“Su corazón es infiel; Ahora serán hallados culpables; El Señor derribará sus altares y destruirá sus pilares sagrados”, Oseas 10:2.
En este pasaje vemos la lucha familiar de construir altares y dar adoración a las bendiciones que Dios nos ha dado, en lugar de agradecer y adorar al Dador de ellas.
El v.1 dice del Pueblo de Dios, “Israel es un viñedo frondoso, dando fruto para sí mismo”, sin embargo, lamentablemente también vemos todavía en el mismo versículo que, “Según la abundancia de su fruto, así multiplicaba los altares”.
Una vez que experimentamos las bendiciones de Dios, o creemos que nos las merecemos o creemos que por fin hemos encontrado el secreto para que Dios cumpla nuestros deseos. Es entonces que construimos esos altares a las nuevas técnicas, herramientas, ministerios o aun líderes que respetamos o admiramos. Los vemos como salvadores de que tengamos una vida sin propósito, valor y aprobación de los demás y un sentido de justicia propia ante Dios.
Sin embargo, estas luchas más bien son el reflejo de un corazón infiel, dividido en su lealtad y atado a amores menores. Es en realidad un reflejo de querer usar a Dios como el medio para conseguir nuestros fines, en lugar de verle y atesorarle como el fin de todos nuestros medios y anhelos de nuestro corazón.
Dios, en Su gracia, está comprometido a derribar esos altares y la única manera de reconocerlos como lo que son es cuando de pronto nos vemos quebrantados y atados a lo que creíamos nos iban a dar. Vemos que ni el problema era lo que creíamos, ni tampoco nuestra solución.
Cuando esto sucede, cuando el Señor nos revela esta lucha de nuestro corazón, “es tiempo de buscar al SEÑOR Hasta que venga a enseñarles justicia” (v.12). El pasaje muestra esa esperanza de poder regresar arrepentidos a reconocer que nuestra justicia, nuestro sentido de valor y propósito, son más bien conferidos por gracia y como un gran intercambio por la obra de Jesús en la cruz y en nuestro favor.
Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.
