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Con respecto a la preparación de mensajes, yo diría que la preparación del hombre para predicar viene mucho antes de la preparación semanal para predicar el domingo. Yo creo que una persona que ha sido llamada por el Señor a predicar, en primer lugar, debe tener un buen armazón de teología sistemática, debe conocer la teología sistemática de las Escrituras, porque eso lo va a ayudar definitivamente a tener una mejor interpretación del texto bíblico. Pero en segundo lugar, yo creo que, se ha hecho un énfasis muy marcado de la teología sistemática en ocasiones en desmedro de la teología bíblica. Yo creo que algo que todo predicador debe tener y debe procurar, es un mejor entendimiento de la teología bíblica, es decir, cómo se conectan los puntos de la Palabra de Dios en el gran tema de las Escrituras, que es la historia de la redención. Eso nos cuida de no predicar los textos bíblicos, sobre todo del Antiguo Testamento, de una forma moralizante.

La preparación del hombre para predicar viene mucho antes de la preparación semanal para predicar el domingo

Ahora bien, una vez el pastor tiene esta preparación, y uno nunca termina de prepararse en lo que respecta a la teología sistemática y la teología bíblica, ya en el trabajo semanal, lo primero que todo predicador debe hacer es tratar de entender el significado del texto bíblico. Responder ¿qué es lo que realmente el texto bíblico enseña?

Es muy común escuchar, sobre todo en los estudios bíblicos en los hogares, que hagan este tipo de preguntas: “¿qué significa este texto para ti?”. Yo creo que esa es una pregunta que está mal formulada. La pregunta es: “¿qué significa este texto?”, y el predicador tiene que tratar de desentrañar, con los recursos que tiene a la mano, el significado de la Palabra de Dios.

Una de las cosas que yo recomiendo, a sabiendas de que América Latina no siempre se tiene a la mano una gran biblioteca, es que un pastor tenga varias versiones de la Biblia. Es bueno que pueda leer el texto en varias versiones, buenas versiones como la Reina Valera, la Biblia de las Américas, la Reina Valera Actualizada, e incluso aun una traducción como la Nueva Versión Internacional, porque puede ayudarlo a ver el flujo de pensamiento del texto.

Ahora bien, una vez el predicador ha podido desentrañar el significado del texto bíblico a la luz del contexto más inmediato del pasaje, a la luz del contexto más amplio del gran mensaje de toda la Biblia, ahora comienza la parte más dura, que es la de preparar el sermón. Alguien decía acerca de la predicación que los primeros cincuenta años del predicador son los más difíciles. Y lo que él estaba tratando de demostrar es el hecho de que la predicación es un trabajo difícil, es un trabajo arduo, en el que uno nunca termina de prepararse adecuadamente.

Una vez el predicador ha podido desentrañar el significado del texto bíblico, ahora viene la confección del sermón en sí. Un conjunto de verdades no hace un sermón. Lo primero que el predicador debe tratar de entender es la unidad del mensaje que él quiere presentar en las Escrituras. Y en ese sentido hay un buen consejo que se llama “La pregunta de las tres de la mañana”: si tu esposa se levantara a las tres de la mañana y te preguntara -bien adormilada-: “¿De qué vas a predicar mañana?”, el predicador debe poder responder a esa pregunta en una oración concisa, breve. Si si él no puede hacer eso, probablemente todavía no está preparado para predicar. El mensaje es una idea que el predicador quiere transmitir, no es un conjunto de ideas desconectadas. Es más fácil atrapar una pelota, que atrapar un puñado de arena.

El mensaje es una idea que el predicador quiere transmitir, no es un conjunto de ideas desconectadas

Además, debe tener propósito. ¿Para qué tú quieres predicar ese mensaje a la iglesia? ¿Por qué es relevante para el público al cual tú te vas a dirigir? Y finalmente debe ser un mensaje aplicativo, ¿cuál es la aplicación adonde tú quieres llevar a tu auditorio? Interesantemente, yo no puedo seleccionar la aplicación de mi mensaje hasta que no haya estudiado el texto, hasta que no tenga la idea que yo quiero comunicar, esa idea única que yo quiero comunicar a través de mi mensaje. Sin embargo, la aplicación debe dominar toda la confección del sermón, o sea, yo debo tener esa aplicación en mi mente desde que comienzo a trabajar con la introducción, de manera que yo voy a llevar ese mensaje, yo voy a llevar a mi auditorio a esa aplicación que yo quiero traer al corazón de mi auditorio. Un sermón sin aplicación es como una carta sin dirección, puede ser que tenga muy buen contenido, pero no va a llegar a ningún lado.

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