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¿Cuál es tu actitud al llegar a la congregación los domingos por la mañana? ¿Llegas simplemente a sentarse, escuchar, y “recargar tu batería espiritual” para sobrevivir otra semana? ¿Cuál es el rol que deberías desempeñar cuando te reúnes con tus hermanos y hermanas para celebrar el glorioso evangelio que los ha salvado?

Muchos cristianos piensan que su único papel es asistir a una reunión y, durante la semana, tratar de obedecer la Palabra que se predica. Quizá ayudar en algún evento especial un par de veces al año. Viven como consumidores de sermones en lugar de como miembros del cuerpo de Cristo.

Pero Dios nos ha llamado a mucho más que eso. En su libro, Instrumentos en las manos del Redentor, Paul Tripp nos ayuda a ver que el cristiano no es un mero espectador del servicio dominical. El trabajo del ministerio no es solo para pastores y líderes. Todo creyente es llamado a servir a los demás creyentes; a apuntarles al Redentor que puede transformar sus corazones para siempre.

“¡Si usted está vivo en este planeta, usted es un consejero! Usted interpreta la vida y comparte esas interpretaciones con los demás. Usted es una persona de influencia, y también está siendo influenciada” (loc. 2492-2496).

El problema es que solemos perder de vista lo glorioso de este Redentor y su evangelio. Escuchamos las buenas nuevas y las creemos, pero pensamos que esto es como obtener un boleto al cielo y ahora nuestro trabajo es portarnos lo mejor que podamos.

¡Qué equivocados estamos! Nuestro Redentor vive y quiere transformarnos aquí y ahora. Él desea no solo librarnos de las consecuencias de nuestro pecado, sino también de su poderosa influencia en nuestros corazones. Él quiere hacernos nuevos desde el interior. Y quiere usarnos para hacer Su obra en las personas que nos rodean.

“No debemos ofrecer a la gente un sistema de redención, un conjunto de ideas y principios. A la gente le ofrecemos un Redentor” (loc. 543-545).

Tú no puedes, Dios sí

Quizá te sientes completamente incapaz de ayudar a alguien a cambiar verdaderamente. Prefieres llamar al pastor o algún otro líder para que atiendan la necesidad de tu vecino o compañero de trabajo. Tengo buenas y malas noticias. La mala noticia es que tú eres completamente incapaz de, por ti mismo, transformar los corazones de esas personas. La buena noticia es que no necesitas hacerlo.

Dios es el que hace la obra. Nosotros solo somos sus instrumentos. Lo único que debemos hacer es estar preparados para responder con la Palabra de verdad a aquellos que Dios ponga a nuestro alrededor; Él se encargará del resto.

“Dios usa gente ordinaria para hacer cosas extraordinarias en las vidas de los demás. […] Nosotros no cambiamos a nadie, ese es trabajo del Redentor. Nosotros somos simplemente Sus instrumentos” (loc. 1079-1123).

¿Estás listo para dejar de vivir como un espectador y empezar a vivir como un instrumento en las manos de Dios? Sumérgete en la Palabra y pídele en oración al Señor que te ayude a ser sensible a la necesidad de tu prójimo. Medita en las glorias de tu Redentor cada día, para que así puedas mostrárselas a otros en donde sea que estés.

“Nuestro objetivo es ayudarnos mutuamente a vivir conectados a ‘la historia de Dios’. Nuestra misión es enseñarnos, amonestarnos, y animarnos unos a otros a descansar en Su soberanía, en lugar de establecer la nuestra; a confiar en Su gracia, en lugar de actuar apoyados en la nuestra; y a someternos a Su gloria en lugar de buscar la nuestra. Esta es la obra del reino de Dios: personas en manos del Redentor, funcionando diariamente como Sus herramientas de cambio duradero” (loc. 2016-2029).

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