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Nota del editor: 

Te invitamos a acompañarnos en nuestra lectura de “Viviendo en la luz: Dinero, sexo y poder“, de John Piper. ¿No sabes qué es #CoaliciónLee? Ve aquí. ¿Quieres participar? ¡Únete aquí!

En las semanas anteriores hemos estado revisando lo peligrosos que el dinero, el sexo, y el poder pueden llegar a ser cuando están en el centro de nuestras vidas. Nuestros corazones son engañosos y expertos en fabricar ídolos. ¿Lo peor de todo? No podemos hacer nada para remediarlo. Estamos ciegos.

“[El dinero, el sexo, y el poder] parecen más atractivos que Dios porque somos ciegos espiritualmente y no vemos que la belleza de Dios satisface por completo” (p. 87).

Si tu relación con el dinero, el sexo, el poder, o cualquier otra cosa creada está fuera de control, es porque el Sol no está en su centro. Cuando Dios y su gloria están en el lugar correcto, gobernando nuestras vidas, todo lo que Él ha creado puede servir para Sus propósitos buenos y eternos.

El Sol en el centro

Si nosotros no podemos hacer nada para remediar el problema de nuestra idolatría, ¿qué nos queda? La indescriptible gracia de Dios.

Él hizo resplandecer luz en nuestros corazones y ahora podemos ver. Podemos ver lo profundo de nuestro pecado y la insatisfacción permanente de nuestra alma. Podemos ver que Dios es el único digno de todo nuestro ser y lo único que puede satisfacernos. ¡El Sol se puso en el centro! Ahora podemos ver.

“Pues Dios, que dijo: ‘De las tinieblas resplandecerá la luz’, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo”, 2 Corintios 4:6.

Jesús pagó en la cruz por cada pecado; por cada vez que hemos amado el dinero, el sexo, el poder, y cualquier otra cosa creada antes que a Dios. Él llevó el castigo de nuestra maldad y nos vistió de su justicia. Podemos arrepentirnos de nuestra iniquidad y saber que no seremos consumidos, porque Cristo hizo el sacrificio perfecto en nuestro lugar.

Viviendo en la luz

La transformación que Dios hace en nuestros corazones es un “ya, pero todavía no”. Somos santos, pero también estamos siendo santificados. Podemos ver, pero no vemos perfectamente. Ya no somos los mismos de antes, pero la obra que Dios empezó en nosotros todavía no ha terminado.

Poco a poco, al contemplar a Dios en su Palabra, vemos con cada vez más claridad. Y eso nos cambia (2 Corintios 3:18). Vemos a Jesús, le amamos y admiramos, y somos poco a poco transformados  a su imagen.

“Viendo al Señor mismo, en la inmensidad de Su grandeza y Su belleza, somos transformados. Nos amolda a Él. Nos volvemos más parecidos a quien más admiramos” (p. 93).

En Jesús, somos libres para vivir en la luz. Pero no nos engañemos. Nuestra transformación no será por “arte de magia”. Tenemos que contemplar a Dios, continuamente. Vivir cada día a la luz de su gloria en la Palabra.

Así podremos glorificar a Dios en nuestras vidas con todo lo que somos y todo lo que tenemos. Así, el dinero, el sexo, y el poder serán algo que nos ayude a decir, “Cristo es muchísimo mejor”.

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