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Por la gracia de Dios, desde hace siete años sirvo en mi iglesia en el ministerio de adolescentes, y puedo decirte algo: ¡Dios ha sido bueno!

Durante este tiempo he aprendido que este servicio es sufrido. Es doloroso ver cómo el pecado hace daño a muchos adolescentes y sus hogares. Los vínculos emocionales que creamos cuando nos involucramos en sus vidas hace que el sufrimiento de ellos se convierta en el nuestro. Pablo nos manda a llorar con los que lloran (Ro. 12:15), y esto es inevitable cuando amamos en Cristo a nuestros adolescentes.

Pero también he aprendido que este ministerio es gozoso. Me gozo al ver salvación en adolescentes, cómo Dios los va transformando a imagen de Cristo, y cómo ellos desean compartir el evangelio y vivir comprometidos con la iglesia local.

Ser líder de adolescentes es un privilegio y una gran responsabilidad. Es por eso que quiero compartirte algunas lecciones que me han servido durante este tiempo.

1. Persevera cuando el fruto tarde

No te desanimes al no ver frutos en las vidas de los adolescentes. Persevera orando e involucrándote en sus vidas porque la salvación es del Señor (Jon. 2:9).

El evangelio es poder de Dios para salvar a una persona de la condenación eterna, para liberarlo de la esclavitud del pecado, y para transformarlo a imagen de Cristo. El evangelio es capaz de alcanzar a gente de todas las edades, incluso a los adolescentes de tu iglesia.

El ministerio no es el programa que sigues sino las personas a quien sirves

Si eres impaciente, el ministerio juvenil no es para ti. No nos gusta reconocer que no tenemos el control de todo, pero debemos entender que los resultados que deseamos están en las manos de nuestro Señor soberano y no en las nuestras. Confía en Jesús. Las ovejas adolescentes escucharán su voz, la reconocerán, y le seguirán (Jn. 10:27-28).

Cuando el fruto tarde, sigue amando a tus adolescentes. No olvides que el ministerio no es el programa que sigues sino las personas a quien sirves. ¡Comprométete con sus vidas!

2. Enfócate en las Escrituras

No trates de atraerlos con la belleza de tus palabras o la rectitud de tu vida; el éxito en el ministerio de adolescentes no depende de ti, sino de la gracia de Dios.

En realidad, lo que ellos más necesitan no son mejores programas, mejores juegos, y mejores comidas. Ellos no necesitan más entretenimiento. ¡Necesitan ser expuestos a las Escrituras! Uno de los grandes fracasos de los ministerios juveniles es no priorizar la predicación. Nos enfocamos en lo que los jóvenes quieren, no en lo que necesitan.

Esto no significa que debemos descuidar las cosas que los adolescentes quieren. No olvides que estás trabajando con jóvenes. Es importante tener momentos de recreación. Pero no descuides lo más necesario, y no temas abordar temas difíciles (como la homosexualidad o la pornografía) a la luz del evangelio. Ellos necesitan todo el consejo de Dios (Hch. 20:27; 2 Ti. 3:16-17).

3. No menosprecies a los adolescentes

Muchas veces, en las mentes de muchos adolescentes, las palabras “discípulo” y “joven” no van de la mano. ¿Una persona a tan corta edad puede ser un discípulo de Cristo, comprometido con Su causa? Los líderes de jóvenes debemos ser los primeros en responder: ¡Por supuesto que sí!

La Biblia nos muestra a jóvenes que estuvieron consagrados a Dios y que fueron usados por Él. Podemos ser como ellos obedeciendo al Señor, y así ser ejemplos para nuestros adolescentes. Dios puede usarlos grandemente a medida que crecen como discípulos.

4. Mantén tu comunión con Dios

Ten cuidado de no estar envuelto en un simple activismo, y en un proceso de enfriamiento espiritual como consecuencia de descuidar tu comunión con Dios. Servir activamente en la iglesia no es sinónimo de que estés bien espiritualmente.

Servir activamente en la iglesia no es sinónimo de que estés bien espiritualmente

Nuestra relación con el Señor debe ser prevalente sobre nuestro servicio. Como dijo Octavio Winslow: “La vida espiritual no se define por lo que hacemos, sino por la forma en la que nos relacionamos con Dios”. Jesús no nos ordena dar frutos, sino permanecer en Él para que entonces el fruto sea evidente en nosotros (Jn. 15:1-5).

5. Ten tu mirada en Cristo

Una de las razones de nuestra frustración en el ministerio juvenil es que nos distraemos fácilmente. Perdemos el enfoque y ponemos nuestra mirada en las circunstancias, en nosotros mismos y lo que hacemos, o en los resultados que a simple vista podemos ver.

Al igual que en las carreras, es crucial tener la mirada en el lugar correcto si queremos llegar a la meta. Por eso el autor de Hebreos nos exhorta a enfocarnos en Jesús (Heb. 12:1-3). El secreto de la perseverancia en todo ministerio está en esta frase: “Puestos los ojos en Jesús”. ¿Por qué? Porque Él es el autor y consumador de nuestra fe. Él puede iniciarla, Él puede perfeccionarla. “Si nuestro enfoque está en Él, veremos todo lo demás en su perspectiva correcta” (John MacArthur).

El servicio en la iglesia se trata de Él, quien está sentado a la diestra de Dios, y no hay mayor descanso que el que experimentamos al entender que Cristo gobierna sobre todo. Él usa los momentos difíciles en el ministerio para hacernos madurar en carácter y llevarnos a una confianza más profunda en Él. Recuerda que tu Salvador no solo está trabajando en la vida de tus adolescentes, sino también en la tuya.

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