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Nota del editor: 

Este artículo está inspirado en Cartas del diablo a su sobrino, escrito por C. S. Lewis. Aquí, un demonio tentador les habla a demonios tentadores en entrenamiento.

Esta escena sucede en el infierno, en la cena anual del Colegio de Tentadores en Entrenamiento para jóvenes demonios. El director, el Dr. Respigario, acaba de proponer un brindis por la salud de los invitados. Ajenjo, un demonio muy experimentado, que es el invitado de honor, se levanta para decir:

Director, sus decadencias, espantadores, demonios, y diablillos; queridos tentadores intolerables, graduados horribles, y demonios gentiles:

Con mucho gusto asumo mi lugar en nuestra gran tradición para hablarles a nuestros recién graduados y animarlos a la más alta malevolencia y maldición. Podría comenzar mis comentarios diciendo cuán honrado me siento por haber sido invitado, pero ustedes, mis estimados invitados, no son humanos a los que deba halagar, y yo no soy humano para fingir humildad. Lo digo claramente: merezco y esperaba hablarles esta noche. Si no fuera por ese incompetente Dr. Respigario, cuyas fallas son muy evidentes, habría dicho todo esto hace siglos. Buscarían en vano y no encontrarían a uno más adecuado en todo el reino satánico para encenderles en momentos tan cruciales como el nuestro.

Ahora que tengo su atención, permítanme dirigirles al punto de mi dirección: a medida que la marea comienza a cambiar decisivamente a nuestro favor, no debemos permitir que el Enemigo recupere su posición. Para tener un empujón final, para acabar la campaña de cierre, debemos hacer lo que los jóvenes demonios tienden a olvidar: debemos separar a los humanos de las voces del pasado.

Ahora es el momento de disipar la gran nube de testigos, silenciar a esos hombres y mujeres terribles que, aunque murieron, todavía hablan. ¿Deberían seguir haciéndonos quedar en ridículo? ¡En nombre de todo lo que no es santo, no!

Algunos de ustedes, y esto para su desgracia, no les importan los libros viejos que yacen pacíficamente en los estantes. Algunos de estos (y revisé el registro para recordar cuáles) arrojan luz sobre nuestras sombras, señalan nuestras trampas antiguas, les informan sobre nuestros diseños y, por lo tanto, amenazan con despertar a esta generación que de otro modo estaría dormida. Pero ahí yacen, tolerados. Muchos de ustedes son demasiado jóvenes como para haberse vuelto tan descuidados.

Mientras nos deleitamos en esta celebración, yo por mi parte estoy ansioso al escuchar sus voces sonar vergonzosa y burlonamente fuera de nuestras puertas. ¿No pueden escucharlos? Por cada pedazo de los condenados que yace en nuestro plato, por cada bocado que inspira nuestros bufidos y aullidos, debemos despertar al hecho de que la negligencia en este asunto permite que los muertos nos roben carne de nuestros estómagos y bebida de nuestras tazas. Aprieten los dientes y dense cuenta de que nos causaron, durante la escasez pasada, que nos cenáramos a los familiares de la mayoría de las personas en esta sala. Sus chillidos de protesta, todavía frescos en mi mente, nos comisionan a todos a exorcizar sus voces de la tierra. ¿Deberían nuestros esfuerzos de guerra continuar siendo frustrados por fantasmas?

Quiero evaluar a uno de esos fantasmas, ese irritable irlandés cuyo nombre se ha convertido en una maldición: C. S. Lewis.

Historias de Aslan

Primero recuerden, temblorosamente, a esa vergüenza, a Escaldado, que perdió al paciente después de tantas décadas en sus manos. Un error, jóvenes graduados, que pocos que escuchan mi voz podrían esperar superar. Su influencia hizo que un ateo acérrimo, un difamador de la fe, se convirtiera en una de esas inquietantes voces de las que ahora les advierto.

Considera el error completo. Considera en qué se convirtió Lewis.

Por un lado, este hombre —a diferencia de muchos de los ministros monótonos y académicos incoloros cuyo trabajo apoyamos de todo corazón—, causó terribles impresiones en nuestras posesiones más preciadas: los niños. A través de esa facultad terriblemente útil, la imaginación, corrompió a niños y niñas de todo el mundo con historias que contenían el horrible Eco del Enemigo garabateado en sus páginas.

