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“Y Esaú dijo a su padre: ‘¿No tienes más que una bendición, padre mío? Bendíceme, bendíceme también a mí, padre mío’. Y Esaú alzó su voz y lloró” (Génesis 27:38).

Es una realidad el que nosotros, como hijos varones, necesitamos el amor y la afirmación verbal de nuestro padre terrenal. Especialmente en la cultura hebrea, la bendición del padre al primogénito era muy importante.

Al continuar con esta serie de pensamientos devocionales enfocados en nuestras relaciones con nuestros hijos, es vital reconocer el papel que jugamos como padres varones de nuestros hijos varones y la bendición espiritual que Dios ha diseñado para ellos a través de nosotros.

Entendemos que el pacto de gracia de Dios sobre sus hijos incluye una bendición especial a la siguiente generación. Esto no significa que ellos no tengan que afirmar su fe y reconocer la obra de Cristo en su favor, pero sí podemos ver el compromiso de Dios con sus hijos y sus familias.

Esta realidad apunta a esa manera en que Dios creó a los varones para buscar la afirmación de sus padres. Si no tenemos esa afirmación, al igual que Esaú, podemos pasarnos la vida entera buscando la bendición de nuestro padre terrenal. Esaú luchó toda su vida con esta realidad, aumentada por la relación dañada con su hermano Jacob, quien le usurpó en su papel como hijo mayor.

Necesitamos sentir que nuestra vida tiene propósito, contribuye a la humanidad, y que al mismo tiempo somos alguien aún en nuestras fallas y errores. Necesitamos sentirnos amados incondicionalmente, afirmados en la obra de nuestras manos, y “bendecidos” al escuchar que nuestro padre está orgulloso de nosotros reconociéndonos de esa manera.

Dios nos ha diseñado así para también apuntar a nuestro anhelo de relación personal con nuestro Padre celestial.

Las buenas noticias para ti y para mí son que, aun si en esta tierra no tenemos la bendición de un padre terrenal que nos amara incondicionalmente, nos afirmara en nuestro trabajo, y nos bendijera con sus palabras, podemos escuchar la voz de bendición del Padre que nos da la satisfacción, la seguridad, y el significado que nuestras vidas como varones necesitan.

Esto es gracias a la obra de Cristo en la cruz del Calvario y en nuestro favor. El Padre también nos dice, “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia”.

¡Piensa en esto hasta que tu corazón responda con adoración y gozo!


Imagen: Lightstock.
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