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Puesto que somos mujeres, nuestras emociones cambian repetidamente, y yo he tenido problemas con ello. Soy una persona muy emocional. Creo que todas las mujeres lo somos. Es algo que cambia con frecuencia y que a veces es abrumador. Me gustaría compartir un par de cosas que me han ayudado a fortalecer mi fe a través de esta fluctuación de emociones. Un autor llamado Martyn Lloyd-Jones escribió un libro llamado “Depresión espiritual”, que cambió mi vida.

Uno de los puntos que él trata es que gran parte de nuestra tristeza y sufrimiento se debe a que no sabemos cómo controlar nuestros sentimientos, no sabemos qué hacer con ellos. Dios nos creó con emociones y eso es algo bueno. Somos capaces de gozar de su presencia. Podemos disfrutar del compañerismo, de la risa, y la tristeza. Eso es apropiado. Sin embargo, existe un lado negativo y es que podemos concentrarnos tanto en cómo nos sentimos que perdemos la noción de lo que es real y lo que es verdadero. Dios es un Dios inmutable. Los Salmos están llenos de emociones de gozo y de tristeza y de confusión, pero lo que los caracteriza es que empiezan y terminan con Dios. Comienzan con Dios. Muchas veces comenzamos con nosotros. Cuando me levanto en la mañana generalmente mi primer pensamiento es, “¿Cómo me siento?”, “¿Estoy cansada?”, “¿Estoy aburrida con la vida?”, “¿Estoy entusiasmada?”. Esa no es la mejor manera de empezar. Debemos empezar por aquello que es invariable: el carácter de Dios. Como mujer cristiana, tengo el llamado a contender por la fe, a vivir creyendo en las promesas de Dios. Quiero ver a una persona firme, lo que es posible aún con emociones oscilantes.

Algo que ayuda mucho es el “predicarnos a nosotros mismos”. Predicar las verdades del evangelio, predicar las verdades de la palabra de Dios a uno mismo. Sin importar cómo te sientas, Jesús murió por tus pecados. Eso no cambia. Eso es un hecho histórico. Por eso, cuando lucho contra la depresión, esa es la esperanza a la que me aferro, porque sé que es cierto y sé que Jesús está vivo y que su Espíritu vive en mí. Entonces estas cosas no cambian, aunque las sienta o no. Algo que también me ayuda es cantar, por eso es importante reunirse los domingos para cantar las verdades de Dios con su pueblo, porque te das cuenta que “¡Cierto! No solamente soy yo. Muchas personas a mi alrededor también creen lo mismo que yo”. Mientras me enfoque en cómo me siento, nunca llegaré al fondo del asunto. El fondo del asunto es “¿Qué es lo que creo?”, “¿A le quién creo?”. Si creo en el Señor, por fe puedo continuar y los sentimientos se alinearán posteriormente.

Hebreos 6:17-20 dice: “Por lo cual Dios, deseando mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de Su propósito, interpuso un juramento, a fin de que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, seamos grandemente animados los que hemos huido para refugiarnos, echando mano de la esperanza puesta delante de nosotros, la cual tenemos como ancla del alma, una esperanza segura y firme y que penetra hasta detrás del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho, según el orden de Melquisedec, Sumo Sacerdote para siempre”.

Entonces, cuando sientes que te hundes en un mar de emociones, puedes recordar que tienes un ancla que no cambia; puedes descansar en Él, puedes enfocarte en Él, y puedes contender por la fe, predicándole a tu alma la verdad del evangelio, aunque tú no lo sientas, es la verdad y es invariable.

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