¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×
Nota del editor: 

El pastor John Piper recibe preguntas de algunos de sus oyentes de su programa Ask Pastor John. A continuación está su respuesta a una de esas preguntas.

Nos escribe un padre desconsolado que tiene una hija rebelde de quince años. Ella no asiste a la iglesia con la familia. Hablamos de la asistencia a la iglesia en el episodio 1421, en vivo desde Nashville. Este mismo padre desconsolado tiene una segunda pregunta que no hemos abordado en el podcast. Es esta: “Hola, pastor John. Mi esposa y yo nos dimos cuenta recientemente de que nuestra hija de quince años es sexualmente activa. Ella se crió en un hogar cristiano. Nosotros hemos hecho todo lo posible como padres cristianos para inculcar en nuestros hijos rasgos y características piadosas. ¿Cómo abordarías esto si fuera tu hija adolescente?”.


Hay muy pocas cosas que se puedan comparar con el dolor inmenso, que es como un golpe que te deja sin aire, al descubrir que tu propio hijo o hija está involucrado en creencias o prácticas que no solo van en contra de lo que les has enseñado, sino que podrían arruinar sus vidas terrenales y eternas. Te sientes impotente como padre: enojado, temeroso, inseguro sobre qué hacer. Sientes una profunda tristeza por lo que esto podría significar para tu hija. No culpo a estos padres por pedir ayuda. Yo haría lo mismo. He hecho lo mismo.

Haré algunas suposiciones porque no puedo dar ningún consejo sin asumir algunas cosas. Si las suposiciones son incorrectas, entonces deberás hacer los ajustes. Sin embargo, espero que lo que tenga que decir sea de ayuda, aún si algunas de mis suposiciones no son precisas.

La razón por la que Jesús te compró del pecado fue para dar a conocer la gloria de la gracia de Dios al satisfacer tu alma para siempre

Voy a suponer que tu hija hizo algún tipo de profesión de fe en Cristo en algún momento, ya sea que sea una verdadera creyente o no. Voy a suponer que no es tan rebelde que se niega a hablar o que amenaza con irse de la casa para siempre. Además, voy a asumir que mi sugerencia no es lo único que harías, sino que darías otros pasos así como yo también daría otros pasos. Por ejemplo, si sabes quién es el joven e incluso sabes quiénes son sus padres, esto podría crear una situación que permita un involucramiento conjunto con los padres y los jóvenes, dependiendo de muchos otros factores. Pero eso vendría después de lo que sugiero aquí.

Por dónde empezar

Esto es lo que creo que yo haría. Lo enumeraré. Lo que es útil, úsalo; lo que no lo sea, ignoralo.

  1. Estoy seguro de que lloraría a solas y luego con mi esposa. Ella te necesita a ti, un esposo, y se necesitan el uno al otro.
  2. Clamaría a Dios por sabiduría y por gracia en mí y en mi esposa. Clamaría por el milagro del arrepentimiento en mi hija. Según Pablo, eso es un regalo de Dios (2 Ti 2:25).
  3. Me aferraría a varias promesas bíblicas y las usaría para afirmar mi corazón inseguro y dar esperanza a mi esposa. Por ejemplo, Jeremías nos dice: “¡Ah, Señor Dios! Ciertamente, Tú hiciste los cielos y la tierra con Tu gran poder… Nada es imposible para Ti” (Jer 32:17). Isaías también dice: “No temas, porque Yo estoy contigo… Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de Mi justicia” (Is 41:10). En los Salmos leemos: “Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece el Señor de los que le temen” (Sal 103:13).
  4. Me aseguraría de tener los hechos en lugar de rumores. Es mejor que estos hechos vengan de tu hija. ¿Qué has hecho? Dime, ¿quién es el joven? ¿Cómo ves la relación? ¿Quiénes son sus padres? ¿Cómo te sientes por lo que hiciste? ¿Qué estás haciendo ahora? Entre otras preguntas. Necesitas hechos.
  5. Como su padre, planearía un retiro de fin de semana a otra ciudad a solas con mi hija y alquilaría un Airbnb o un hotel con dos habitaciones. Dile que planeas llevártela un par de días, solo ustedes dos. Aquí no habría ningún engaño. No estás tratando de tomarla por sorpresa. Todo está al descubierto. Esto se trata de un padre y una hija lidiando juntos con uno de los problemas más importantes que jamás hayan enfrentado. Ella debería tener eso claro desde el principio.
  6. Sin compartir detalles, le pediría a dos o tres de mis amigos más cercanos y espiritualmente maduros (ustedes a los suyos) que oren por mí en estos días mientras estoy fuera con ella y enfrento lo que podría ser lo más difícil que he tenido que enfrentar. No compartiría los detalles con ellos y ellos serían el tipo de persona que no me interrogarían. Pero quisiera contar con sus oraciones.
  7. Antes de ese fin de semana, me tomaría el tiempo necesario para escribirle una carta a mi hija sobre lo que quiero que ella escuche desde mi corazón al suyo. La escribiría y planearía leérsela a ella en persona, cara a cara, en algún lugar privado durante nuestro retiro. La escribiría desde mi corazón, con toda la verdad, la compasión y la preocupación multifacética que siento. Probablemente permitiría que mi esposa lea esta carta antes de irme. Habría otra estrategia para su participación, la cual no abordaré aquí.
  8. La carta sería algo como esto. No puedo escribirla por completo aquí. La comenzaré para que puedas tener una idea de la forma en que la redactaría, porque sería mucho más larga de lo que puedo leer en este espacio ya que hay muchas cosas que deben tratarse. Llamemos a la joven Janet. No sé su nombre; me lo estoy inventando.

