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Recuerdo cuando estaba embarazada de Priscilla, y una de mis mentoras en Minnesota, Evelyn, nos organizó un baby shower. El tema era “el gozo de la lectura”. ¡Guau! Yo estaba muy emocionada y me llamaron la atención varios detalles que ella tuvo al planearlo. Los regalos, los juegos, y las decoraciones, todo estaba centrado en cómo cultivar en los niños el deseo de leer.

También recuerdo que ella tuvo un tiempo de oración por Priscilla y luego dio una breve charla sobre la importancia de leerles a nuestros hijos, incluso desde los primeros días de nacidos. Siempre estaré agradecida con Evelyn por el impacto que tuvo en la vida de mi esposo y la mía para inculcar en nuestros hijos el deseo por la lectura.

La Biblia insta con frecuencia a los padres a transmitir la Palabra a sus hijos (Dt. 6:6-9). Cuando practican la lectura, la mente de nuestros niños se va desarrollando saludablemente. Los padres somos responsables de cultivar en ellos este hábito. Mientras más pronto lo aprenden, más se les facilitará comprender y forjar el deseo por el aprendizaje, especialmente por la Palabra de Dios. Por eso una de nuestras metas principales es cultivar en nuestros hijos la disciplina de la lectura para que ellos conozcan al Dios grande y maravilloso por medio de la Biblia.

Cultivemos en nuestros hijos la disciplina de la lectura para que ellos conozcan a Dios por medio de la Biblia

Antes de darte cinco consejos que pueden ayudarte, te pido que no te desanimes si tus hijos ya son adolescentes. Puedes comenzar a leer para tus hijos a cualquier edad, mientras ellos estén bajo tu cuidado. Para las familias que tienen niños pequeños, es importante que comiencen lo antes posible. En nuestro hogar comenzamos con nuestros hijos desde los primeros días de nacidos. Nunca es demasiado temprano para comenzar.

Entonces, ¿cómo cultivamos en nuestros hijos la disciplina de la lectura?

1) Enséñales con tu ejemplo

Nuestros hijos nos ven y nos imitan mucho más de lo que advertimos. Lo que vivimos en casa es lo que más les impacta. Esto significa que tenemos la gran tarea de modelar lo que les exigimos. Sé que suena muy fuerte, pero los cristianos no estamos solos en esta enorme responsabilidad de criar a nuestros hijos.

Dios está con nosotros y nos da sus fuerzas para honrarle y ser ejemplo para ellos. Esto implica que nosotros también cultivemos la disciplina de la lectura. Pidamos a Dios que nos dé dominio propio para priorizar la lectura por encima de otras actividades poco productivas como ver televisión, navegar en redes sociales, etc.

2) Habla con tus hijos

Las conversaciones cara a cara con nuestros hijos son de vital importancia. Les demuestra desde pequeños que ellos son responsables de escuchar y procesar lo que les comunicamos. Busca un momento y lugar calmado, y ora antes de comenzar a hablar. Luego te animo a que converses con tus hijos (el tiempo y la profundidad dependerán de su edad).

Diles que quieres comenzar algo divertido que les ayudará a pensar y aprender. Afirma que quieres hacerlo junto a ellos y que será una nueva aventura como familia. Explícales la importancia y el deleite de la lectura, y que estarán implementando tiempos de lectura durante el día. No te preocupes si piensas que no entienden lo que les dices o lo que vas a hacer. ¡Ellos entienden mucho más de lo que imaginamos!

3) Crea una rutina

Es importante que después de conversar con ellos comiences una rutina en casa. Planea pausas en otras actividades con el fin de pasar tiempo leyendo. Puedes comenzar diciendo, por ejemplo: “a las 10 de la mañana y a las 4 de la tarde tomaremos 15 minutos para leer”. Y luego puedes añadir otra hora de lectura en el día o incrementar el tiempo de lectura poco a poco.

Tenemos la gran tarea de modelar lo que exigimos a nuestros hijos. Les impactará ver que parte de nuestro tiempo lo invertimos en la lectura

La consistencia es clave para fomentar la disciplina, así que pídele fuerzas al Señor y —en dependencia de Él— permanece en tu rutina. Las primeras dos semanas usualmente los niños reniegan por estas nuevas estructuras, pero si te mantienes firme verás resultados a largo plazo.

4) Evita las distracciones

En los momentos de lectura, apaga toda distracción o ruido que interrumpa la concentración. Trata de que sea un tiempo en donde tú también dejes lo que estés haciendo y te enfoques en asistirles, o leer con ellos, de acuerdo a su edad y nivel académico.

Ellos notarán la importancia de la lectura al verte dejar lo que hacías para compartir ese tiempo con ellos.

5) Provéeles biblias y libros de acuerdo a su edad

En nuestro caso, el primer momento de lectura de mis hijos es la lectura de la Biblia. Puedes darles una Biblia o libros para niños de acuerdo a su edad y centrados en el evangelio. Luego, en la tarde, a nuestro bebé de un año le doy libros que le ayudan a distinguir los colores u otra clase de ilustraciones; y libros de literatura, ficción, o cuentos cortos para mi hija de cinco años.

Es bueno generar en ellos el deseo de leer toda clase de géneros literarios para que su comprensión se desarrolle. Pregúntales al final de su tiempo de lectura:

  • ¿De qué se trataba el libro?
  • ¿Qué aprendieron de su lectura?
  • ¿Qué les gustó de la lectura?
  • ¿Cómo esta lectura los lleva a conocer y amar más a Dios y su Palabra?

Dependamos del Señor

Cultivar el hábito de la lectura en tus hijos no es una tarea fácil y no se logra de un día para otro, pero ¡vale la pena! Recuerda que es un proceso con altibajos, pero Dios está contigo para fortalecerte y darte sabiduría. ¡Depende del Señor para que en sus fuerzas perseveres y así promuevas en tus hijos el amor por la lectura!

Me parece interesante cómo el Señor llama a sus hijos a amarle y pide que sea con toda nuestra mente (Mt. 22:37). Las Escrituras enseñan que su contenido debe llenar la mente y corazón de nuestros hijos. También oremos por ellos y su salvación. Ellos necesitan conocer el mensaje del evangelio, transmitido en el Libro más importante de todos: las poderosas noticias de la vida, muerte, y resurrección de Cristo que salva a los pecadores que se arrepienten y creen en Él (1 Co. 15:1-4).

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