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2 Corintios 11:28 siempre me pareció un versículo extraño… hasta que me convertí en pastor. Aquí está Pablo, hablando de todas las maneras en las que ha sufrido por Jesús: apresado, azotado con varas, apedreado, naufragios, vagando por el mar, noches sin dormir, hambre y sed, frío a la intemperie, peligros de todos y en todas partes (vv. 23-27). Y luego, como la cereza del pastel, Pablo menciona una prueba más: “Además de tales cosas externas, está sobre mí la presión cotidiana de la preocupación por todas las iglesias” (v. 28). Este es el poderoso apóstol, el cual contaba como un gozo gastarse por su gente (12:15), aquel como en tristeza pero siempre en gozo (6:10). Este es el Pablo que se enfrentó a toda oposición imaginable y aun así aprendió a estar en contentamiento (Fil. 4:11) y sin ansiedad (4:6). Y aquí está admitiendo que aun con todo lo que ha sobrellevado, siente ansiedad por todas las iglesias.

Desde que me convertí en pastor encuentro consuelo inusual en este versículo. No es que he hecho lo que Pablo hizo, sino que todo ministro serio siente esta carga por la iglesia. Y Pablo tenía varias iglesias por las que sentía carga. Las iglesias estaban llenas de peleas y murmuraciones. Admitían enseñanza falsa. Eran propensas al legalismo por una parte y al completo caos por el otro. Algunos de los miembros de la iglesia le daban demasiada importancia a cosas insignificantes, mientras que otros estaban listos a ceder en las cosas cristianas esenciales. Pablo amaba estas iglesias, y sus luchas eran una carga sobre él más que un naufragio o ser puesto en prisión.

Antes de continuar, quisiera ser claro: no creo que los pastores sean los únicos con cargas. De muchas maneras, tenemos el mejor trabajo en todo el mundo. Ciertamente me siento en exceso agradecido por hacer lo que hago (casi todos los días). No tengo interés en comparar la dificultad del ministerio pastoral con las dificultades de otras vocaciones. Todo lo que quiero hacer es animar a los pastores a seguir luchando la buena batalla y exhortar a las congregaciones a continuar animando a sus pastores.

No me sorprende que Pablo sintiera una presión diaria por las iglesias. Su trabajo nunca parecía acabar. Tenia cartas que escribir, visitas que hacer, y una ofrenda que juntar para los santos en Jerusalén. Tenía que mandar a personas de aquí para allá, y dirigir los asuntos de las iglesias a distancia. Tenía que responder a una multitud de críticas, frecuentemente críticas en conflicto. Algunos pensaban que él era demasiado duro. Otros que era demasiado débil. Algunas personas en las iglesias eran ascetas y pensaban que Pablo era mundano. Otros eran libertinos y pensaban que Pablo era demasiado demandante éticamente. Cuestionaban sus credenciales. Lo comparaban negativamente con los apóstoles originales. Lo consideraban incapaz comparado con los falsos apóstoles. No les gustaba su estilo de predicación. No les gustaba su disciplina. Algunos días, simplemente no les gustaba Pablo. Todo esto le sucedía a un hombre que los había guiado a Cristo, amándolos como un padre, rehusando recibir su dinero, y arriesgando su cuello por su bien espiritual. No sorprende que ningún peso era tan grande para Pablo como el de cuidar al pueblo de Dios.

Por causa de Cristo, encuentra contentamiento en la debilidad, insultos, dificultades, persecuciones, y calamidades. Pues cuando eres débil, entonces eres fuerte.

Pregúntale a cualquier pastor que realmente toma su trabajo en serio y te dirá de las presiones que siente en el ministerio… personas en crisis, personas que se van, personas que vienen, personas decepcionadas en él, personas que le decepcionan. Y en medio de este trabajo, el pastor intenta encontrar tiempo para estudiar, orar, prepararse, y tener tiempo para la familia. Intenta ser mejor, entrenar nuevos líderes, no pasarse del presupuesto, conocer unos cuantos misioneros, animar la implementación de programas importantes, proveer adoración y predicación profunda y accesible, responder a las nuevas ideas, escuchar nuevas preocupaciones, y estar listo para ayudar cuando las personas están en problemas.

Y la mayoría de los pastores sienten peso por todas las otras cosas que podrían estar haciendo: más evangelismo, más por los pobres, más por las misiones, más por los problemas globales, más por los problemas sociales. Hay pastores leyendo esto que se preguntan si la iglesia todavía responde a su predicación; si el liderazgo algún día responderá a su liderazgo; si la congregación algún día crecerá como las iglesias de las que tanto escuchen. Y encima de todo esto, cada pastor tiene sus propias cosas que le hieren, sus errores personales, y su propia salud espiritual que debe atender. Todos somos débiles.

Pablo tenía presión. Tú tienes presión, también. Pero Dios puede con esa presión. Y a Él no le afecta.

Pero anímate. Dios usa las cosas débiles para avergonzar a lo fuerte (1 Co. 1:27). Su gracia es suficiente para ti, pues su poder se hace perfecto en debilidad (2 Co. 12:9). Por causa de Cristo, entonces, encuentra contentamiento en la debilidad, insultos, dificultades, persecuciones, y calamidades. Pues cuando eres débil, entonces eres fuerte (v. 10). Pablo tenía presión. Tú tienes presión, también. Pero Dios puede con esa presión. Y a Él no le afecta.


Publicado originalmente en Ligonier. Traducido por Emanuel Elizondo.
Imagen: Lightstock.
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