¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

He estado trabajando en algunos proyectos que simplemente están estancados. Recientemente, mi jefe cerró algunos de ellos y no puedo evitar sentir que perdí mucho tiempo en cosas que fallaron. Esto es difícil porque oré diligentemente y trabajé en ellos arduamente. ¿Cómo puedo dejar ir esta frustración y sentimiento de fracaso?


Si algo he experimentado en estos últimos meses, es un fracaso constante. Ya que mi tiempo disponible se redujo a la mitad, el límite despiadado de 24 horas al día ha cerrado más proyectos de los que me había percatado que estaba trabajando. En mi caso, y sospecho que no soy el único, el fracaso es una parte central de la vida en estos días.

Para muchos de nosotros, el trabajo está lleno de “shocks de oferta”: tenemos menos tiempo, menos acceso, menos capacidad, menos apoyo, y más demandas que antes. Al mismo tiempo, puede que estemos cargando con más responsabilidades debido a nuestros padres envejecientes, familiares enfermos, o niños fuera del colegio. Nuestro trabajo, tanto formal e informal, requiere más de nosotros, pero con menos recursos que antes.

Por nosotros mismos, no podemos hacer más con menos. Nuestro trabajo se queda sin hacer. Nuestro mal genio saca lo peor de nosotros. Nuestras palabras son duras y crueles. La esperanza se evapora. Nos volvemos aún más profundamente centrados en nosotros mismos.

Dios nos hizo finitos y nuestro mundo está roto. Un jefe que cierra un proyecto es un retrato de ello. No podremos escapar del fracaso, pero podemos encontrar esperanza en medio de él.

Nuestro fracaso no es el fracaso de Dios

Primero, lo que nos parece un fracaso, lo que podría ser un fracaso a nuestra vista, puede ser otra cosa en el plan de Dios. Considera el primer mártir. Esteban, estrella y líder dotado de la iglesia, dio una defensa apasionada de Cristo y fue apedreado. Seguramente, esto le pareció a algunos como un gran fracaso evangelístico. 

Lo que nos parece un fracaso, lo que podría ser un fracaso a nuestra vista, puede ser otra cosa en el plan de Dios

Seamos honestos: Esteban habría quedado vivo, y quizás hubiese ganado algunos amigos, si hubiese moderado un poco su lenguaje. Quizás no hubiese habido una persecución. Esteban hubiese tenido otras oportunidades para proclamar el evangelio, cuidar de las viudas griegas, y hacer señales y milagros. Muchas buenas obras murieron con Esteban. 

Pero la muerte de Esteban forzó a la iglesia a esparcirse en Judea, Samaria, y más allá, justo como habían sido ordenados pero aún no habían obedecido. Y la muerte de Esteban probablemente tocó el corazón del fariseo que se convertiría en el más grande apóstol a los gentiles. El comportamiento de Esteban parece un fracaso si no lees más allá de Hechos 8:1. O si no te percatas que Esteban fue obediente hasta la muerte a Aquel que murió por él.

Dios es soberano sobre nuestros fracasos, entretejiendo todas las cosas de acuerdo a su plan. En aquello que es cerrado por nuestro jefe o por las limitaciones de capacidad y tiempo, Dios puede estar obrando un mayor bien.

Gracia en la humildad

Segundo, hay gracia en el fracaso cuando respondemos con humildad (Stg. 4:6). Solo así encontraremos lo que necesitamos para seguir adelante.

¿Por qué necesitamos a un Salvador en primer lugar? Porque nunca fuimos exitosos en algún proyecto de autosalvación. Aún nuestras mejores obras están llenas de injusticia. Es cuando admitimos nuestra derrota que podemos aceptar la redención de Jesús.

Podemos encontrar esperanza en nuestro fracaso porque el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad

Siempre estamos luchando contra el orgullo que, cuando nos caracteriza, puede aplastarnos. Cuando somos orgullosos, nuestra identidad se encuentra en lo que podemos hacer, lo que hemos alcanzado, en lo que nos hemos convertido. Nuestro orgullo es la razón por la cual no podemos lidiar con quedar por debajo, y nuestro orgullo es la razón por la cual abandonamos la gracia de Dios cuando lo hacemos.

Pero podemos dar muerte a ese orgullo al recordar la fuente de nuestra identidad más profunda. Como se ha dicho, somos seres humanos, no hacedores humanos. No somos definidos por lo que hacemos, sino por lo que somos; en realidad, por a quién le pertenecemos. Somos definidos por nuestra pertenencia al Dios que nos compró. Aún cuando fracasamos, en Cristo no somos un fracaso.

En última instancia, la soberanía de Dios y su gracia nos libera para fracasar. Porque aunque nosotros no podamos hacer más con menos, Dios parece ser un especialista en hacer precisamente eso. Podemos encontrar esperanza en nuestro fracaso porque el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando