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Uno de los recuerdos favoritos de mi niñez fue cuando fui al cine en el año 1977 a ver la “Guerra de las Galaxias”. Al igual que el resto de mi nación, yo quedé anonadado. Nadie había hecho algo así antes. Fuimos sumergidos en un nuevo mundo de naves espaciales, sables de luz, extrañas criaturas, y galaxias lejanas. Pero de entre todas las cosas, sin lugar a dudas, lo que mas le llamó la atención a la audiencia promedio fue la increíble tecnología futurista. ¿Te imaginas? ¿Qué tal sería si pudiésemos tener robots con personalidades, volar sobre la superficie del suelo en una nave a toda velocidad, jugar ajedrez con imágenes holográficas, y poder usar piezas de robots para restaurar partes dañadas del cuerpo humano?

Por supuesto, ya hoy esas cosas han sido parcialmente logradas. De hecho, cuando mi propio hijo vio la película en DVD hace unos años, noté que no le impresionó lo tecnológico. Algunas cosas hasta le parecerían realistas. En cambio, de lo que si quedó fascinado fue de la rapidez de las naves voladoras, de las luchas con los sables de luz, y de las divertidas escenas de acción. Vivimos en un mundo donde los avances tecnológicos son tan rápidos, que apenas hay tiempo de parar y admirarnos de lo que está pasando. Algo similar sucede en el área de los medios sociales como Facebook, Twitter, Snapchat, Periscope y Whatsapp. Hoy estamos (supuestamente) más conectados, más en contacto, y con mejor comunicación que nunca antes.

A la vez, cuando pienso acerca del futuro de mi hijo, y aun en la vida que llevamos hoy, tengo que preguntarme: ¿Cuáles serán los efectos que dejarán el uso de la tecnología y los medios sociales en la iglesia? ¿Qué efecto tendrá en la vida del cuerpo de Cristo? Gran parte de lo que se hace en los medios sociales es positivo. Y la iglesia ha podido aprovechar esta tecnología para el avance de la causa de Cristo. Además, no podría pasar por alto el hecho irónico de que yo mismo esté escribiendo acerca de los efectos adversos de la tecnología en un sitio web. Aún así, me preocupa: y a ti también debería preocuparte.

Estas son cinco características de la cultura de Facebook que como creyentes debemos tener en cuenta:

1. Poca capacidad de concentración / estilo de aprendizaje limitado

Es difícil de imaginar que alguien que solo esté acostumbrado a absorber información al ritmo de textos y tuits se siente y preste atención por 40 minutos en un sermón. Ahora bien, ¿significa esto que debemos acortar nuestros sermones y hacerlos más entretenidos? ¿O significa que vamos a trabajar con mayor vehemencia para entrenar a nuestras congregaciones en la manera que ellos puedan aprender? Yo espero que sea lo último.

2. Baja estima de la autoridad / enfoque exagerado en la igualdad

Uno de los efectos que producen los medios sociales que más pasamos por alto es la forma que vemos a las figuras que están en posición de autoridad. El internet es el gran ecualizador: todo el mundo tiene una voz. Todos creemos tener una plataforma para expresar nuestras opiniones, para decir nuestra parte. Después de que sale un artículo o una historia en las noticias, cualquiera puede ofrecer su opinión. Y hay mucho beneficio en esto.

Pero también podría resultar en una forma igualitaria de ver la autoridad. De pensar que la opinión de alguien no pueda pesar más que la de otro. Obviamente, esto presenta un gran problema cuando estudiamos la eclesiología bíblica, la cual entiende que la iglesia y los pastores tienen autoridad, dada por Dios, sobre la vida de Su pueblo.

3. Interacción superficial / relaciones artificiales

En su libro Alone Together: Why We Expect More from Technology and Less from Each Other (Solos juntos: Por qué esperamos más de la tecnología y menos de los unos a los otros) (2011), la profesora del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Sherry Turkle hace la siguiente observación: “En los medios sociales como Facebook, nosotros creemos que estamos presentando quienes realmente somos, pero nuestro perfil termina siendo como si fuésemos alguien diferente: usualmente es la fantasía de quienes desearíamos ser” (153).

En otras palabras, aun cuando la gente se siente más conectada, en realidad están más distantes, por lo menos de quienes realmente son. La comunidad cristiana, por el contrario, demanda que las personas interactúen entre sí tal como son, para hacerle frente a su pecado y crecer juntos en Cristo.

4. Falta de presencia física

Turkle observa: “Las personas admiten con facilidad que prefieren dejar un mensaje de voz o enviar un correo electrónico que hablar cara a cara. Las nuevas tecnologías nos permiten reducir el contacto humano” (15). Por consiguiente, la tecnología moderna puede crear una existencia ligeramente física, cuasi gnóstica. Es una ironía que uno de los primeros enemigos del cristianismo fue el gnosticismo, el cual se casó con la idea de que el mundo físico era intrínsecamente malo, y que la salvación consistía en expulsar la maldad del cuerpo físico.

En contraste, el cristianismo bíblico siempre ha avanzado bajo una perspectiva positiva de lo físico. La presencia cara a cara es importante. De hecho, un día, en el cielo nuevo y en la tierra nueva, vamos a tener cuerpos resucitados y veremos a nuestro Rey (y a nosotros mismos) físicamente. Para siempre.

5. Poco compromiso / falta de responsabilidad

Uno de los atractivos del estilo de comunicación a lo Facebook es que requiere poco de nosotros. Esa forma de interacción demanda poco compromiso y escasa responsabilidad. Nosotros controlamos por entero la duración, intensidad, y el nivel de contacto. En cualquier momento podemos simplemente parar. Pero la vida cristiana y las relaciones entre verdaderos cristianos no funcionan de esa manera. Nosotros tenemos obligaciones los unos con los otros. En otras palabras, el cristianismo abraza una postura comunitaria que va en contra del individualismo y de los patrones de autodeterminación en las relaciones de nuestra era moderna y tecnológica.

Imagen vibrante

Entonces ¿qué hacemos ahora? ¿Abandonamos del todo la tecnología y adoptamos una existencia como la de los Amish? Por supuesto que no. De nuevo, mi intención no es condenar la tecnología en la comunicación moderna (que yo mismo estoy usando). Más bien, mi punto es que debemos estar conscientes de que el reto para ministrar que este fenómeno acarrea en nuestro mundo moderno y posmoderno es real.

La tecnología no crea una plataforma para el pecado, sino que lo empeora. En respuesta entonces, debemos hacer algo que de todos modos tenemos que hacer: Mostrarle a nuestra gente una imagen vibrante y robusta de la iglesia, y el lugar de la tecnología en ella. En otras palabras, debemos enseñarles una visión completa de la iglesia bíblica.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Andreina Lopez.
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