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Cuando nuestros hijos preguntan «¿Qué hay para cenar?», parece una pregunta sencilla con una respuesta fácil. Decidir con qué alimentar a nuestras familias puede ser complejo y confuso. Abundan las preguntas sobre las cantidades y lo que debería haber o no en nuestros platos. Ciertamente he tenido malentendidos sobre la comida. Al tratar de luchar contra la glotonería o tomar el control de mi salud, he tratado de motivarme enfatizando el peligro de ciertos ingredientes sobre otros. He llamado «buenos» a algunos alimentos y «malos» a otros.

Cuando le doy un significado moral a la comida, solo estoy haciendo algo que la gente ha hecho durante miles de años. Jesús, hablando a sus seguidores judíos, también tenía algo que decir al respecto: «no es lo que entra en la boca lo que contamina a una persona, sino lo que sale de la boca; esto contamina a la persona» (Mt 15:11). En otras palabras, lo que está mal contigo no es lo que comes. Lo que está mal contigo viene directamente de tu corazón.

Más adelante, los apóstoles escribieron: «Pero la comida no nos recomendará a Dios, pues ni somos menos si no comemos, ni somos más si comemos» (1 Co 8:8) y «Porque todo lo creado por Dios es bueno y nada se debe rechazar si se recibe con acción de gracias; porque es santificado mediante la palabra de Dios y la oración» (1 Ti 4:4-5).

Si bien es correcto pensar en los alimentos para nuestros hijos, también es útil recordar que la comida en sí misma no puede obstaculizar ni ayudarnos a obtener la rectitud. Esto no significa que Dios sea ambivalente sobre la mesa familiar. Pero sí significa que se interesa más por cómo alimentamos a nuestros hijos que aquello con lo que los alimentamos. Entonces, ¿cómo debemos alimentarlos? Permíteme compartirte cuatro maneras en que debemos hacerlo.

Aliméntalos con gozo

Cuando alimentamos a nuestros hijos, no solo les llenamos el estómago. Queremos que experimenten una variedad de sabores y olores en la mesa, sí, pero también queremos que tengan una experiencia sensorial del evangelio. Debido a que Jesús derrotó la muerte y el pecado, el evangelio nos dice que ahora tenemos la oportunidad de atravesar momentos ordinarios de trabajo y vivirlos con un gozo sobrenatural. Podemos cocinar espaguetis y servir con paciencia esos alimentos a personas pequeñas y desordenadas, con un corazón agradecido con Dios y sin quejarnos.

Nuestros hijos quedarían con hambre si les servimos una comida saludable con los labios apretados y una palabra fría (Pr 17:1). Cocinar, servir y disfrutar de alimentos saludables con nuestra familia puede traernos cierto gozo y satisfacción, pero el verdadero gozo es algo que ningún ingrediente orgánico puede producir en nosotros. Es algo peculiar y precioso, algo que nuestros hijos recordarán mucho después de haber olvidado el sabor de los espaguetis.

Aliméntalos con autoridad

Debemos recordar cómo funcionan nuestros hijos: naturalmente se inclinan más hacia los alimentos que pueden tomar por sí mismos, los coloridos y con ciertos sabores en particular. Pero esto no significa que tengamos que dejar que nuestros niños pequeños decidan el menú. Parte de servir bien a nuestros hijos significa preparar una mesa familiar que esté en armonía con la realidad de Dios, una en que nuestros hijos pequeños no están a cargo.

Por eso los servimos con alegría, pero también les enseñamos a servir con alegría a los demás. Aceptamos la generosidad de Dios con gratitud y también enseñamos a nuestros hijos a hacer lo mismo. Amorosamente les mostramos que la mesa familiar no existe para darles exactamente lo que quieren cada vez que lo deseen (Pr 29:17).

En nuestro hogar tratamos de usar la mesa como una oportunidad para practicar habilidades básicas con nuestros hijos: ayudar a poner la mesa o limpiar, comer con gratitud lo que se sirve y escuchar cuando alguien habla. Este es con frecuencia un proceso incómodo (¡a veces incluso doloroso!), pero también vale la pena. Buscamos reflejar el trato de Dios con nosotros: Él pone una generosa mesa de bendiciones para sus hijos que se disfrutan mejor en un ambiente de orden relacional, dentro de un sistema de autoridad amorosa.

Aliméntalos con generosidad

Cocinar para una familia es un trabajo duro y repetitivo. Puede ser tentador hacer lo mínimo: «Solo son niños. No les importa lo que comen». Pero cuando nos acercamos a la tarea con poco entusiasmo, satisfechas con simplemente cumplir, nos perdemos algunos de los aspectos más agradables de la alimentación de los niños. Perdemos la oportunidad de bendecirlos mucho cuando vamos más allá del llamado del deber. ¿Qué tal si les pides que te acompañen en la cocina para hacer un postre especial? ¿Qué tal si aprenden a hacer galletas desde cero? Alimentar a nuestros hijos es un acto de generosidad y podemos sacarle aún más provecho si lo hacemos de todo corazón, con las palmas de las manos abiertas y las mangas arremangadas. Después de todo, esta es la forma en que Dios nos da.

Aliméntalos con miras a la obra del reino

Cuando invitamos a otros a nuestra mesa familiar, estamos invitando a nuestros hijos a ser parte del trabajo del reino desde la primera línea. No solo estamos ministrando a sus cuerpos y almas, estamos ministrando a los cuerpos y almas de otras personas a través del acto de la hospitalidad.

La mesa es una oportunidad para el evangelio en todo momento. Es un lugar donde se puede desarrollar la cultura familiar, se pueden estudiar y cantar las Escrituras y se pueden compartir las luchas. Por eso, cuando invitamos a otras personas a esta cultura familiar, las invitamos a experimentar el evangelio. La mesa les muestra el reino celestial al que también están invitados, un reino gozoso y generoso en el que todo el mundo ayuda a lavar los platos. Y nuestros hijos pueden ser parte de esto.

La forma en que decidimos qué hay para cenar esta noche puede estar impulsada por algo mucho más grande que nuestras preocupaciones sobre los ingredientes y las calorías. En cambio, las preguntas pueden ser impulsadas por el evangelio: ¿Cómo puedo mostrar a Cristo esta noche en mi mesa? ¿Cómo puedo promover el verdadero deleite y disfrute en mi mesa? ¿Cómo será glorificado Jesucristo en mi vecindario a través de mi mesa?

Ese es el tipo de preguntas a las que merece la pena prestar toda nuestra atención.


Publicado originalmente en Risen Motherhood. Traducido por Equipo Coalición con permiso.
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