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Cuando se trata de Dios, nadie puede ser completamente imparcial. Cuando le preguntes a cualquier persona qué cree acerca de Dios, si lo analizas un momento podrás ver que cualquiera que sea su respuesta —desde un convencido ateísmo hasta la devota convicción— será resultado de numerosos prejuicios que se van desarrollando desde la más tierna infancia.

“Todos tenemos profundas capas de prejuicio que van en contra de la idea de un Dios santo al que debemos rendir cuentas”.

A todos nos afecta el que Dios exista o no. Nadie puede decir que no es así. Cuando reconocemos esto es cuando realmente podremos ser objetivos. Cuando seamos lo suficientemente humildes como para dudar de nuestras dudas.

La primera cristiana

En el relato de María, la primera persona que se encuentra con Jesús resucitado, la Escritura nos muestra cuán ciegos podemos llegar a ser.

Esta mujer había seguido de cerca a Jesús y había escuchado muchas veces que era necesario que padeciera. También había escuchado muchas veces que se levantaría de entre los muertos. Había visto señal tras señal. Creía que Jesús era Dios. Y aun así, cuando vio la tumba vacía, se echó a llorar.

Ella no ha entendido nada, no hasta que Jesús la llama por su nombre y abre sus ojos. Entonces ella creyó, y se gozó, y adoró, y corrió a anunciar las buenas nuevas a los discípulos.

Esto es lo que cada uno de nosotros necesita; es preciso que el Señor nos llame por nuestro nombre y abra nuestros ojos.

“Tener fe es imposible sin la intervención sobrenatural de Dios mismo”.

El gran enemigo

Pero la cosa no termina ahí.

Una vez que Dios abre nuestros ojos a la verdad, también hace posible que veamos la mentira. Nos damos cuenta que vivimos en un mundo corrompido, y que tenemos una misión: proclamar la verdad de Dios y su evangelio.

Necesitamos vivir continuamente renovando nuestro entendimiento en la Palabra de Dios, para que podamos resistir los ataques diarios del maligno (Romanos 12:1-2).

“Satanás no nos controla con mordeduras de serpiente sobre la piel, sino con mentiras dentro de nuestro corazón”.

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