punto podríamos reclamar credibilidad personal si no tenemos nada que nos respalde? ¿Es la verdad que decimos una realidad palpable en nuestras vidas? ¿Esa verdad que predico se ha encarnado en mis hechos?

Tener credibilidad es una tarea que nos puede tomar toda la vida. Para poder alcanzarla debemos disciplinarnos en el método del TODO. Lo opuesto al método del TODO es el consabido “A-MEDIAS”. No en vano el apóstol Pablo insta a sus amigos de Efeso a tomar toda la armadura para que puedan acabar todo lo que Dios les ha propuesto: “Por tanto, tomen toda la armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes” (Ef. 6:13).

No sé si conoces a Mafalda (un personaje infantil de una tira cómica), pero ella tiene un amiguito que se llama Felipe que siempre se angustia porque no hace cuando debe todo lo que tiene que hacer. Un día, decidido a cambiar, pega un póster en su habitación con la frase: “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. Después de pegarlo y mirarlo por un instante, dijo con voz decidida: “A partir de mañana…”. Somos los hombres del mañana, no por nuestros adelantos, sino por nuestros retrocesos. Vivimos de la acumulación de tareas inconclusas que en un mañana cercano o lejano terminaremos de cumplir. ¿Te gustaría aprender a realizar todo lo que tienes que hacer para llegar a ser una persona creíble? Para lograrlo debes considerar:

TIEMPO. Las cosas que valen la pena no se consiguen en segundos. Tienes que estar dispuesto a gastar de tu tiempo para llegar a las metas. Conocer toda la verdad toma mucho tiempo. El apóstol Pablo dijo: “aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Ef. 5:16). Como ves, incluso en los días malos uno puede encontrar los “momentos” oportunos que uno no debe desaprovechar.

Todos nuestros asuntos deben estar en las manos del Señor. Él es el único que conoce el mañana, y por eso dejo el cumplimiento de mi mañana en sus manos.

ORDEN. Todo proyecto demanda una organización y un funcionamiento que le permita hacerse realidad. Sin concierto, difícilmente llegaremos a concretar nuestros propósitos. La Biblia no se puede entender solo tomando residuos, escuchando de oídas, o simplemente arrancando retazos de aquí y de allá. El orden es algo que se prepara, que se busca, y que se trabaja con mucho esfuerzo: “Así pues, no sean necios, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor” (Ef. 5:17). Nadie puede entender un manual leyendo un par de párrafos. ¡Imagina hacer lo mismo con la Biblia! Vamos en orden, capítulo a capítulo, libro a libro. Orden no es sinónimo de aburrimiento.

DISCIPLINA. Tiene que ver con una disposición obediente para subordinarnos a cumplir aquello que nos hemos propuesto. No hay palabras más claras que estas: “Por tanto, tengan cuidado cómo andan; no como insensatos sino como sabios” (Ef. 5:15). Uno no amanece disciplinado; uno forja la disciplina en la lucha diaria con uno mismo. Basta ya de decir: “a partir de enero empiezo a leer la Biblia”. Ya estamos en febrero, ¿cómo vas? Necesitamos comprar tiempo, orden, y disciplina para sacarle el jugo a la verdad del Señor expuesta en su Palabra.

ORACIÓN. Todos nuestros asuntos deben estar en las manos del Señor. Él es el único que conoce el mañana, y por eso dejo el cumplimiento de mi mañana en sus manos. “Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos” (Ef. 6:18 NVI). Sabemos que somos débiles y poco creíbles aun con nosotros mismos. Oremos al Señor para que nos coloque sobre la Roca firme que es Él mismo y nada nos haga perder lo que estamos tratando de alcanzar.

Termino diciendo que la credibilidad no es solo un bien personal, sino una necesidad comunitaria. Así como la honradez no solo me bendice a mí sino también a la comunidad en la que vivo, así también, si soy veraz, estaré bendiciendo a la comunidad con la que me relaciono: “Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablen verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros” (Ef. 4:25).


Imagen: Lightstock.
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