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Lo escuchamos una y otra vez: toda la Biblia se trata de Jesús.

Es un principio básico para cualquiera que estudia, predica, o enseña la Palabra. Sea cual sea el pasaje que estemos leyendo, no debemos perder de vista al Cristo de toda la Escritura.

Pero, ¿cómo luce esto “en la vida real”? ¿Cómo predicamos a Jesús desde Génesis, o Éxodo, o Josué? ¿Qué tienen que ver la escalera de Jacob, el tabernáculo, o el ejército Israelita con Jesús?

¡Tienen todo que ver!

Para los que no tengamos tan claro cómo es que Cristo está plenamente presente con su pueblo desde el principio, Edmund Clowney nos ofrece varios ejemplos de sermones que predican a Jesús a partir de toda la Biblia. El autor nos ayuda a dejar de mirarnos a nosotros mismos y asombrarnos con la grandeza del Dios que las Escrituras nos presentan en cada página.

“Cuando estamos pendientes de nosotros nuestra presentación de Cristo se ve amenazada. No podemos presentarle si no estamos siendo conscientes de su presencia. Mirar al Señor es la respuesta. Lleva los ojos de tus oyentes a mirarle a Él” (p. 85).

La realidad está en Jesús

Una vez que me encontré con un amigo mientras él le mostraba a un par de albañiles un libro ilustrado acerca del tabernáculo. Lo primero que cruzó mi mente fue, “¡¿Cómo podría el tabernáculo de Israel interesarle a estos humildes hombres?!”. Mi prejuicio fue rápidamente silenciado al ver su interés sobre la adoración del pueblo judío en el Antiguo Testamento.

Mi amigo seguía hablando y hablando sobre los utensilios, el lugar santo, y el lugar santísimo. ¿A dónde quería llegar con todo eso? ¡Debí haberlo visto antes! El tabernáculo apuntó directamente a Cristo; a su sacrificio a nuestro favor al rasgar el velo para llevarnos delante del Padre.

“La adoración en el tabernáculo anunciaba el verdadero tabernáculo en el cielo, el patrón del simbolismo en la tierra que apuntaba a Jesús. Ahora, nos acercamos en adoración al lugar santo celestial. Ahí, la asamblea de los santos y ángeles se reúnen donde Jesús está. Su sangre pagó el precio por nuestro pecado para que podamos acercarnos a Él en adoración” (p. 142)”.

Si buscamos a Cristo en la Palabra —en cualquier parte de ella— le encontraremos. Él es la realidad que todas las imágenes ilustran. Como escribe Clowney, “La gloria del nuevo pacto viene a cumplir los símbolos del antiguo pacto. En Jesús tenemos el verdadero tabernáculo” (p. 142).

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