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“Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra, y poniéndose de rodillas, oraba, diciendo: ‘Padre, si es Tu voluntad, aparta de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya’”, ‭‭Lucas‬ ‭22:41-42‬.

En esta ocasión, vemos al Señor Jesús encontrarse envuelto en su misión de venir a este mundo para vivir una vida perfecta en nuestro favor y morir en la cruz del Calvario en nuestro lugar. Era el plan perfecto de la redención ratificado en su resurrección.

Sin embargo, tener la certeza y convicción de estar en el centro de la perfecta voluntad de Dios no quiere decir, por supuesto, que todo sería algo fácil y libre de dolor. Al contrario, el Dios todopoderoso había tomado forma humana con todas las limitaciones que esto implicaba y, en la carne, el Hijo de Dios había sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado.

Ahora Jesús se preparaba para enfrentar en la cruz la separación misma del Padre, para recibir el castigo y la culpa que merecemos. Esto es algo que jamás podremos llegar a comprender en su magnitud.

Entonces, al estar a punto de enfrentar el propósito principal de su venida, Jesús va a un lugar a solas a encontrarse con su Padre para recibir la fortaleza espiritual y gracia necesaria para el momento. En lugar de mostrar autosuficiencia e independencia, como si fuera huérfano, el Hijo de Dios busca la dirección, voluntad, los recursos, y la gloria del Padre.

En nuestros momentos difíciles, también necesitamos reconocer que no estamos solos y, como Job, no atribuirle a Dios una mala intención para nuestras vidas. También podemos alejarnos de la situación, por lo menos mentalmente y emotivamente, para que en la quietud de nuestro corazón, por unos minutos, en gozosa y humilde dependencia, corramos al Padre para rendir nuestra voluntad a Él. Luego podemos pedir la dirección de su Espíritu, y enfrentar la situación con fe pidiéndole las fuerzas necesarias para hacer lo que sabemos que necesitamos hacer.

Las buenas noticias para ti y para mí son que cada momento, sea difícil o no, es un regalo de Dios, una oportunidad para “orar sin cesar” a lo largo del día, y correr al trono de la gracia para encontrar ahí el oportuno socorro.

Piensa en esto hasta que tu corazón responda gozosamente en adoración.


Imagen: Lightstock.
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