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Salmos 49-55 y Juan 15-16

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí…
Restitúyeme el gozo de Tu salvación,
Y sostenme con un espíritu de poder.
(Sal. 51:10,12)

La agnosia visual es una rara enfermedad que no tiene tratamiento y que se caracteriza por la incapacidad del afectado para retener información visual. Un reportaje decía lo siguiente sobre una joven que sufre esta enfermedad: “Ella camina sin problemas, pero no sabe por cuál calle camina. Por eso no puede reconocer a su padre, ni reconocer el coche en el que se acaba de subir sin ayuda. Lo más raro es que esta chica, nacida en Cuenca hace 18 años, puede leer, escribir y reconocer los colores. Eso es lo único que le permite tener cierta autonomía: 'Sé que estoy en mi calle porque leo el nombre en la placa, pero no porque la reconozca. Sé que es mi casa porque leo el número en la entrada, pero no puedo describir cómo es el portal'”.

Los doctores consideran que esta enfermedad es producto de una meningitis viral mal tratada que afecta el lóbulo occipital del cerebro, responsable de la visión y del manejo de la información recibida.  La joven no perdió la habilidad de leer y escribir porque, según los especialistas, la lectura y la escritura mantienen un sustrato neurológico distinto al de la vista, y son relativamente independientes.

Aunque la agnosia visual no es muy común, creo que la agnosia espiritual es una verdadera epidemia. Muchos cristianos la padecen sin darse cuenta porque es indolora, pero sus resultados son funestos para el desarrollo y crecimiento personal. Se caracteriza por la incapacidad de poder retener y aplicar las verdades y los principios espirituales que se van recibiendo periódicamente.

Por ejemplo, personas que van un domingo a la iglesia y escuchan el mensaje, cantan las alabanzas y verdaderamente disfrutan de un tiempo de comunión y descubrimiento, pero en cuanto vuelven a su casa… ¡no recuerdan absolutamente nada! Saben que estuvieron allí, saben que aprendieron “algo”, pero son incapaces de recordarlo. Lo interesante es que, aunque en sus trabajos y estudios pueden ser brillantes y tener una mente lúcida y analítica, en las áreas espirituales no tienen cómo poder retener por lo menos algo que sea básico para la vida.

Lo lamentable de la Agnosia Espiritual es que muchos cristianos andan por allí cargando este mal sin poder erradicarlo de sus vidas, y lo peor es que se van involucrando en tareas, servicios, ministerios y demás actividades conexas, sin que realmente entiendan a cabalidad la razón, el peso y la naturaleza de lo que están emprendiendo. Algunos se llegan a jactar de las tareas que realizan en la iglesia, pero desconocen las razones fundamentales para hacerlas. En los Salmos se habla con tristeza de este tipo de personas con las siguientes palabras: “El hombre en su vanagloria, pero sin entendimiento, Es como las bestias que perecen” (Sal. 49:20).

Esta incapacidad de retención es producto de que estamos usando un sistema de decodificación del mensaje de Dios equivocado. Por lo tanto, no podemos traducirlo correctamente en nuestro corazón. Pero tengo una buena noticia: ¡La agnosia espiritual tiene cura! Una de las primeras cosas que debemos hacer para vencer esta enfermedad es re-enfocar nuestra alma desde la perspectiva del corazón de Dios.  

Sé que lo que acabo de decir es un tanto enredado, por eso, como ilustración, propondré mi propio caso. Ahora que vivo en un país que habla un idioma distinto al mío, es muy fácil que caiga en malos entendidos y en equivocaciones bochornosas producto de una decodificación inadecuada de lo que aquí se dice o se hace. Por eso, la única manera de evitar esas dificultades es familiarizándome con el idioma y la cultura para así poder entender lo que sucede y se dice a mi alrededor, y también para poder hacerme entender entre los que me rodean.

