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Si no te has enterado de que 2017 marca el aniversario número 500 de la Reforma, quizá has estado bastante desconectado de Internet. A lo largo de este año hemos visto numerosos artículos, videos, conferencias, y más, que conmemoran este evento en la historia de la Iglesia. Y con justa razón. La Reforma es importante.

De eso se trata el libro de Tim Chester y Michael Reeves, “¿Por qué la Reforma aún importa?”. Como vemos en el título, los autores no están sopesando si la Reforma importa para nosotros hoy o no. Ellos están diciendo que la Reforma es importante, y en su libro buscan explicarnos por qué.

“En su raíz, la Reforma era una disputa acerca de cómo conocemos a Dios y cómo podemos estar bien con él. […] La Reforma continúa importando porque la vida eterna sigue haciéndolo” (pos. 181-187).

Justificados por la fe

Comenzamos nuestra lectura tratando el vital tema de la justificación. Tan vital que, de acuerdo a los reformadores, la justificación es el artículo sobre el que la iglesia se mantiene firme o cae.

En la teología medieval la justificación se entendía de manera muy diferente a lo que la Biblia enseña. En lugar de ser un proceso en el que Dios nos hace justos (lo que en realidad es la santificación), los reformadores redescubrieron la justificación como el acto forense en el que Dios nos declara justos delante de Él.

A Lutero le atormentaba la idea de la justicia de Dios. Pero cuando sus ojos fueron abiertos y entendió que la justicia de Cristo era contada como suya por el evangelio, todo cambió. No se trata de vivir con miedo por no saber si nuestra propia justicia será suficiente para que Dios se agrade de nosotros; se trata de vivir con seguridad en que la justicia de Cristo es perfecta y suficiente, y ahora es nuestra por la fe.

“Si estás ocupado intentando justificarte a ti mismo, siempre estarás ocupado” (pos. 473).

El creyente no se ocupa de buscar su propia justificación, sino que se ocupa de caminar con gozo en las buenas obras que Dios preparó para él (Ef. 2:10).

Firmes en la Escritura

¿Cuál es nuestra autoridad final? El Señor y su Palabra.

En teoría, es fácil que cualquier creyente dé una respuesta como esa. Pero en la práctica las cosas pueden lucir de manera diferente.

En su tiempo, Lutero luchó para que los cristianos entendieran que su lealtad más alta no era a la institución de la iglesia, sino a Cristo Jesús. Y a Cristo lo encontramos en la Biblia. A diferencia de lo que la Iglesia católica enseñaba, todo creyente podía encontrarse con Jesús a través de la Palabra y con la guía del Espíritu Santo.

“Todas las interpretaciones verdaderas de la Biblia llevan a Jesús” (pos. 788).

Hoy tal vez no nos volvemos al papa para conocer la voluntad de Dios, pero para nuestros corazones pecaminosos sigue siendo fácil desviarse de la Palabra. Para muchas personas, lo que sienten y lo que experimentan se ha vuelto la autoridad suprema de sus vidas.

Hemos de cada día luchar contra el pecado de intentar ser nuestra propia autoridad, y someternos a la Palabra que nos ha sido confiada. ¡No necesitamos nada más!

“Debemos trabajar duro para garantizar que nuestras vidas y nuestra vida juntos no están gobernadas por la tradición o la experiencia, sino por Cristo a través de su Palabra” (pos. 981).


Te invitamos a acompañarnos en nuestra lectura de “¿Por qué la reforma aún importa?”, de Tim Chester y Michael Reeves. ¿No sabes qué es #CoaliciónLee? Ve aquí. ¿Quieres participar? ¡Únete aquí!
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