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John Piper es cristiano. Eso no es un secreto. ¿Pero cómo fue su conversión? ¿Cuándo se convirtió? ¿Dónde se convirtió? Son preguntas que todos los oyentes quieren saber. Las veo en la bandeja de entrada con frecuencia. Son preguntas a las que creo que puedo ayudar a responder hoy con un fragmento de un sermón de 1998 sobre el libro de Romanos. Aquí, el pastor John comparte la historia de su vida, que se ha entretejido con el libro de Romanos, así como el libro de Romanos se ha entretejido con su vida. Es una relación muy estrecha, obviamente. Esto es lo que dijo el pastor John.


No recuerdo mi conversión. Tenía seis años, me dice mi padre, en las rodillas de mi madre en Fort Lauderdale, Florida, en un hotel de vacaciones en 1952. Lo único que recuerdo es haber creído. Siempre he creído, que yo recuerde. Estoy seguro de que eso no es cierto, ya que venimos al mundo doblegados por el pecado, pero sea lo que sea lo que Dios hizo en mi vida para convertirme en creyente, lo hizo tan tempranamente que no recuerdo que ocurriera.

El evangelio en cuatro pasos

Muchos de ustedes están en esa posición, y en cierto modo lo lamentan porque no tienen testimonios impresionantes que contar acerca de cómo fueron salvados. Sin embargo, en Romanos aprendí lo que me sucedió. Voy a contarles lo que me sucedió. No necesito recordar; sé por la Biblia lo que me pasó. A medida que digo lo que me sucedió, ¿podrían escuchar con atención aquellos de ustedes que se preguntan si esto les ha sucedido?

Oramos en el primer piso para que en este momento del servicio, no solo al final, sino en este momento, en los próximos sesenta segundos, Dios salve personas. Así es como sucede. Dios irrumpe con la Palabra; aclara el evangelio, la necesidad, la gloria, la suficiencia, y lo hace.

Aunque no recuerdo lo que me pasó, por el libro de Romanos sé lo que me pasó

Hay cuatro cosas. Primero, todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios (Ro 3:23). Segundo, la paga del pecado es muerte (Ro 6:23). Tercero, Dios demuestra Su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Ro 5:8). Por lo tanto, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. ¿Dónde se encuentra eso? Romanos 10:9. Así que aunque no recuerdo lo que me pasó, por el libro de Romanos sé lo que me pasó. El libro de Romanos interpreta la vida. La vida que ni siquiera conoces, la lees en el libro de Romanos.

Llamado y confirmación

Fui a la universidad en 1964 pensando que sería médico, quizá veterinario si me temblaba mucho la mano. (No es tan grave si te equivocas con un perro. Era lo que yo pensaba). En septiembre de 1966, en una providencia dolorosa y preciosa, estuve en el hospital durante tres semanas, y Dios cambió la dirección de mi vida de manera poderosa e irreversible, testifico ahora treinta y dos años después. Me trasladó de esa trayectoria a la trayectoria del ministerio de la Palabra. No entraré en detalles al respecto, pero puedes leerlo en Gracia venidera.

El punto al que quiero llegar es el siguiente. Ese otoño, había planeado mudarme a un dormitorio con otros tres muchachos y así lo hice. Pero en enero de 1967, estaba muy claro para mí: Esta no es la mejor circunstancia para lo que Dios está haciendo en mi vida. Quiero estudiar. Quiero orar. Quiero pensar. Esta dinámica no es la ideal. Así que hice una petición especial a mitad del año y me permitieron trasladarme a una habitación individual. Viví en una habitación individual durante un año y medio para poder buscar a Dios, leer y orar.

