¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

“Pero Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con los manjares del rey ni con el vino que él bebía, y pidió al jefe de oficiales que le permitiera no contaminarse” (Daniel 1:8).

¡Qué importante es el conocimiento de la historia para (como alguien ha dicho) no volver a repetirla! Es bueno el conocimiento del mundo, de cómo funciona nuestra sociedad, de nuestra cultura e idioma. Saber de estas cosas es provechoso para nosotros y nuestro desempeño en la sociedad contemporánea.

Además, está el conocimiento de la Palabra de Dios, para nosotros sus hijos. Este conocimiento es extremadamente importante, pues nos ayuda a conocerle mejor y saber cómo responder a su obra por nosotros, en nosotros, a través de nosotros, y a pesar de nosotros. En su Palabra tenemos el mensaje central de las Buenas Nuevas de la provisión de Dios para nuestra redención. También tenemos sus promesas que son un sustento diario para nosotros.

Sin embargo, hay otro conocimiento imprescindible e invaluable: el conocimiento de nosotros mismos. Alguien ha dicho inclusive que este conocimiento es un regalo de Dios. Necesitamos entender cómo nuestros valores y afectos se manifiestan en nuestros sentimientos, y cómo llegan a convertirse en nuestras acciones. Saber qué cosas nos sacan de quicio y causan estrés. Cómo reconocer a los ídolos de nuestro corazón y cuando estos lo atan, y cómo tratar con esta condición espiritual mediante la provisión de Dios en su Palabra, sus promesas, la comunidad de fe, y su Santo Espíritu obrando en nosotros.

Es importante saber cómo funciona mi corazón: Cuáles son las cosas o creencias que me hacen caer y me llevan a confiar en mi independencia, autosuficiencia, y justicia propia; cuáles cosas me hacen dudar de Dios, su bondad, y su buena voluntad para mí. Muchas de estas cosas no son malas en sí mismas, pero tienen efectos en los afectos o valores de nuestro corazón. Empiezan a desviarlo, a reorientarlo. Estas cosas pueden ser ciertas amistades, o alguna música, tecnología, ropa, redes sociales, o (como en el caso de Daniel) cierta comida.

Estar en Babilonia, bajo la presión cultural de ese lugar, sus valores, su educación, y cosas que buscaban conferir una nueva identidad a los jóvenes judíos (diseñadas cuidadosamente para asimilarlos a esa sociedad) debió ser difícil Daniel y sus amigos. Sin duda, ninguna de estas cosas los afectaba como el disfrutar de los manjares del Rey. Daniel parecía conocerse a sí mismo de tal manera, que sabía que su corazón se enfriaría cuando empezara a comer esa comida. Su devoción a Dios se vería afectada; olvidaría su verdadera identidad. Esta fue una línea que él no estuvo dispuesto a cruzar, y propuso en su corazón no contaminarse.

Para nosotros también es importante recordar esto. Sí, disfrutemos para la gloria de Dios las bendiciones de este mundo, pero cuidemos nuestro corazón de olvidar que estamos aquí solo de pasada, que somos “peregrinos y extranjeros” (1 Pedro 2:11). A veces actuamos como si fuéramos a vivir eternamente en esta tierra. No nos conocemos lo suficiente para saber cuál estilo de vida termina atando nuestro corazón.

Las buenas noticias para ti y para mí son que Jesús vivió con total intencionalidad cuando vino, no solo para darnos su ejemplo, sino también para ser un “mejor Daniel” que vivió perfectamente en nuestro favor y murió en nuestro lugar, pagando por las muchas veces que nosotros no hemos vivido así, y además para darnos por su Espíritu el poder necesario para buscar vivir diferentes en el 2018.

Piensa en esto hasta que tu corazón responda gozosamente en adoración.


Imagen: Lightstock.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando