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El evangelio no solo nos salva del infierno, también nos libera de las cadenas que cargamos aquí en la tierra. ¿Te has sentido agobiado por la presión de subir la “escalera del éxito profesional”? ¿O crees que eres inferior a los demás porque tu trabajo es muy poco (o nada) remunerado?

“Puesto que ya tenemos en Cristo las cosas por las que la gente trabaja —la salvación, el valor propio, una buena conciencia y la paz— ahora podemos trabajar solo para amar a Dios y a nuestro prójimo” (loc. 957-958).

El cristiano no trabaja para ganar posición o sentirse valioso o calmar su conciencia; el evangelio nos libera de todo eso para disfrutar realmente nuestro trabajo. Y lo disfrutaremos al hacerlo para glorificar a Dios y servir a los que nos rodean.

“Tu trabajo diario es, en última instancia y sin importar el tipo, un acto de adoración al Dios que te llamó y equipó para que lo hicieras” (loc. 1059-1060).

El trabajo es frustrante

“Todo eso suena muy lindo, Ana”, podrías decir, “pero la verdad es que mi trabajo apesta”.

Para muchos no es difícil pensar que el trabajo es una maldición. Quizá eres uno de ellos. Sea por la monotonía de tus tareas, por un jefe insufrible, o por el poco dinero que obtienes después de tanto esfuerzo, los “espinos y cardos” son el pan de todos los días para ti.

“El pecado afecta no solo la vida personal y privada, sino además la vida pública y social, y particularmente el trabajo. […] El trabajo no es en sí mismo una maldición, pero ahora se encuentra con todos los otros aspectos de la vida humana bajo la maldición del pecado” (loc. 1164-1167).

La semana pasada vimos que Dios le encomendó al hombre trabajar la creación desde Génesis 1, cuando todo era bueno. Y sí, el trabajo es algo maravilloso, pero no está exento de los efectos de la Caída. Aunque el trabajo no es una maldición, sí está bajo una maldición. Génesis 3 es la razón de que, como escribe el autor, “el trabajo [sea] frustrante y fructífero a la vez” (loc. 1258).

Entonces, encontrarnos con dificultades al trabajar no debería sorprendernos. Quizá no son espinos y cardos literales, pero los espinos y cardos estarán ahí… por mucho que te guste tu trabajo. La frustración que provoca la Caída debe llevarnos a fijar nuestra mirada en Cristo para encontrar la satisfacción que muchos buscan en su profesión. Solo así podremos trabajar con gozo a pesar de las dificultades, y descansar sabiendo que el Señor bendecirá la obra de nuestras manos, por insignificante que parezca.

“El Nuevo Testamento revela que la fuente última del descanso que buscamos es Jesucristo, quien —porque ha trabajado por nosotros en la cruz— puede ofrecernos el verdadero descanso para nuestras almas” (loc. 1496-1497).

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