Comparte la verdad desde tu corazón

Sentado frente a ella en la mesa o en un sofá, le diría:

Janet, algún día puede que seas madre y tengas tus propios hijos adolescentes. Estoy seguro de que los amarás con cada parte de tu ser. Pero nunca serás un padre. Tendrás que creer en mi palabra cuando te digo que el amor de un padre por su hija es muy profundo. Es algo poderoso. Eres hueso de mis huesos y carne de mi carne, no de una manera romántica como lo soy con tu madre, sino porque llevas mi propio ser en tu cuerpo y tu mente. Soy una carne con tu madre por decreto de Dios, pero soy una carne contigo por el diseño de Dios en la misma forma en que naciste.

Cristo sufrió y murió, no solo para eliminar la culpa de nuestro pecado, sino para librarnos del pecado

Permítanme insertar un paréntesis en este punto porque tengo una hija adoptiva y nunca he tenido que escribir una carta como esta, gracias a Dios. Pero si le escribiera a una hija adoptiva, no diría lo que acabo de decir. Yo diría cosas adoptivas que serían igual de asombrosas y poderosas, como el haberla elegido a ella como Dios me eligió a mí, entre otras muchas cosas gloriosas sobre la adopción que puedes decir. Pero estoy hablando con una hija cuyo ADN pasa por mis vasos sanguíneos. Bien, volvamos a mi carta:

Dios me ha puesto como el responsable de proveer para ti en tu juventud, protegerte y forjar en ti patrones de vida que te llevarán a una vida gozosa, fructífera y (oramos que sea) eterna. Soy tu padre desde hace quince años y me he regocijado en ver a Dios darte vida, salud, belleza, inteligencia y gracia. Con cada año que pasa, y en cada etapa de madurez que has vivido, he llegado a amarte más y más.

Janet, mi preocupación en el tema de tu vida sexual no es principalmente por mi reputación, el honor de nuestra familia o nuestro nombre. Esas cosas importan. Pero mi preocupación, Janet, eres tú. Te pido que me creas y escuches lo que tengo que decir como el hombre que te ama más que cualquier otro hombre en esta tierra. Deseo tu mayor felicidad y fructificación sobre esta tierra. También deseo tu mayor gozo eterno en la presencia de Dios a través de Jesús.

Ahora mismo, la persona más importante en esta situación no soy yo, no es tu madre, no es tu novio y no eres tú, Janet. La persona más importante en este momento es Jesucristo. Él está vivo. Él sostiene el universo con la palabra de su poder. Él está aquí por su Espíritu. Él sufrió y murió, no solo para eliminar la culpa de nuestro pecado, sino para librarnos del pecado. Él ha hablado con mucho amor y seriedad sobre nuestra sexualidad. No se trata de ser anticuado o moderno, religioso o no religioso; se trata de lo más importante en este mundo: nuestra relación con Jesucristo y si lo aceptamos a Él como nuestro tesoro y nos sometemos a su sabiduría.

Esto es lo Él dijo: “Huyan de la fornicación… ¿O no saben…?”, escucha esto, Janet; te lo dice a ti directamente el Señor que murió por ti. “¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos? Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo” (1 Co 6:18-20). Janet, tú y yo sabemos cuál fue el precio que pagó para mantenerte pura y hacerte un hermoso reflejo de su gloria, de su belleza. Ese precio fue el terrible sufrimiento y muerte de quien te amó y se entregó por ti.

Janet, cuando Jesús murió, Él nos compró, es decir, pagó un rescate para librarnos de Satanás, del pecado y de la destrucción. Le costó la vida. Eso es lo mucho que te ama. Eso es cuánto te amo. Moriría por ti, Janet. Jesús murió por ti. Por lo tanto, Él es tu dueño. Le perteneces. No me perteneces a mí, ni a tu madre, ni a tu novio, ni a ti misma. Perteneces, en cuerpo y alma, a Jesús. La razón por la que te compró del pecado fue para dar a conocer la gloria de la gracia de Dios al satisfacer tu alma para siempre.

No es demasiado tarde

No puedo terminar esta carta. Continuaría por varias páginas más. Pero déjame darte las viñetas de lo que incluiría.

  • “No es demasiado tarde, Janet. Hay perdón y limpieza”.
  • “Dios puede darte dominio propio”.
  • “Si tu novio realmente te ama y tiene un carácter en el que puedes confiar, te protegerá y guardará, y nunca volverá a tener relaciones sexuales contigo fuera del matrimonio. Así es como puedes saber qué tipo de hombre es”.
  • “El sexo es hermoso en un matrimonio, uniendo dos almas muy profundamente en un pacto permanente. No es una cosa vulgar; es hermoso en el matrimonio. Pero fuera del matrimonio, estás jugando con fuego, Janet. No solo por razones espirituales, que son las más importantes, sino también por razón de enfermedad física y embarazo, entre muchas cosas más”.
  • “Eres muy joven y los deseos son muy fuertes, pero esos deseos no siempre son la mejor guía para tu vida. Dios te ha dado a tus padres para ayudarte a tener una perspectiva más amplia, una perspectiva más sabia que la que puedes tener a los quince años”.
  • “¿Confiarás en nosotros?”.

Luego, oras con ella. La forma en que responda a esta carta determinará lo que hagas a continuación. Pero así es como yo empezaría.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Equipo Coalición.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando