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Están juntos, sonriendo, conversando y vestidos de gala. Todos debajo de un toldo lleno de luces y flores; un lugar casi tan hermoso como la cumpleañera. Puedo ver cómo cada una de estas personas sostiene un pedazo invisible de mi corazón roto.

Ver a nuestro alrededor a tanta gente que nos ama reunida en un solo lugar es ver a Dios a los ojos y entender con mayor claridad cómo es que aún tengo corazón. Uno podrá planificar un evento, pero solo Dios produce verdadera celebración, la cual siempre viene impregnada de gracia. Solo Él crea momentos de lucidez tan fuertes que se sienten como adelantos de la fiesta que habrá cuando estemos junto a Él, ya sin estorbos de pecado.1

Un cristiano camina sabiendo que Dios provee amor a través de Su cuerpo, la iglesia.2 Pero hay momentos en los cuales esa verdad espiritual se puede abrazar, escuchar y ver.

Para los que somos de Cristo, los actos públicos son extensiones de la obra que Dios realiza en lo íntimo de la casa y el corazón, día tras día. La celebración verdadera comienza en privado, cuando no hay motivos para celebrar; cuando no hay galas, pasteles ni flores, y no se ven luces por ningún lado.

La gente que vino a festejar con nosotros esa noche especial fue la que estuvo en tantas otras noches en las que solamente parecía haber oscuridad interminable​​​​. Dios llena los lugares de celebración con aires de felicidad y música mucho antes de que nos encontremos allí. Va preparando todo, empezando por estrechar los lazos que nos sostienen cuando todo parece estar rompiéndose. Cuando todavía nos encontramos en lugares de llanto y silencio, Dios va proveyendo todo para nuestros días de celebración.

Es como si Él construyera los momentos de gozo más profundo a partir de los dolores indescriptibles que decidimos ya no guardar. Los amores que soportan el fuego con nosotros son los que celebran como nadie más lo hará, porque así como al que mucho se le perdona, mucho ama, también el que mucho llora durante la noche, mucho celebra cuando llega el día.3 

Compartir mil momentos de sufrimientos antes de tener motivos para festejar es lo que convierte estos actos públicos de meros ritos sociales a celebraciones de gracia; monumentos hermosos que proclaman al mundo, y nos recuerdan a nosotros, el poder de Dios que se hizo real en nuestra debilidad.4

Nosotros podremos planificar eventos y ritos sociales, pero solo Dios produce monumentos de gracia en medio de nuestras pequeñas fiestas.


1 Ap 19:7-8
2 1 Co 12:12-26
3 Prov 17:17
4 Sal 37:39, 2 Co 12:9
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