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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Dios salva pecadores: Una exposición bíblica a los 20 temas más importantes de la salvación (Poiema Publicaciones, 2016), por Oskar E. Arocha.

Propiciar es pacificar la ira del ofendido. Cuando Cristo murió en la cruz absorbió toda la ira de Dios, y resuelto el problema de la ira tenemos paz con Dios. El punto neurálgico es la ira de Dios, porque la ira se interpone entre Dios y nosotros al punto de que, si no es propiciada, ni siquiera podría iniciarse una relación entre Dios y el pecador. Pero, por medio de Cristo, «a quien Dios puso como propiciación» (Ro 3:25 RV60), Dios es justo al justificar al impío que cree, y «habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios» (Ro 5:1).

La ira de Dios no es un enojo arbitrario, pasión salvaje o temperamento descontrolado, tal como la de los dioses de las otras naciones, sino que Dios se enoja porque ama. La ira de Dios es una constante oposición contra toda injusticia y contra toda rebeldía por Su santa determinación de justamente castigar toda maldad (Ro 1:18; 2:6-9). La ira de Dios es Su santa voluntad establecida que reacciona contra todo lo que le deshonra. Es la manifestación del disgusto de Dios porque han ofendido Su grandeza inescrutable y, cuando se manifiesta, su resultado es juicio, condenación y muerte. Esa ira fue la que Cristo absorbió en la cruz cuando vino a ser nuestra propiciación.

1) ¿Qué enseña la Biblia sobre la propiciación?

La Escritura testifica de la ira de Dios tanto en el Antiguo Testamento (AT) como en el Nuevo Testamento (NT), pero, más importante aún, ambos proclaman la propiciación. El NT siempre presenta la propiciación en un contexto de principios y argumentos que resaltan la ira, el amor y la obra redentora de Cristo. El AT, por otro lado, ilustra la propiciación. Por ejemplo, el Pentateuco describe a Dios airado y diciendo: «¡Apártense […] los consumiré en un momento!» (Nm 16:41-50). ¿Por qué tanta ira? Fue a causa del pecado del pueblo que «murmuró» con un corazón mal agradecido. Pero, en medio de la inaplazable destrucción, la ira de Dios fue propiciada por medio de los instrumentos del altar que Dios mismo les había concedido. Ese día «se hizo expiación por el pueblo» cuando la ira de Dios fue pacificada.

La propiciación también fue ilustrada en las ceremonias y los instrumentos del tabernáculo. Por ejemplo, la ley habla del «propiciatorio» (Éx 25:17-22; Lv 16:1-3; 13-15), una lámina fina de oro que cubría el arca del pacto y que funcionaba como un símbolo pacificador entre el Santo Dios y el pueblo pecador, para que allí Dios habitara en medio del pueblo y le diera instrucciones.

2) ¿Por qué era necesario propiciar?

El NT tiene cuatro pasajes que describen la propiciación (Ro 3:24-26; Heb 2:16-17; 1 Jn 2:2; 4:10). Sin embargo, Romanos 3:24-26 es el más importante y es el que más desarrolla el significado de este concepto y su necesidad. «Es considerado el texto crucial a estudiar. Pablo le ha dedicado pesada artillería para demostrar la ira de Dios y el juicio contra el pecador».1 El texto dice:

La redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por Su sangre a través de la fe, como demostración de Su justicia, porque en Su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo Su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús (énfasis añadido).

El contexto señala que todos somos igual de pecadores condenados, pero que por medio de la redención Dios gratuitamente justifica en Cristo, a quien exhibió públicamente como propiciación. El resto del pasaje explica el propósito (¿para qué?) y la razón (¿por qué?).

3) ¿Cuál fue el propósito de la propiciación?

Fue «para demostrar su justicia». Es en el acto de la propiciación que Dios combina Su naturaleza, «Dios justo», junto con Su carácter, «Dios misericordioso», y justifica al impío. En otras palabras, ya que Dios es justo, condena y castiga el pecado y abomina cualquier concepto que declare «justo» al pecador (cp. Pr 17:15); y ya que es misericordioso, perdona a aquel que únicamente merece condenación y castigo. ¿Qué hace Dios para armonizar estas verdades? Satisface Su justicia en la propiciación por medio de la sangre de Cristo, es decir, justifica al impío creyente (Ro 4:3-8) y logra Su intención, de que «Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús» (Ro 3:26).

4) ¿Cuál fue la razón de la propiciación pública?

Fue «por causa de haber pasado por alto los pecados pasados». ¿Qué necesidad había de que Dios manifestara Su justicia de tal manera? ¿Qué necesidad había de hacer una exhibición pública? La idea es que algo que define a Dios estaba en juego: Su justicia. Dado que Dios anteriormente pasó por alto y perdonó a muchos que creyeron, la historia parecía presentar a Dios como uno que aceptó el pecado, y que sin juicio absolvió al impío.

Por esa causa fue necesaria una propiciación pública. La redención pública como propiciación, por medio de la sangre de Cristo, fue prueba y firme demostración de que todo castigo merecido a causa de los pecados fue tratado con base en todas las demandas de la santidad de Dios. Toda la ira producida por el pecado de Abraham, David y todo el que murió juntamente con Cristo descansó sobre el calvario y Dios quedó satisfecho.

5) ¿Cuáles fueron las consecuencias de la propiciación?

La propiciación redefine la justicia porque para el hombre la justicia termina cuando es alcanzada la conformidad con la ley y, en tal caso, lo justo sería que todos reciban inmediata y eterna condenación.

Pero la cruz muestra una justicia superior, porque por medio de la cruz Dios revela que lo «justo» es que Él sea libre para condenar o para salvar gratuitamente al pecador (Ro 3:1-8; 21-24). Sabemos que esta es Su suprema meta porque fue lograda al mayor costo posible: la vida de Su único Hijo, Jesús.

Los hechos de la propiciación muestran lo teocéntrica que es la salvación de los pecadores. Sin Dios tener más juez que el amor por Su propia gloria, derramó sobre la cruz toda la merecida ira divina hasta una completa satisfacción. Como resultado de eso, nosotros somos beneficiados; ya ninguna ira hay para todo aquel que murió junto con Cristo. En todo esto, Dios es justo cuando justifica al impío y nosotros somos bendecidos.


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1 Leon Morris, The Apostolic Preaching of the Cross [La predicación apostólica de la cruz] (Grand Rapids: Eerdmans Publishing, 1955) pp. 199-201.
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