¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Mi querido hermano:

Tu padre me pidió que escribiera algunos pensamientos sobre la vida para tu gran cumpleaños. Es del tipo de cosas que me hubiera gustado saber cuando tenía 13 años, pero que no descubrí hasta más tarde. Genial, puedo hacer eso. Pero primero, tengo que ser honesto contigo: la escuela de los golpazos (santificados) es la única que existe.

No hay atajos en el camino de la cruz. Habrá sufrimiento por delante. Se te pedirá que hagas cosas difíciles. A veces, tendrás miedo. Pero no tienes nada que temer. Porque tienes a Dios. Si Él está a tu favor y el evangelio promete que lo está, ¿qué importa si el mundo entero está en tu contra?

Ahora, como un pecador santificado hablándole a otro, quiero compartirte un poco sobre las tres etapas por las que pasa un hombre en su peregrinaje a la Ciudad de Dios.

Sobre la virtud

El temor a Dios es lo que sucede cuando un hombre reconoce la pura realidad del Señor Dios y la asombrosa pequeñez de su yo

Primera etapa: cuando el joven se da cuenta, por alguna razón, que necesita obtener virtud. (Para mí, fue leer un libro de Dietrich Bonhoeffer sobre la gracia barata y la gracia costosa). Virtud es una antigua palabra latina, virtus, que significa “poder” y está vinculada a la palabra para hombre, vir. Convertirse en un verdadero hombre es desarrollar virtud. El dinero, atractivo sexual, deportes, éxito profesional: nada de eso hace un vir. Solo virtus.

Hay cuatro virtudes cardinales que debes obtener: sabiduría, justicia, coraje y autocontrol.

La sabiduría es poder visualizar lo que es real a través de las apariencias, y poder emitir un buen juicio sobre la base de esa visión de las cosas. La Biblia dice, una y otra vez, que el temor del Señor es el principio de la sabiduría. Eso es porque Dios es lo más real que existe. El temor a Dios es lo que sucede cuando un hombre reconoce la pura realidad del Señor Dios y la asombrosa pequeñez de su yo. Por eso se deshace ante Él. Obtén ese temor y te volverás sabio.

Lo siguiente es la justicia: el poder de hacer lo correcto, de dar a todas las personas lo que es debido producto de un profundo respeto por su persona. Las cosas que el mundo se esfuerza hasta el cansancio por poseer no tienen importancia. Lo que importa es que seas justo, recto, bueno, fiel, veraz, un hombre íntegro, que aun jurando en perjuicio propio, no cambia. Deja que el mundo te quite todo lo que tienes si es necesario. Deja que te quite la vida, pero nunca, nunca sueltes la justicia de tus manos.

En tercer lugar, coraje: el poder de hacer lo correcto, aun cuando sabes que sufrirás por ello. No es audacia. Los hombres necios son osados. Los sabios temen porque saben lo débiles que son y lo peligroso que es el mundo. Pero temen más a Dios. Porque temen más a Dios, son sabios al percibir el camino de la justicia. Debido a que en su sabiduría valoran la justicia más que las posesiones, el estatus o la vida misma, están dispuestos a sufrir pérdidas por lo que es bueno.

La última virtud es el autocontrol. Un hombre es como una ciudad allanada y sin murallas cuando no lo posee. El poder de gobernarse a uno mismo, de dominar sus emociones e impulsos: esta virtud es el muro que rodea tu alma. No dejes que tus deseos naturales por la comida, bebida, mujer o venganza te dominen. Si los dejas, ellos serán tus amos y tú serás su esclavo. No: debes gobernarlos a ellos. Debes obtener el autocontrol para poder dominar tu yo. Es solo cuando te dominas a ti mismo que eres capaz de entregarte libremente en amor.

