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Todos los padres que he conocido se han sentido frustrados al tropezarse repetidamente con conversaciones difíciles con sus hijos adolescentes. Esas conversaciones parecen salir de la nada, acumulan mucha energía, y dejan a todos lastimados y evitándose el uno al otro… hasta la siguiente discusión.

Me parece que tendríamos conversaciones difíciles incluso si elimináramos el factor del pecado. Por definición, los adolescentes están saliendo de la infancia. Están descubriendo quiénes son, quiénes quieren ser, y cómo manejar una mayor independencia y responsabilidad, mientras viven en tu hogar. Tú y tu adolescente intentan redefinir una relación que debería (correctamente) ya no ser lo que era cuando eran más jóvenes. Simplemente no hay forma de que ambos puedan navegar este proceso sin al menos algunos obstáculos y aprendizaje mutuo en el camino.

Si bien no hay una manera segura de garantizar conversaciones más fáciles y mejores con tu hijo, hay algunas cosas que puedes hacer para ayudarte a verlo más como un aliado que como una amenaza durante estos años decisivos.

1. No todo lo que pasa por tu mente debe salir de tu boca

Piensa antes de hablar. Proverbios tiene mucho qué decir acerca de las palabras que elegimos, pero se trata de que la persona sabia tenga cuidado con lo que dice, mientras que el necio dice lo que se le ocurra (Pr. 12:23). Si lo que estás pensando realmente necesita decirse, siempre puedes mencionarlo más tarde. Sin embargo, si es una tontería, no podrás recuperar lo que dijiste después de que haya salido de tu boca.

2. No interrumpas ni calles a tu hijo

No los calles si no quieres que te interrumpan y te callen a ti. Es la ley del amor: habla con ellos como quieres que te hablen a ti (Mt. 7:12). Es fácil pasar por alto el mandato de Cristo al hablar con nuestros hijos. Interactuamos con ellos de una forma que jamás haríamos con alguien que acabamos de conocer. Imagina a tu hijo como alguien que respetas; entonces háblales con base en eso.

3. Reconoce cuando les hayas faltado el respeto

Tus hijos reconocen cuando eres irrespetuoso, así que hazles saber que eres consciente de ello, y que no estás de acuerdo con lo que hiciste. Es normal en la vida cristiana confesar nuestros pecados el uno al otro (Stg. 5:16), por lo que me ha resultado útil confesarles en voz alta a mis hijos: “Estoy gritando”, o “Estoy interrumpiéndote”, o “Estoy siendo condescendiente”.

¿Cómo sabrán lo que es una buena disculpa si no te has disculpado muchas veces?

Luego debes disculparte con ellos como quisieras que se disculparan contigo. Cuando lo haces, no solo estás viviendo fielmente ante Cristo, sino que también les estás ayudando a aprender qué hacer cuando dicen algo malo. ¿Cómo sabrán lo que es una buena disculpa si no te has disculpado muchas veces?

4. No toleres que sean groseros

No debes tolerar que sean groseros. No porque sea desagradable, sino porque no es bueno que ellos traten mal a un portador de la imagen de Dios. Esto es difícil de hacer bien. Debes identificar su actitud e insistir en que no está bien que te hablen así, y al mismo tiempo no reaccionar por dolor o ira.

¿Cómo puedes hacer todo eso al mismo tiempo? Enfócate en lo peligroso que es ante Dios que tus hijos deshonren a sus padres, y en cómo se beneficiarán al escuchar lo que tienes qué decirles al respecto. Pensar en lo que es mejor para tu hijo te ayudará a hablarles sobre estas situaciones sin sobrecargarlas emocionalmente.

5. Hazles saber que pueden estar en desacuerdo contigo sin poner en peligro su relación

No estás de acuerdo el 100% del tiempo con ninguno de tus amigos, ¿por qué esperas estar siempre de acuerdo con tus hijos? Me desafían las palabras de Pablo en Filipenses 3:15: “Y si en algo tienen una actitud distinta, eso también se lo revelará Dios”.

No estás de acuerdo el 100% del tiempo con ninguno de tus amigos, ¿por qué esperas estar siempre de acuerdo con tus hijos?

Pablo no está hablando de moralidad relativa. Más bien reconoce que no todos los desacuerdos se deben pelear a capa y espada. Los verdaderos creyentes pueden tener diferencias honestas que Dios limará con el tiempo. Si eso es cierto en la familia de Dios, dile a tus hijos que también puede suceder entre ustedes.

6. Usa tus palabras para construir un contexto relacional positivo

Las conversaciones difíciles crean dolor y desconfianza, y hacen que las personas se alejen pensando en lo feo que acaba de ocurrir. Y estos agrios pensamientos informan lo que tu hijo dirá más adelante, generando más interacciones que hieren.

Parte de romper este ciclo implica crear un entorno diferente, que comienza con un tipo diferente de pensamiento. Es por eso que Pablo nos insta a pensar activamente sobre lo que es verdadero, digno, justo, puro, amable, honorable, virtuoso, y digno de elogio (Fil. 4:8). Por más difícil que sea, eso es lo que debe dominar nuestras mentes cuando pensamos y hablamos con nuestros hijos.

Así que busca oportunidades para decirles cosas positivas a tus hijos. Diles algo que te guste de ellos, cómo los ves madurar, qué han hecho bien. Diles que los amas, una y otra vez. Decide estar más interesado en ellos que irritado por ellos.

Eres responsable por ti

No eres responsable por el corazón de tu hijo o por cómo se expresa. Eres responsable, sin embargo, por tu propio corazón y de lo que tu corazón expresa.

Afortunadamente, Jesús, la misma Palabra de Dios, murió para darte un nuevo corazón (Jer. 31:31–34), uno que anhela hablarle a tu hijo de maneras que reflejen cómo te habla a ti tu Padre celestial.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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