Luego de esa breve aclaración, vayamos directamente al antídoto que clarifique y destruya el virus de la Agnosia Espiritual:

Una tableta diaria de “recuerdo de nuestra temporalidad” (RNT): El RNT nos permite enfocar nuestra vida de tal manera que entendemos que nada material es eterno y que aun nuestra condición sobre la tierra es temporal. Las personas que cada mañana toman su RNT, enfrentan la vida de una manera totalmente distinta a uno que no la ha tomado, ya que quedan lo suficientemente fuertes como para no dejarse seducir por lo pasajero y viven como mirando la eternidad. Esta es la reacción de un hombre que toma su RNT todos los días antes de levantarse: “¿Por qué he de temer en los días de adversidad Cuando la iniquidad de mis enemigos me rodee, De los que confían en sus bienes Y se jactan de la abundancia de sus riquezas? Nadie puede en manera alguna redimir a su hermano, Ni dar a Dios rescate por él, Porque la redención de su alma es muy costosa, Y debe abandonar el intento para siempre, Para que viva eternamente, Para que no vea corrupción. Porque él ve que aun los sabios mueren; El torpe y el necio perecen de igual manera, Y dejan sus riquezas a otros… Pero Dios redimirá mi alma del poder del Seol, Pues El me recibirá” (Sal. 49:5-10,15).  ¿Notan la diferencia?

Una cucharada de “eliminador de ritualismo” (ER) cada domingo antes del servicio religioso: El ER es un potente clarificador mental que potencia el discernimiento que nos hace reconocer que el Señor nunca nos llamó a volvernos religiosos y menos ritualistas vacíos. Si cada domingo buscáramos entender cada una de las cosas que hacemos durante el servicio, yendo dispuestos a honrar a nuestro Dios vivo con todo lo que somos, entonces gozaremos de una verdadera expresión de adoración que salga de lo profundo de nuestra alma. Esta es la actitud de alguien que toma su ER todos los domingos: “Abre mis labios, oh Señor, Para que mi boca anuncie Tu alabanza. Porque Tú no Te deleitas en sacrificio, de lo contrario yo lo ofrecería; No Te agrada el holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; Al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás” (Sal. 51:15-17).

Por último, quisiera también sugerir una rutina de entrenamiento que nos ayudarán a evitar la agnosia espiritual para siempre. A estos ejercicios se les llama “oración de entrega constante” (OEC). Este es el mejor remedio para evitar el deterioro personal de nuestra capacidad de entendimiento espiritual de nuestra realidad.

Una persona debilitada se expresaría así: “Angustiado está mi corazón dentro de mí, Y sobre mí han caído los terrores de la muerte. Terror y temblor me invaden, Y horror me ha cubierto. Y dije: ‘¡Quién me diera alas como de paloma! Volaría y hallaría reposo. Ciertamente huiría muy lejos; Moraría en el desierto. (Selah) Me apresuraría a buscar mi lugar de refugio Contra el viento borrascoso y la tempestad’” (Sal. 55:4-8). ¿Alguna vez has tenido ganas de huir? ¿Alguna vez has sentido que el mundo te ha caído encima y está a punto de claudicar? Bueno, la OEC nos ayudará a enfrentar el desaliento. Este es el ejercicio determinante: “En cuanto a mí, a Dios invocaré, Y el Señor me salvará. Tarde, mañana y mediodía me lamentaré y gemiré, Y El oirá mi voz. En paz redimirá mi alma de la guerra que hay contra mí, Pues son muchos los que están contra mí… Echa sobre el Señor tu carga, y El te sustentará; El nunca permitirá que el justo sea sacudido” (Sal. 55:16-18,22).

Nuestro Señor Jesucristo no quiere que vivamos una vida de agnosia espiritual sino de sabiduría y conocimiento. Su mensaje y su obra son imperecederos y claves para entender nuestras vidas y circunstancias. Él dijo: “Pero les he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora, se acuerden de que ya les había hablado de ellas” (Jn. 16:4a). ¿Notan como sus palabras son un antídoto contra toda agnosia espiritual?

Por eso es que no podemos permitirnos el vivir olvidando lo que se supone que debemos haber ya aprendido. Jesucristo habló con propósito para que sus palabras no se las lleve el viento o tengan la contextura de una pluma. Sus palabras deben quedar marcadas como con fuego en nuestros corazones porque tienen un inmenso poder y de ellas dependen nuestra felicidad y nuestra honra. No podemos olvidar lo que Él dijo: “Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33).

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