De la virtud a la gracia

La segunda etapa del camino es la “conversión”, como lo expresó Martín Lutero: de la virtud a la gracia. Bajo el sol, no hay nada mejor que la virtud. Debes esforzarte por obtenerla. Pero no puedes obtenerla por tu propia cuenta. De hecho, cuanto más te esfuerzas por conseguirla, más te das cuenta de tu incapacidad para alcanzarla.

Tus pecados son grandes porque la pecaminosidad es profunda: demasiado profunda para que la autoayuda, por muy antigua o sofisticada que sea, realmente ayude. Pero el problema no es solo el pecado. Aún tu virtud moral tiene un cáncer espiritual en su interior. Aún tu bondad se ve empañada por la maldad del orgullo. Tus mejores actuaciones delatan la patología de un yo que no quiere que Dios sea Dios. Esto se debe a que eres hijo de Adán, el hombre que no se contentaba con ser hombre, trató de quitarle lo divino a Dios, abandonó la virtus y dejó de ser vir. Yo también.

No importa. Tienes algo mejor que la virtud: tienes a Cristo. Has sido bautizado y tienes la promesa del evangelio de que Dios te amó tanto que dio a su Hijo para redimirte.

  • Cuando reconozcas tu necedad, refúgiate en Cristo: Él es tu sabiduría.
  • Cuando reconozcas tu injusticia, refúgiate en Cristo: Él es tu justicia.
  • Cuando reconozcas tu cobardía, refúgiate en Cristo: Él y solo Él es valiente.
  • Cuando reconozcas tu esclavitud a la lujuria, refúgiate en Cristo: su sangre perdona todos tus pecados y su Espíritu es fuerte para vencer la carne y hacerte santo.

Cuando realmente lo eches todo a perder y te des cuenta de que a pesar de todo tu esfuerzo por obtener virtud estás impregnado de vicio, eleva tu corazón a nuestro Redentor y regocíjate. Él es el Segundo y Postrer Adán, el amigo de pecadores como tú y yo. Mientras más temprano te des cuenta de tu debilidad, más temprano te volverás fuerte, no en ti mismo, sino en virtud de tu unión con Cristo. Cristo, el poder de Dios. Cristo, el Vir. “Aquí está el Hombre” (Jn 19:5), dijo Pilato, el día en que nuestro Adán deshizo el desastre a través de su obediencia hasta la muerte en el árbol de la cruz.

El más grande de estos

El amor es lo único que finalmente importa. ¿Por qué? Porque Dios es amor

Arrancados del primer Adán e injertados en Cristo por gracia, comenzamos a aprender el arte de las artes: el amor. El amor es lo único que finalmente importa.

¿Por qué? Porque “Dios es amor” (1 Jn 4:8), y Él es lo más real que existe.

Algún día tendrás que elegir un oficio o carrera, algo que hacer: y eso es importante; un gran bien puede salir de ella. Los pasatiempos están bien, cazar es divertido, leer libros aporta sabiduría y placer. Pero al final, solo hay dos realidades que cuentan mucho: las personas y el amor que comparten. Dios es Amor, “Dios en tres personas / bendita Trinidad”. Este Dios que es amor te rescató para convertirte en una imagen de sí mismo, en amor.

¿Qué es el amor? El amor es el Hijo de Dios que se hace hombre para que los hijos de Adán se conviertan en hijos de Dios. El amor es el Rey de reyes humillándose para lavar los pies de sus discípulos; para lavarle los pies a Judas. El amor es este Dios-hombre que da su vida por su esposa, muriendo para que ella viva. Aprende a vivir para los demás, aprende a entregarte por los demás, aprende el camino del sacrificio y encontrarás gozo.

“Estén alerta, permanezcan firmes en la fe, pórtense varonilmente, sean fuertes. Todas sus cosas sean hechas con amor” (1 Co 16:13-14). Estás bien encaminado, amigo. Mantén el rumbo y ayúdame a mí también a lo largo del camino.

Tu hermano,

Pastor Phil


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando