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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de Nuevas misericordias cada mañana: 365 reflexiones para recordarte el evangelio todos los días (Poiema Publicaciones, 2016), por Paul David Tripp. Puedes descargar una muestra gratuita visitando este enlace.

La mayoría de nosotros se conforma muy fácilmente. No es que pidamos mucho de nuestro Salvador. El problema es exactamente lo contrario —estamos dispuestos a conformarnos con muy poco. Nuestras metas personales, nuestros deseos y sueños son demasiado cortos en comparación con los planes y propósitos de Dios.

Él no se conformará con nada menos que asemejarnos completamente a la imagen de su Hijo. Él derrotará final y completamente al pecado y a la muerte. No abandonará su propósito por ninguna razón y en ningún momento. El problema es que frecuentemente no coincidimos con su pensamiento ni aceptamos su propósito. Otras mentalidades nos capturan obstaculizando nuestro crecimiento espiritual:

1. La mentalidad consumidora. En ella somos como compradores religiosos. Realmente no tenemos lealtad al plan de Dios. Buscamos una experiencia religiosa que sea cómoda y satisfaga lo que percibimos como necesidades; no tenemos problema en movernos cuando nos sentimos insatisfechos.

2. La mentalidad de “bien es lo suficientemente bueno”. En ella estamos satisfechos con los cambios que la gracia ha traído a nuestras vidas, pero nos conformamos con facilidad. Estamos satisfechos con un poco de literatura cristiana o conocimiento teológico, un matrimonio un poco mejor, un poco de crecimiento espiritual, por citar algunos ejemplos. Dejamos de buscar, pero Dios está lejos de haber terminado de transformarnos.

3. La mentalidad de “esta cosa mala podría funcionar”. En ella intentamos sacar lo mejor de lo que Dios dice que no es bueno. Por ejemplo, un matrimonio está satisfecho con la distensión matrimonial; es decir, aprenden a negociar las idolatrías de cada uno en lugar de trabajar por un matrimonio piadoso.

4. La mentalidad de la comodidad personal contra la santidad personal. En ella lo que captura nuestros corazones es el anhelo de una vida cómoda, placentera, predecible, y libre de problemas. Acostumbramos a juzgar la bondad de Dios basados en qué tan bien funciona la vida para nosotros y no basados en su promesa de que todo nos ayuda para bien (Ro. 8:28).

5. La mentalidad evento contra proceso. En ella somos impacientes. Queremos que Dios haga las cosas buenas que nos ha prometido, pero no queremos perseverar a través de un proceso que dura toda la vida. Queremos que la obra de Dios sea un evento en lugar de un proceso, y cuando no lo es, nuestro compromiso comienza a disminuir.

Pregúntate a ti mismo hoy: “¿Qué es lo que quiero realmente de Dios?”. ¿Has hecho de los propósitos de su gracia tu propósito de vida? ¿Quieres lo que Él desea o simplemente te conformas muy fácilmente? Recuerda: Bien no es suficiente; una completa semejanza a la imagen de Cristo es el objetivo de la gracia (Ef. 4:13; Ro. 8:29).

Lee Filipenses 2:1-18 para profundizar y ser alentado.


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Imagen: Lighstock.
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