Casi puedo olerlo, y seguro que puedo verlo. Es amarillo, con grandes letras negras en la portada, nada muy elegante en aquellos días en los libros de bolsillo, escrito por John Stott y titulado Men Made New: An Exposition of Romans 5–8 [Hombre hecho nuevo: una exposición de Romanos 5-8]. Puedo recordar haber leído esas páginas en mi escritorio en esa habitación como si fuera ayer, debido a la poderosa obra que estaba ocurriendo en mi vida, confirmando lo que sucedió en septiembre de 1966, que esta es mi vida. Esta es mi vida. Este manejo de la Palabra de Dios es lo que quiero hacer más que nada. Quiero conocer este libro como John Stott conoce Romanos 5-8. Así que Romanos se convirtió no solo en la interpretación de mi conversión; se convirtió en la confirmación de mi llamado al ministerio.

Digno de ser anunciado

Luego vino el seminario, 1968-1971 en Pasadena, y el efecto cataclísmico de dos grandes clases. Hubo más de dos, pero dos grandes: Romanos 1-8 con Daniel Fuller, donde frase por frase durante catorce semanas mi mente fue asombrada. Luego, la clase culminante llamada «Unidad de la Biblia», en la que Romanos 9-11 se convirtió en la subestructura de la realidad, y se colocaron todas las piezas que nunca han cambiado hasta el día de hoy. Los grandes descubrimientos de la soberanía de Dios sobre todas las cosas, el engrandecimiento de su nombre y el disfrutar de Él y así engrandecerlo porque ese es el fin para el que Dios creó el mundo, todo encajó, siendo Romanos el fundamento sobre el que se asentaba todo.

Tres años en Alemania para estudiar, seis años en Bethel College, una y otra vez volviendo a este tema de la soberanía de Dios y una y otra vez viendo Romanos 9 desplazarse al centro del escenario, con controversias de un lado a otro acerca de lo que trata este capítulo: estos impresionantes, impresionantes cuadros de la libertad soberana de Dios como Creador. En el otoño de 1979, me dieron un año sabático, y yo sabía lo que tenía que hacer con este año sabático. Tenía que resolverlo. ¿Qué dice Romanos 9 sobre este Dios? Porque si está diciendo lo que parece que está diciendo, entonces mucha gente no conoce al Dios verdadero.

Así que, durante cuatro meses trabajé, y de ese trabajo surgió algo totalmente inesperado, a saber, el llamado al pastorado. Lo que Dios dijo en una frase, una y otra vez, a lo largo de octubre o noviembre, es lo siguiente: «Yo, el Dios de Romanos 9, seré anunciado, y no solo analizado o explicado. Yo, el Dios de Romanos 9, —digo a John Piper— seré proclamado y anunciado, y no solo analizado y explicado».

Fuego de medianoche

14 de octubre de 1979. Era tarde en la noche, y Dios vino. Fue uno de esos momentos, como el que vivió Blaise Pascal. Lo escribió después de que había sucedido, y lo cosió en su abrigo, y lo llevó el resto de su vida junto a su corazón. «Fuego de medianoche» es la forma en que Pascal lo dijo. Ayer volví a leer las siete páginas que escribí esa noche, y empiezan así: «Esta noche estoy más cerca que nunca de tomar la decisión de renunciar a Bethel y aceptar un pastorado. El impulso es casi abrumador». A la una de la madrugada ya era abrumador. «Toma esta forma: Me cautiva la realidad de Dios y el poder de Su Palabra para crear personas auténticas». Ese fue mi llamado de Bethel al pastorado.

Entonces, en la providencia de Dios, esta iglesia llamó —a través de Marvin Anderson—, yo contesté el teléfono y no sabía dónde estaba esta iglesia. Marvin me explicó que estaban en un proceso de búsqueda, empecé a hablar y para febrero ya estaba hecho. Vine en junio de 1980.

Así que mi conversión —o el entendimiento de mi conversión—, mis fundamentos teológicos en el seminario, mi llamado al ministerio y su confirmación y mi cambio de profesor a predicador y pastor, tienen su origen en el entorno creado por el libro de Romanos.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Eduardo Fergusson.
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