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El término “bienaventuranzas” se usa con frecuencia para identificar las ocho proclamas que Cristo pronunció en el Sermón del Monte y que describen las características de aquellos que entran en el reino de Dios por medio de Cristo (Mt 5:1-11). Sin embargo, en la Biblia hay un uso amplio de esta palabra.

¿Conoces a alguien con el nombre “Macario”? Si él desconoce el significado de su nombre, puedes darle una buena noticia: Macario viene de la palabra griega macários, que significa “bienaventurado, dichoso o feliz”. Es así como empiezan las bienaventuranzas de Cristo para quienes padecen en la tierra por acercarse, creer y obedecer a Cristo.

Las bienaventuranzas pronunciadas por nuestro Señor son estas:

  • “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.
  • Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados.
  • Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra.
  • Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados.
  • Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia.
  • Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios.
  • Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.
  • Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.
  • Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de mí” (Mateo 5:3-11).

En esta lista aparece nueve veces la palabra “bienaventurados”. Sin embargo, la última y la penúltima son unificadas por la similitud en su redacción, dejando así ocho bienaventuranzas. El Evangelio según Lucas también registra de manera breve este discurso donde se las menciona (Lc 6:20-22). Sin embargo, Lucas también registra una antítesis de las bienaventuranzas:

  • “Pero ¡ay de ustedes los ricos! Porque ya están recibiendo todo su consuelo.
  • ¡Ay de ustedes, los que ahora están saciados! Porque tendrán hambre.
  • ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen! Porque se lamentarán y llorarán.
  • ¡Ay de ustedes, cuando todos los hombres hablen bien de ustedes! Porque de la misma manera trataban sus padres a los falsos profetas” (Lucas 6:24-26).

La amenaza es la antítesis de las bienaventuranzas. En este caso, Cristo no expresó maldiciones, sino que dio un anuncio profético de desgracia inminente para quienes tienen comportamientos contrarios a los esperados de los ciudadanos del reino. Una particularidad de quienes no son “macarios”, o dichosos, es que desechan a Cristo y prefieren a los falsos profetas.

El término “bienaventurado” aparece un total de 50 veces en las Escrituras. En el lenguaje popular del Antiguo Testamento se utilizaba esta fórmula para felicitar a alguien por su comportamiento prudente y su búsqueda sincera de Dios, tal como lo expresan las palabras de la reina de Sabá al rey Salomón: “Bienaventurados sus hombres, bienaventurados estos sus siervos que están delante de usted continuamente y oyen su sabiduría” (1 R 10:8; cp. Sal 84:4; 119:1; Pr 8:32; Is 30:18). Aunque también se usa en un sentido irónico en los profetas, expresando todo lo contrario:

“‘Las palabras de ustedes han sido duras contra mí’, dice el Señor. Pero dicen: ‘¿Qué hemos hablado contra ti?’. Ustedes han dicho: ‘En vano es servir a Dios. ¿Qué provecho hay en que guardemos sus ordenanzas y en que andemos de duelo delante del Señor de los ejércitos? Por eso ahora llamamos bienaventurados a los soberbios. No solo prosperan los que hacen el mal, sino que también ponen a prueba a Dios y escapan sin ser castigados’” (Malaquías 3:13-15, cursiva añadida).

Este pasaje describe el verdadero riesgo de malentender las bienaventuranzas. El bienaventurado no lo es porque tenga los beneficios que su nuevo estatus en Cristo ofrece, sino porque su comportamiento es una prueba de que ha entendido que la mayor bienaventuranza consiste en creer en Dios, oír su palabra y obedecerla; lo demás es añadidura. Como afirman estos otros pasajes de las Escrituras:

  • “Dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan” (Lucas 11:28).
  • “Jesús le dijo: ‘Tomás, ¿porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron’” (Juan 20:29).
  • “Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas, y cuyos pecados han sido cubiertos” (Romanos 4:7).
  • “Bienaventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta” (Romanos 4:8).

Los creyentes somos macários por pura gracia y por la obra redentora de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (Ap 19:9; cp. Ef 2:8-10).

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