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‪¿Cómo sacaba Jesús el máximo provecho de cada temporada?

Parece que siempre hay más oportunidades que las horas del día. Siempre más gente que ver, más necesidades que llenar, más trabajo qué hacer. Es fácil identificarse con Bilbo Baggins en La Comunidad del Anillo: “Me siento delgado, más o menos extendido, como la mantequilla de raspado sobre demasiado pan”.

¿Se supone que sintamos así todo el tiempo? ¿Deben estar nuestras agendas continuamente llenas? ¿Debe nuestro ritmo de vida normal terminar en presión y cansancio? ¿Es eso lo que Jesús quiso decir con vida abundante? (Juan 10:10).

Si no es así, ¿cómo vamos a manejar nuestras diferentes temporadas y horarios? Decir no a todo no es “vivir en misión”, y decir a todo, no es una receta para la gloria de Dios tampoco. La extremista en todas nosotras debe ser moldeado de acuerdo a la Escritura. Lo que nos lleva a una pregunta importante: ‪¿Cómo sacaba Jesús el máximo provecho de cada temporada?

La mejor manera de maximizar tu temporada actual es la manera de maximizar la mayoría de las cosas en la vida cristiana: imitando a Cristo mismo (Ef. 5:1). Es fácil olvidar que el ministerio público de Jesús era solo una fracción de su vida.

¿Cómo llegó a maximizar los tres años de su ministerio público? Aquí algunas formas.

1. Su agenda era hecha según la voluntad del Padre.

‪Aunque completamente Dios, Jesús no salió de la matriz exponiendo las Escrituras y reprendiendo a los fariseos. Era un niño que “crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría” (Lucas 2:40). Jesús fue enseñado a leer y escribir por la gente a la que Él había traído a la existencia. Él escribió su ADN; ellos le enseñaron ortografía. Su humildad estaba completamente en evidencia.

Jesús también fue enseñado por su Padre, quien soberanamente dirigió su horario. Su ministerio en la tierra comenzó y terminó de acuerdo con la voluntad del Padre (Gal. 4: 4-5; Ro. 5:6) y fue sostenido por la voz del Padre, cuya sustancia es mayor que cualquier pan de cada día (Mat. 4:4; Jn. 4:3). Como Jesús declaró: “Porque he descendido del cielo, no para hacer Mi voluntad, sino la voluntad del que Me envió” (Juan 6:38). 

‪Los Evangelios están llenos de las habilidades de planificación estratégicas del Padre siendo llevadas a cabo en la vida de su Hijo, incluso cuando  cuestionan el razonamiento humano. Movido por su Padre, Jesús dijo que sí a las cosas que molestaban a la religión (comer con prostitutas y publicanos, rescatar parias sociales, rebatir los líderes religiosos) y no a las cosas “buenas” (ir directo a Betania al enterarse de la enfermedad de Lázaro, o dejar que la gente le siguiera después de su conversión).

Su agenda estaba completamente dictada por su Padre, confundiendo a los cerebros finitos de sus compañeros.

2. Él era reabastecido periódicamente.

Nuestro Salvador necesitaba tiempo a solas (y los introvertidos por todos lados se gozan en esto). Qué reconfortante es saber que no estamos solas en nuestra necesidad de recargar y volvernos a llenar. Mira el Hijo eterno de Dios levantarse temprano a retirarse de la presión de la multitud y reunirse con su Padre.

“Su fama se difundía cada vez más, y grandes multitudes se congregaban para oír a Jesús y ser sanadas de sus enfermedades. Pero con frecuencia El se retiraba a lugares solitarios y oraba”, Lucas 5:15-16.

“Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, Jesús salió y fue a un lugar solitario, y allí oraba”, Marcos 1:35.

“Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar”, Marcos 6:46

Para Jesús, el recargar fuerzas no era un tiempo para la auto-indulgencia; era una necesidad espiritual. Él no estaba escapando a sus responsabilidades, estaba centrándose en la más importante: en guardar su relación más importante. Tal vez fue durante estos tiempos que Él ganó la confianza inquebrantable en la voluntad de su Padre que lo liberó a descansar, incluso tomar una siesta, durante las tormentas y los gritos de pánico.

Confiar en el Programador Maestro 

Del mismo modo que Jesús sometió su horario a su Padre, nosotras debemos rendir cada aspecto de nuestras vidas a su plan perfecto. No se trata de hacer más o menos para “maximizar tu tiempo”; se trata de someterse a Aquel que da y reabastece nuevos corazones, el Programador Maestro que te llama a ser más fiel que innovador.

Para maximizar cada etapa de la vida, debemos hacer una cosa por encima de las demás: volver una y otra vez al evangelio que declara que Jesús lo pagó todo. Dado que su obra es suficiente, somos libres para estar quietas y saber que Él es Dios, que es bueno, y que Él es el mejor en la orquestación de nuestros días para nuestro gozo y su gloria.

No tenemos que decir que sí a cada cita para un café, oportunidad de ministerio, o estudio de la Biblia. No hay vergüenza en establecer límites (o el abrazar los que tienes). En su lugar, deja que tus límites prediquen el sermón para los que Dios los diseñó. Deja que muestren la gloria de Aquel sin principio que se hizo carne como nosotras, dejándonos un modelo de una temporada –y una vida– vivida al máximo.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún.
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