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“Luego despidió a sus hermanos, y cuando se iban les dijo: ‘No riñan en el camino’” (Génesis 45:24).

En este capítulo tenemos el reencuentro de José con sus hermanos. De manera conmovedora, podemos ver cómo José no se puede contener después de varios incidentes donde parece haber estado luchando en su corazón al verse frente a frente con sus detractores. Ellos le habían hecho daño al venderlo y casi causado su muerte. Sin embargo, José tampoco podía negar la mano de Dios en medio de todas esas circunstancias.

Me imagino la lucha en su corazón hasta tener que llegar a la conclusión de que Dios usó para bien lo que sus hermanos habían planeado para mal (Gén. 50:20). José llegó a reconocer que Dios, en su gracia y misericordia, estuvo detrás de estos hechos para preservar su vida y la de su familia.

Por fin, José se revela a sus hermanos y ocurre esta bella reconciliación familiar. En este versículo, vemos a José decirle a sus hermanos, al enviarlos a su padre para traerlo a Egipto, que “no riñan en el camino”. ¡Ya sabemos lo que había pasado la última vez que esto había ocurrido!

Más que un comentario que refleje amargura y le recuerde a sus hermanos el daño que le habían hecho, el contexto del capítulo nos hace fácil deducir lo opuesto de estas palabras. El comentario de José refleja un corazón libre y liviano que no se toma a sí mismo muy en serio. Por eso creo que también es importante para nosotros reconocer las palabras de José, de “no reñir en el camino”.

Y es que en nuestro caminar por este mundo, las cosas muchas veces son difíciles. “Es un mundo cruel”, dice un dicho popular que nos recuerda la realidad de vivir en un mundo caído y en crisis, especialmente espiritual, pero también económica, moral, física, y emocional. Es fácil esconder nuestro quebranto con los logros personales y las posesiones materiales. Pero en el fondo, el dolor es profundo.

A pesar de eso,  . Esto revela la realidad del pecado en nuestro corazón y nuestras luchas por encontrar justicia propia al tratar de poner a otros “en su lugar”. Ante esto, necesitamos mostrar gracia a nuestro prójimo, no sabiendo los detalles de su vida, pero estando seguros de su quebrantamiento que muchas veces es tan profundo como el nuestro.

Las buenas noticias para ti y para mí son que, por la obra de Cristo a nuestro favor, nuestra justificación es objetiva. Ella viene de Dios y por eso no necesitamos protegerla. Esto significa que, aunque nunca podremos evitar del todo los conflictos interpersonales, sí podemos extender gracia a otros “en el camino” sin tomarnos a nosotros mismos tan seriamente.

Piensa en esto hasta que tu corazón responda gozosamente en adoración.


Imagen: Lightstock.
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