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“Emanuel, Dios con nosotros”.

Durante noviembre y diciembre, encontramos esta frase por todos lados. Villancicos, nacimientos debajo de pinos decorados, guirnaldas, imágenes en Facebook, y más. Todo el mundo parece cantar “Dios con nosotros”, pero pocos realmente saben lo que eso significa.

“El mundo moderno está lleno de personas que dicen creer en Jesús, entender quién es Él, pero no ha revolucionado sus vidas. No se ha producido una crisis ni un cambio duradero. La única manera de explicarlo es que, contrario a lo que proclaman, en realidad no han captado el significado de que es «Dios con nosotros»” (pos. 636-638).

Si Jesús es Dios, si Dios realmente vino como un hombre a caminar entre nosotros, absolutamente todo en nuestra vida debe girar en torno a ello. ¡Piénsalo! Si lo que dijo Jesús es cierto, Él es Señor y digno de todo nuestro tiempo, energía, y recursos. Si lo que Él dijo es mentira, no es más que un engañador al que deberíamos despreciar o un loco al que ignorar. Con Cristo no hay términos medios.

La encarnación tiene importantes implicaciones para los cristianos. No solo somos llamados a deleitarnos y cantar himnos por lo que Dios hizo por nosotros. Somos llamados también a imitarlo. Jesús se despojó de su gloria para caminar entre los que no tienen nada. El sentir en nosotros debe ser el mismo.

En Navidad se habla mucho de la generosidad y el amor al prójimo. ¿Por qué? Porque Jesús fue el más generoso de todos, y el que otorgó el amor más puro e inmerecido.

Todo el mundo parece cantar ‘Dios con nosotros’, pero pocos realmente saben lo que eso significa.

En contra del Rey

Una parte que suele omitirse en las pastorelas es el encuentro entre los sabios de oriente y el rey Herodes. La mera idea de perder su trono hizo enfurecer a Herodes, al grado de mandar matar decenas de niños sin remordimiento alguno. Cuando leemos acerca de esto es fácil compadecernos por las vidas inocentes que se perdieron, y hablar de lo orgulloso y despiadado que fue aquel hombre.

Lo difícil es reconocer que nosotros somos igual de orgullosos y despiadados.

Jesús no vino a reinar sobre un país; Él es Rey de todo el universo. Eso nos incluye a nosotros. ¿Vivimos de acuerdo a esta verdad? ¿O hacemos todo lo posible porque nuestra propia voluntad sea hecha en nuestras vidas?

“Creamos dioses a nuestro antojo para enmascarar nuestra hostilidad hacia el verdadero Dios, que se revela como nuestro Rey absoluto. Y si el Señor que nació en Navidad es el verdadero Dios, entonces nadie lo buscará, a menos que nuestros corazones sean transformados sobrenaturalmente para desearlo y buscarlo” (pos. 903-906).

¡Alabado sea Dios por su infinita gracia! No solo se despojó de su gloria para acercarnos hacia Él, también nos dio nuevos corazones para que deseemos morar junto a Él por siempre.


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