Pocos pecados tienen consecuencias tan profundas como el adulterio.
El matrimonio es un pacto sagrado donde dos personas prometen ser fieles en todos los aspectos de la vida. Cuando uno se casa, se hace una sola carne con su cónyuge y las lealtades personales son alineadas con la persona con quien uno se casa. Es cierto que todo pecado nos hace merecedores de la ira de Dios, pero también es cierto que algunos pecados muestran mayor dureza de corazón y tienen mayores consecuencias. El adulterio crea heridas muy profundas y quebranta la confianza que debe existir en el matrimonio.
El apóstol Pablo nos habla de la seriedad del pecado sexual de la siguiente manera: “Huyan de la fornicación. Todos los demás pecados que un hombre comete están fuera del cuerpo, pero el fornicario peca contra su propio cuerpo” (1 Co. 6:18). Todo creyente debe tomar con seriedad y entender las consecuencias profundas y nefastas de caer en este pecado. El adulterio es todo lo contrario al evangelio. El adulterio dice: “En lugar de dar mi vida por ti, te sacrifico a ti para satisfacerme a mí mismo”.
¿Cómo podemos aconsejar mejor en casos de adulterio?
Dos personas necesitan ser pastoreadas
Algo de suma importancia cuando se comete este pecado es recordar que hay dos personas que necesitan ser pastoreadas. En muchas ocasiones se puede dar énfasis a uno de los dos, pero es crucial poder ayudar con verdades bíblicas a ambas partes. El evangelio tiene algo que decirle tanto al ofensor como al ofendido, y es importante que seamos diligentes al cuidar de ambos.
El ofensor
En primer lugar, se tiene que discernir si el ofensor muestra arrepentimiento genuino para poder ayudarle. No es lo mismo una persona que confiesa su pecado a otros que aquel que fue sorprendido en el mismo. En una ocasión, una pareja me llamó para darles consejería. Cuando les pregunté cómo podía servirles, el hombre me dijo: “Tengo que confesar, a ti y a mi esposa, que he estado adulterando”. En ese caso, el caminar con él fue más sencillo porque había arrepentimiento. El Espíritu Santo había trabajado en él a través del evangelio y le había dado verdadera convicción de pecado.
Por otro lado, cuando la persona es sorprendida en adulterio, la primera frase que le digo es: “Ahora estás llorando, pero en las próximas semanas tus acciones me harán saber si en verdad estás arrepentido”.
En segundo lugar, le comunico que parte de su arrepentimiento es acceder a cualquier petición razonable que su cónyuge desee hacer. Por ejemplo: no poner contraseña al celular, dejar saber siempre dónde se encuentra la persona, o dormir en otra habitación. Estas peticiones son razonables y el ofensor debería acceder sin ningún problema.
Para mí, una de las evidencias de que el ofensor no entiende su ofensa es cuando trata de tornar la culpa hacia el ofendido. Una forma de hacerlo es culpando al ofendido de su pecado, diciendo por ejemplo: “No me atendía sexualmente, es muy difícil de estar con él o (ella)”. Otra forma es demandando perdón rápidamente, cuando el ofensor dice algo como esto: “Si en verdad me perdonó, no debería pedir esas cosas de mí”. Cuando veo ese tipo de comportamiento, eso usualmente me dice que no hay arrepentimiento.
El ofensor tiene que entender que su trabajo es ganar la confianza del ofendido y que está dispuesto a demostrarle, de la forma que sea necesaria, que está arrepentido. El ofendido está llamado a perdonarlo, pero otra cosa es otorgarle su confianza nuevamente. Uno de los pasajes que asigno para meditar es el Salmo 51. En este pasaje, David está consciente de su pecado. Esto le lleva a clamar por misericordia y apreciar la restauración de su comunión con Dios. Hasta que el pecador no ve la profundidad de su falla y que Cristo murió por ese horrendo pecado, no existirá un verdadero arrepentimiento.
Por último, algo que me gustaría ver en el ofensor es que él quiera proteger al ofendido. En muchas ocasiones, cuando una persona peca de esta manera derrama muchas lágrimas mientras que el ofendido está procesando la ofensa y guardando alguna distancia. En ese momento, el ofensor no debe hacerse la víctima sino proteger públicamente a su cónyuge. Debe tomar toda la responsabilidad de protección hacia la víctima, y que esta no se convierta en la figura de corrección para algunos (por ejemplo, que personas con buenas intenciones le hablen al ofendido sobre perdonar al pecador así como Dios nos perdonó). Esto podría poner a la víctima en una posición muy difícil e incómoda. Por lo tanto, el ofensor debería protegerla.
El ofendido
Con la persona ofendida se comienza escuchando y llorando con ella. Buscamos ayudarla a lamentarse bíblicamente y encontrar consuelo en el evangelio. Algo que digo al ofendido en esos momentos es: “Mi esperanza es que el evangelio puede restablecer todo matrimonio roto. Vamos a caminar contigo este proceso y te apoyaremos sin importar la decisión que tomes al final”.
Si una pareja desea divorciarse, este es un tema muy controversial en el mundo evangélico. Desde mi perspectiva, el adulterio es una de las causas para disolver un matrimonio: “También se dijo: ‘Cualquiera que repudie a su mujer, que le de carta de divorcio.’ Pero yo les digo que todo el que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de infidelidad, la hace cometer adulterio; y cualquiera que se casa con una mujer divorciada, comete adulterio” (Mt. 5:31-32). Pero, aunque el divorcio es una opción, esto no significa que el evangelio no pueda restaurar un matrimonio.
La gracia del evangelio
¿Recuerdas el caso del que hablé al inicio, en que el hombre pidió perdón a su esposa en una sesión de consejería? Muchos años después, su matrimonio todavía se encuentra unido. Recuerdo el momento en que ella con lágrimas en los ojos le dijo a su esposo: “Porque Dios me ha perdonado tantos pecados, puedo perdonarte”.
Hay gracia para los matrimonios. El evangelio permite que podamos perdonar las mayores ofensas porque nuestras ofensas han sido perdonadas. Algo que siempre comunico a ambas partes es que quizás hoy no pueden verse felizmente casados pero, si ambos dan un paso hacia el otro, el evangelio puede restaurar paso a paso lo perdido.