En un mundo de fantasía, con un león de fantasía, y todo tipo de personajes torpes, capturó más que su atención. ¿Puedes creer que después de perder al hombre, este tentador tonto, Escaldado, se rió sobre el hombro de Lewis mientras escribía? “Es basura pura”, creo que dijo. No podía discernir la propaganda del Enemigo introducida de contrabando en historias de ficción con los niños, príncipes, ratas, dragones, reinos mágicos, brujas blancas, maldiciones, y faunos. “Tan amenazante para nuestros diseños como un tigre viejo, ciego, y sin dientes”, informó Escaldado.

Pero ese seductor usó a Narnia para mostrarles la tierra. Les presentó a Edmund, Lucy, Peter, Eustace, y a Reepicheep para presentarles a ellos mismos. Les habló de Aslan, y discúlpenme por mi exasperación, para llevarlos al desagradable Increado de Judá. Descubrió cómo predicarles sermones a los niños, y Escaldado solo sonrió. El Enemigo saqueó nuestro tesoro por la parte de atrás de un armario.

Fugas malvadas

Y tiempo después, la lógica, que durante tantos años solo fue una aliada, nos traicionó al final. Con cada ensayo que pasaba, con cada libro publicado, con cada carta respondida, transmisión de radio, y sermón, los llevaba montaña arriba para mirar al Enemigo y luego a los laberintos que ideamos con tanto cuidado para su destrucción.

Escaldado subestimó enormemente el peligro de este topógrafo en nuestros esfuerzos de guerra. Nuestros caminos retorcidos, anudados por deliciosos engaños y medias verdades, comenzaron a estropearse cuando comenzó a mostrarles nuestras tentaciones y pozos. Nuestro humo de relativismo, ateísmo, materialismo, y nuestros otros ismos favoritos, fueron poca cosa contra este cuervo que hizo su nido por encima de la niebla.

Al final, uno nunca habría pensado, después de que Escaldado no pudo con él, que este cerdo engordado convertido en mago logró romper tantos de nuestros hechizos de mundanalidad. Tan a menudo él, con gran exageración y engaño, sin duda, apelaba a ese otro mundo más allá, que muchas de nuestras tentaciones fueron en vano contra las almas de sus oyentes. Sus muchos adornos sobre el “peso de la gloria” y otras cosas sin sentido, asquerosos como nos parece la baba, conmovieron a innumerables humanos a tomar en serio las mentiras del Enemigo sobre cosas como la vida eterna.

Él, pirateando el horrible Libro del Enemigo, hablaba a menudo sobre las vacaciones en el mar, el país más allá, sobre el olor, la vista, el anhelo de una tierra por la que habían sido “creados”, una casa situada justo al lado de la colina, justo alrededor de la curva. Y algo llamado Gozo con G mayúscula. Engañó a nuestras víctimas, con bonitos colores y popurrí poético, de que la tortura y muerte del Enemigo de alguna manera aseguró que sus seguidores, que también tomaron sus propias cruces y soportaron sus propios sufrimientos como Él, podrían estar mejor al final. ¡Que nunca acontezca!

¿No debería la mera existencia de nuestro reino exponer el engaño? Si el cielo es como el Enemigo se jacta tan descaradamente, ¿por qué nuestras huestes se largaron de allí tan violentamente? Pero Lewis, con su varita en la mano garabateando ficciones, obligó a nuestras víctimas a la verdadera ruina de la que escapamos por muy poco. Se darán cuenta de ellos, eventualmente. Sin embargo, aunque estarán muy decepcionados al final del camino, nosotros seguiremos estando hambrientos.

Silenciar a los zorrillos

Pero, suficiente hablamos ya de ese hombre. No pretendo honrar a los humanos hablando demasiado de él. El punto es este: no dejen que sobreviva el mensaje de los santos que han muerto. ¿No deberíamos nosotros, de todos los seres, saber cómo silenciar a los muertos? ¿Cortarles las lenguas a los que nos hacen la vida imposible? Tres metros bajo tierra no es muy profundo, cavemos más profundo.

Un brindis, entonces.

Han estudiado. Están hambrientos. Han tentado, observado, y esperado este día. Cada uno de ustedes, con la ayuda indispensable de su asesor más diabólico, condenó un alma humana. El plato preparado tan perversamente ante ustedes contiene restos de su botín: la mayor parte va, por supuesto, a su mentor. Que sea el comienzo de un éxito ininterrumpido, ya que saben lo que les espera si no.

Levanten sus copas.

Hacia un futuro lleno de coraje, crueldad, y convicción. A la puesta del sol y a la huida de la luz. Al regreso de la era de los demonios. Para silenciar a los zorrillos, a una nos burlamos y decimos: ¡adelante y hacia abajo!


Escrito originalmente en Desiring God. Traducido por Emanuel Elizondo.
Imagen: Flickr.
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