El sexo, la codicia, el éxito…
A lo largo de estas semanas, Tim Keller nos ha ayudado a examinar nuestros corazones e identificar esos dioses en los que podríamos estar depositando nuestra confianza.
A diferencia de los ídolos tallados con manos humanas, estos dioses del “mundo intelectual y sofisticado” son mucho más discretos y socialmente aceptables. Se esconden muy bien en nuestros corazones. Toman diferentes formas, pero a final de cuenta hacen lo mismo que cualquier otro dios: controlan nuestra vida.
¿Qué es lo que te hace despertar cada mañana? Tal vez sea tu hambre de poder. Ese “subidón” que te da controlar a las personas o las circunstancias. La adrenalina de ser importante, de que tu ausencia signifique problemas.
Al igual que la codicia no solo afecta a los ricos, los ídolos del poder no es solo para los poderosos. ¿Cuántos no conocemos a alguien que le encanta ser el rey de su propio universo? Podría ser un pastor controlador sobre sus ovejas o la gerente que maltrata a los dos empleados que tiene a su cargo.
Como ante cualquier otro dios falso, solo podemos ser libres del dios del orgullo volviéndonos al Dios verdadero. Un Dios que escogió mostrar su grandeza en la debilidad, y sigue haciéndolo hasta hoy. ¡Su gloria resplandece en nuestros débiles corazones!
“El ejemplo y la gracia de Jesús sanan nuestro anhelo de poder. […] Al renunciar a su poder y servir, se convirtió en el hombre más influyente que haya existido”.
Es probable que conozcas el mensaje del evangelio. Haz escuchado hablar de la inmensa gracia de Dios para con el hombre pecador. ¿Pero qué tanto vivimos aquello que entendemos? ¿El evangelio ha transformado realmente tu manera de ver el mundo y sus ídolos, o es simplemente un bonito mensaje para los domingos en la mañana?
Keller nos dice que “la verdadera naturaleza de nuestros corazones se revela bajo presión, en las experiencias de la vida real”. Nuestros ídolos salen a la luz cuando se ven amenazados. Como lo que le pasó a Jonás.
“Jonás nos demuestra que una cosa es creer el evangelio con nuestras mentes y otra grabarlo en lo profundo de nuestros corazones de modo que afecte todo lo que pensamos, sentimos y hacemos”.
Jonás fue enviado a predicar a una malvada ciudad, pero no quería hacerlo. Él odiaba a los ninivitas, pues eran parte de un imperio cruel que oprimía a Israel. Y este profeta sabía que el Dios verdadero es un Dios de misericordia. Lo vemos huir, ser regresado milagrosamente, predicar, y finalmente molestarse hasta desear su propia muerte por el arrepentimiento de ese pueblo idólatra. ¡Parece un gran berrinche! Su racismo y sentido de superioridad nacional luce ridículo… hasta que nos damos cuenta de que no somos muy diferentes a Jonás.
“Cuando un ídolo toma el control de su corazón […]”, escribe Keller, “redefine la realidad en sus propios términos”. ¿Qué es lo que define nuestro mundo? ¿A través de qué lente estamos percibiendo la realidad?
“Cuando la idolatría se proyecta al futuro, cuando algo o alguien amenaza a nuestros ídolos, esto nos produce un temor y una angustia paralizantes. Cuando se proyecta al pasado, cuando fallamos a nuestros ídolos, conduce a una culpa irremediable. Cuando la idolatría se proyecta en la vida presente, cuando las circunstancias bloquean o derriban nuestros ídolos, nos sume en la ira y el desespero”.
Wow. La lucha con los ídolos de nuestro corazón es en definitiva agotadora. ¡Cuánto control tienen sobre nosotros mismos! Y ni siquiera nos damos cuenta.
La buena noticia es que la lucha no es solo nuestra. La victoria ya nos ha sido dada. Jesús se “inclinó voluntariamente su cabeza frente a la tormenta definitiva, afrontándola directamente por mí”.
¡Él ha vencido a nuestros ídolos! No necesitamos vivir esclavizados a ellos. En Jesús hay libertad verdadera y duradera. Volvámonos a Él.
