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¿Alguna vez te ha pasado que una historia que ya conoces cobra nueva vida? ¿Que algún pasaje que has leído una y otra vez de pronto lo ves con una nueva luz? Déjame contarte cómo Dios hizo eso en mi vida.

A principio de este año 2015 nos enteramos de que mi madre tenía un cáncer en el pulmón de unos 7 centímetros con metástasis en el hígado. El cáncer en este órgano es considerado el más mortífero, y la metástasis hacía del pronóstico aún más oscuro. Luego de unos meses de tratamiento, la masa del pulmón redujo significativamente, pero nos enteramos de dos puntos más en donde el cáncer se había esparcido. El próximo ciclo de tratamiento tenía como objetivo eliminar estas tres metástasis, pero como nos dijo el doctor, “el cáncer hace lo que quiera”. No sabíamos qué iba a pasar con mi madre.

Dios sí sabía.

Bendita aflicción

Debo confesarlo: todo este proceso fue un tiempo de angustia y tristeza. Soy de carne y hueso, y al oír las malas noticias mi corazón se afligió, tuve miedo, sentí dolor, angustia y ansiedad. Pero también es cierto que fue un tiempo de intimidad con el Señor, como nunca la había experimentado. En medio de todo esto, Su Palabra me sostuvo. De hecho, muchas verdades del Salmo 119 se hicieron vida en mí a través de este largo proceso. Como dijo el salmista, “Bueno es para mí ser afligido, Para que aprenda Tus estatutos” (Salmo 119:71)

Paz en la Palabra

Dos versículos trajeron paz a mi vida, y sirvieron de deleite en medio de la angustia y aflicción. El primero de ellos fue Mateo 6:27, “¿Quién de ustedes, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?”. Para algunos, este versículo puede ser un pensamiento simplista, pero para los que creemos en el Señor, eso se llama descansar en Su soberanía. Al escuchar la voz de Dios en este versículo entendí que por más que me afanara, la vida de mi madre estaba en Sus manos y Él ya tenía decretado el día de su partida de esta tierra.

El segundo pasaje se encuentra en Mateo 6:34, “Por tanto, no se preocupen por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástenle a cada día sus propios problemas”. Muchos me decían “un día a la vez”, a veces sin saber que ese sabio consejo ya nos lo había dado Jesús en este pasaje. Qué gran verdad: un día a la vez. Llorar cuando hay que llorar y celebrar cuando sea tiempo de celebrar. Si no me hubiese escudado en este versículo, hubiese derramado lágrimas de más. Nuestra mente nos engaña y nos lleva a pensar en los problemas del mañana, mucho antes de estos llegar, olvidando así las palabras de Jesús cuando dijo que cada día traerá su afán.

Deleite en el dolor

Hoy más que nunca puedo hacer mías las Palabras del salmista cuando decía: “Me deleitaré en Tus estatutos, Y no olvidaré Tu palabra” (Salmo 119:16). Sus palabras hacen eco en mí: “Si Tu ley no hubiera sido mi deleite, Entonces habría perecido en mi aflicción” (Salmo 119:92).

A todo el que se encuentre en aflicción, puedo decir con certeza que la Palabra de Dios trae consuelo, fortaleza y esperanza. Por supuesto, todo creyente lo diría, pero es en la aflicción que se ha hecho más real en mi vida. Señor: ¡Cuánto amo Tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Salmo 119:97).

Doy gracias a Dios por ver a Su pueblo orando en favor de mi madre. Aunque hubo muchas llamadas, y tenía que repetir la historia una y otra vez, aprendí a recibir cada una de esas intervenciones como una muestra de amor inmerecido. Los versículos que traían mis hermanos servían como instrumento en la mano de Dios para traer consuelo y fortaleza en el momento oportuno. Como decía al principio, pasajes que ya tenía memorizados tomaron un color más vivo al escucharlos en medio del dolor y la incertidumbre.

No es lo mismo ver el desierto en fotos que habitar en él. Hoy puedo hablar del calor que se siente en ese lugar, pero al mismo tiempo puedo hablar de lo glorioso que fue encontrar ese oasis en donde, a pesar del calor, pude cada día beber agua de vida. Conocí la fortaleza que da el Señor a través de Su Palabra y a través de la consolación de mis hermanos, ahora puedo consolar como he sido consolada (2 Co. 1:4).

Él es fiel

Hoy podemos dar gracias por algo inesperado. En su chequeo de seguimiento de radioterapia, el doctor nos confirmó que las tres áreas de metástasis habían desaparecido totalmente, y que la masa del pulmón ya no era algo por lo cual preocuparse en lo inmediato, ya que seguía reduciendo de tamaño. Mi madre está en “observación”, y no podemos dejar de dar gracias a Dios por esto, porque sabemos que la ciencia y los médicos solo fueron instrumentos de nuestro Creador para hacer su voluntad.

Y eso es lo increíble de nuestro Dios: Él usó la aflicción para hacerme deleitar en Su Palabra, usó el cáncer de mi mamá para acercarnos a Él, y usó la cruz de dolor y vergüenza para darnos salvación y vida eterna. Sea cual sea la situación en la que nos encontremos, y aun sea cual sea el resultado del dolor, Él sigue siendo un Dios bueno, Su Palabra sigue siendo nuestro sustento, y Su amor y misericordia siguen siendo evidentes. Esa cruz sigue gritando Su fidelidad.

Que las misericordias del SEÑOR jamás terminan, Pues nunca fallan Sus bondades; Son nuevas cada mañana; ¡Grande es Tu fidelidad! “El SEÑOR es mi porción,” dice mi alma, “por tanto en El espero”, Lamentaciones 3:22-24.

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